Varios hombres remueven escombros en Puerto Príncipe (Haití). (Archivo: EFE/Orlando Barría)
El 12 de enero de 2010 un terremoto de grado 7 golpeó Haití dejando cerca de 300.000 muertos, tres millones de personas directamente afectadas y más de un millón y medio de personas sin hogar, en un país que alberga cerca de diez millones de habitantes. Las imágenes dieron la vuelta al mundo y por una vez el pequeño país caribeño fue noticia en todos los medios. Tal como denunciaba en un artículo la periodista Iolanda Fresnillo “el seísmo de 2010 levantó una gran ola de solidaridad, pero la ayuda no ha servido para poner las bases del desarrollo, sino para crear un laboratorio neoliberal”.
Más allá de las noticias periódicas que recuerdan el primero, segundo, tercer o cuarto aniversario de la catástrofe, el país que comparte isla con la República Dominicana ha vuelto a ser noticia esta semana, aunque no en tantos medios. Según ha destapado ProPublica, la Cruz Roja Americana habría lanzado en 2011 un proyecto multimillonario para reconstruir una de las zonas más devastadas por el terremoto. Uno de los puntos de este proyecto, llamado LAMIKA, era la construcción de centenares de casas y a día de hoy ni una sola se habría levantado en esta zona, Campeche, donde la mayoría de los residentes viven en chabolas.
Según el trabajo de investigación llevado a cabo por ProPublica la Cruz Roja Americana asegura que dio hogar a más de 130.000 personas pero solo se habrían construido seis casas en toda el territorio. Después de tener acceso a memorias confidenciales, emails de altos cargos y el testimonio frustrado de una docena de personas implicadas en el proyecto ilustran que la ONG habría roto varias promesas y desperdiciado donaciones.
Aunque no se conoce en detalle cómo la Cruz Roja invirtió los millones de dólares que consiguió a través de las donaciones para Haití, la investigación muestra que menos dinero del que debía llegó a aquellos que la Cruz Roja dijo.
Haití, un país pobre y castigado
Sin cuestionar el rol de las agencias de cooperación y las ONG, que son fundamentales, así como el esfuerzo y la solidaridad que llegaron a Haití de todas partes del mundo tomando como propio el lema de su bandera “L’Union Fait la Force”, investigaciones como la de ProPublica refuerzan la importancia de la transparencia y, de rebote, resaltan también que la ayuda a Haití no ha dejado nunca de ser necesaria.
Un niño observa a través de un portón fronterizo que divide Haití de República Dominicana. (Archivo/EFE)
Según el CIA World Factbook, el 80% de la población –más de la mitad de los habitantes del país tienen menos de 24 años- vive bajo el umbral de pobreza y el 54% en la pobreza extrema. Este país de las Antillas tiene también uno de los PIBs per cápita más bajos del mundo, igual que países como Uganda o Corea del Norte. Además, el terremoto causó más 7800 millones dólares en daños y provocó la contracción del PIB.
Haití es también víctima de la esclavitud infantil y el tráfico sexual. Los haitianos son explotados en el país vecino, en la República Dominicana, otras regiones del Caribe, Sudamérica o Estados Unidos y el riesgo de terminar en tráfico sexual o trabajos forzosos es mayor para las decenas de miles de desplazados internos que viven en campos desde el seísmo.