Revista Ciencia

Casarse puede ser muy buena idea

Por Guillermina

En numerosas especies de aves y mamíferos, donde las crías requieren de cuidados por períodos prolongados de tiempo, la formación de parejas estables parece ser indispensable para la crianza exitosa. Los humanos pertenecemos a este tipo de especies. Las crías humanas son particularmente costosas por dos razones principales. Primero, los cerebros inusualmente grandes que nos caracterizan requieren bastantes recursos para su crecimiento y mantenimiento. Segundo, se cree que el tamaño de nuestro cerebro ha sido además un factor determinante para que evolucionara un prolongado período juvenil en nuestra especie. 
Entonces, una reproducción exitosa requiere de una inversión de recursos considerable –en términos de comida, vivienda y otras costosas formas de cuidado- durante un tiempo prolongado. Cualquiera que tenga hijos puede dar fe de esta afirmación.La vulnerabilidad de las crías humanas implica entonces que el establecimiento de una relación de pareja estable sea un factor determinante para que exista una reproducción exitosa, es decir, para que las crías sobrevivan hasta la edad reproductiva. El establecimiento de parejas estables –como el matrimonio- es probablemente no solo una característica de las sociedades contemporáneas, si no una parte integral de la evolución humana. El estado marital, sin embargo, es rara vez considerado en los estudios que evalúan la fecundidad en poblaciones humanas.En un estudio dirigido por Virpi Lummaa de la Universidad de Sheffield, Inglaterra, se consideró precisamente la influencia del estatus marital en la fecundidad femenina en una población finlandesa histórica. Aunado a lo anterior, los autores desarrollaron un modelo para evaluar cuál sería la intensidad de la selección natural en la fecundidad femenina por categorías de edad. El estudio fue publicado este mes en la revista The American Naturalist.Casarse puede ser muy buena ideaFamilia de granjeros finlandeses, tomada de Wikimedia Commons.

Para su estudio, los autores utilizaron datos históricos (1732-1893) provenientes de cuatro parroquias finlandesas (Hiitinen, Ikaalinen, Kustavi y Rymättylä). En la Finlandia del siglo antepasado la ley obligaba a los clérigos a mantener meticulosos registros de los individuos que asistían a la parroquia. Estos registros, por lo tanto, contienen información exacta respecto a la edad en la que los pobladores nacieron, contrajeron matrimonio, murieron, propiedades con las que contaban (como terrenos), profesión (de los hombres), número de hijos y matrimonios sucesivos.En aquel entonces, por aquellos lugares, el divorcio era virtualmente imposible y los matrimonios sucesivos eran únicamente posibles cuando el cónyuge previo hubiera fallecido; se cree que los matrimonios en la población estudiada practicaban una poco usual monogamia. Considerando los avances médicos y las opciones de anticoncepción (no) disponibles, los autores asumen que la población finlandesa estudiada experimentaba condiciones naturales de mortalidad y fertilidad.En la población bajo estudio las mujeres se casaron en promedio a los 27 años. Aunque si el marido tenía tierras el promedio bajaba a los 24.4 años. La diferencia de edad entre cónyuges fue mayor cuando él poseía tierras. Es decir, las mujeres se casaron más jóvenes cuando sus esposos tenían un estatus socioeconómico alto, pero se casaron con hombres relativamente más grandes.


El hecho de que los hombres mayores con estatus socioeconómico alto se casaran con mujeres jóvenes no es una novedad, ya que otros estudios en otras sociedades han encontrado lo mismo. En términos generales se puede decir que los riesgos asociados a casarse con maridos de mayor edad (como el riesgo de enviudar) parecen no ser tan graves cuando se toman en cuenta los potenciales beneficios de casarse con un hombre de estatus socioeconómico alto.

Las mujeres que se quedaron viudas muy jóvenes casi siempre se volvieron a casar, particularmente si sus fallecidos esposos habían sido terratenientes. La probabilidad de volver a casarse disminuyó un 50% cuando ellas tuvieron más de 35 años. El éxito reproductivo –medido en el número de hijos que sobrevivieron a los 15 años- fue en promedio de 3.1. Las mujeres que se casaron jóvenes tuvieron un éxito reproductivo mayor, particularmente aquellas con maridos con tierras.Aquellas mujeres que enviudaron jóvenes, y se volvieron a casar, tuvieron un éxito reproductivo mayor que aquellas que enviudaron a mayor edad y se volvieron a casar. La mayoría de las viudas que no se volvieron a casar tenían más de 35 años. Interesantemente, después de los 35 años las mujeres que seguían casadas tuvieron un éxito reproductivo mayor que aquellas que se casaron una segunda vez. Esto puede deberse –Virpi y su equipo arguyen- a que en el primer caso ambos cónyuges sobrevivieron para criar a sus hijos hasta los 15 años o bien, porque en este subgrupo de parejas se encontraban aquellos individuos que eran más capaces de criar a sus hijos exitosamente y –al mismo tiempo- sobrevivir a mayor edad.Otros estudios en poblaciones humanas coinciden con el de Virpi en que el pico de la fecundidad de las mujeres se alcanza a los 20 años. Después de dicha edad la fecundidad disminuye y por lo tanto, cualquier variante genética que pudiera afectar la fecundidad actuaría de forma más intensa. Sin embargo, según el modelo de Virpi y sus colaboradores, cuando se tomaba en cuenta el estatus marital el pico de fecundidad podía “extenderse” hasta los 30 años cuando las féminas en cuestión estaban casadas.En consecuencia, en la población humana preindustrial bajo estudio, la fecundidad de las mujeres no dependía exclusivamente de que se encontraran en edad reproductiva, si no de contar o no con una pareja.Aunque pudiera parecer obvio, es importante resaltar que los resultados del estudio de Virpi y su equipo son una ventana –entre tantas otras- al entendimiento de los factores que determinan el éxito reproductivo en nuestra especie. La inmensa variedad cultural, social y los diversos ambientes en los que los humanos nos desenvolvemos hacen que los alcances de los estudios sobre selección natural sean muy limitados y a menudo tan específicos como los grupos estudiados. Parece ser siempre más fácil estudiar este tipo de temas en otros animales; o por lo menos eso nos gusta creer a los biólogos. Con su estudio, sin embargo, Virpi y su equipo refuerzan la idea –ya sugerida con anterioridad- de que el establecimiento de parejas estables en las sociedades humanas es una parte integral de la evolución humana por ser un factor determinante para el éxito reproductivo. Si nos atenemos entonces a los beneficios que el matrimonio puede acarrear -por lo menos en términos de éxito reproductivo- podemos decir que bajo ciertas condiciones casarse puede ser muy buena idea.


Artículo de referencia:
Gillespie, D., Lahdenperä, M., Russell, A., & Lummaa, V. (2010). Pair‐Bonding Modifies the Age‐Specific Intensities of Natural Selection on Human Female Fecundity The American Naturalist, 176 (2), 159-169 DOI: 10.1086/653668

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