Mención singular merece la posición de Casado sobre la crisis en Cataluña, que quiere "reconquistar" arrimando un fósforo al barril de pólvora en el que se ha convertido este asunto. No sé qué otra expresión emplear para explicar que Casado proponga endurecer el Código Penal en materia de rebelión y sedición o ilegalizar los partidos independentistas. De alguien que considera una pérdida de tiempo sentarse a hablar con las fuerzas independentistas, solo cabe esperar que haga todo lo que esté a su alcance para evitar una salida política a un problema de índole político.
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En su conjunto, el discurso de Casado nos retrotrae a las esencias del aznarismo, que ha sobrevolado como un fantasma con bigote por estas primarias del PP. Al menos Rajoy sí ha dicho que se aparta pero Aznar siempre ha estado ahí, como al acecho, pendiente de que su obra maestra no se malogre. En Casado parece haber encontrado el ex presidente un aventajado pupilo seguidor de su catecismo ultraconservador, por más que algunos pretendan pintarlo de liberal de centro derecha. Me queda la duda de cuánto ha habido en ese discurso de necesidad de diferenciarse de la propuesta cansina y tecnócrata de su rival Sáenz de Santamaría para ganarse el apoyo de los compromisarios, y cuánto de programa político que Casado no dudaría en plasmar en su acción de gobierno si tuviera oportunidad de ello. Es probable que en la contienda electoral tenga que moderarse si no quiere enajenarse el apoyo de esa amplia masa de votantes que se suele mover en el centro del espectro político, alejada de cualquiera de los dos extremos del mismo. Por eso sospecho que Casado no tendrá más remedio que plegar velas cuando llegue el momento de medirse en la arena electoral, para impedir que Ciudadanos y el PSOE ocupen el campo político que les dejaría libre con su evidente deriva derechista.Es pronto aún para saber en qué medida el nuevo líder del PP mantendrá esas posiciones que alejan a su partido de sus homólogos conservadores europeos. Hay aún muchas incógnitas por resolver, como la integración de la candidatura perdedora y su rival en las primarias Soraya Sáenz de Santamaría; de otra parte, sobre el liderazgo de Casado pende la espada de Damocles de una investigación por su máster de Derecho Público que le puede ocasionar más de un disgusto político y judicial. Estos factores serán determinantes para ir viendo hasta qué punto será capaz el nuevo líder popular de mantener o variar su discurso rupturista con la grisacea trayectoria ideológica de Rajoy, al que ha jubilado políticamente y sin miramientos. Por sus obras los conoceréis, dice la cita bíblica. De Casado no conocemos aún los hechos pero sí las ideas y éstas no tienen ya encaje en la realidad social y política de un país, que no toleraría la vuelta al pasado que propone el flamante nuevo presidente popular. El largo viaje al centro político que el PP dijo haber iniciado hace años, en realidad se ha venido desarrollado en dirección opuesta y la elección de Casado este fin de semana no ha hecho sino alejarlo mucho más de esa meta.