Revista Opinión

Cásate y se sumisa

Publicado el 27 noviembre 2013 por Alejandropumarino

Cásate y se sumisa

Está acostumbrada a dar noticias, pero esta vez la noticia es ella. La periodista italiana Costanza Miriano, que trabaja en la RAI, ha generado gran polémica tras la publicación de su libro Cásate y sé sumisa, un superventas en Italia que en España ha editado la editorial Nuevo Inicio, una iniciativa directa del Arzobispado de Granada. En apenas una semana, el titulo de su libro, que enseña la “obediencia leal y generosa, la sumisión”, ha llegado incluso al Congreso, después de que el PSOE registrara varias preguntas al Gobierno sobre las actuaciones que va a adoptar para evitar que esta publicación haga “apología del machismo”. Para la diputada socialista Carmen Montón, el libro “no contribuye a la lucha contra la violencia de género, sino que echa leña a ese fuego de la violencia machista”. También IU ha reaccionado en contra de la obra y ha pedido a la Fiscalía de Granada que intervenga y actúe contra la edición y venta por si fuera constitutivo de delito de “apología de la violencia contra las mujeres”. Miriano, de 42 años, madre de cuatro hijos y residente en Roma, dice que su fuente de inspiración es San Pablo y sus citas recogidas en la Biblia. Por eso, asegura que está sorprendida por toda la polémica“.

Efectivamente, la noticia surgió hace unas semanas, cuando la publicación surge en nuestro país, de una editorial vinculada a la Iglesia Católica y el escándalo está servico precisamente por la participación directa o indirecta del arobispado en cuestión. Hace un par de años, la Sra. Almeida, Dª Cristina, propuso quemar los libros escritos por César Vidal. Uno, que no es muy versado en estos temas, no encuentra ni medianamente razonable hacer pasto de las llamas los libros del Sr. Vidal ni ning´jn otro; el mismo motivo podría llevarnos a que alguien, con idéntica razón, defendise la quema de “El Capital” de Marx; claro que ese caso constituiría una atrocida y una demostración de fascismo, mientras que Dª Cristina, adalid de la libertad, salvaguarda, con su propuesta, nuestra salud intelectual evitándonos la contaminación con un escritor maldito. Maldito para ella, claro.

Si alguien publicase un libro en el que defendise la práctica de la sumisión como placer sexual, tengo la seguridad de que pasaría desapercibido por completo, y que se defendería la libertad de la persona para adoptar o asumir ese rol en el seno de la pareja. Si alguien se mostrase contrario a ello, no faltaría quien rompiese lanzas en favor de la libertad, de la orientación sexual y establecería como límites los lógicamente marcados por la ley. Pero si una mujer decide ser sumisa por sus creencias católicas, salta la chispa que provoca un incendio de magnitud considerable; cursiosamente no sucedería lo mismo si una publicación defendiese la poligamia como parte de la cultura mormona, por poner un ejemplo.

La conclusión es bien sencilla: No nos manifestamos contra la sumisión o contra la libertad de elección de los ciudadanos, sino contra la Iglesia, y concretamente, la católica. Nadie alza la voz en defensa de las mujeres musulmanas, sometidas por una ley ancestral, decimonónica y vejatoria, a la dictadura del varón, discriminadas hasta el punto de no poder dirigir la palabra a una persona del sexo contrario si no es en presencia de su marido, pero se ataca la decisión libre de una mujer católica de ser sumisa según el texto contenido en la Biblia. Del mismo modo que los catalanes prefieren no ser españoles a la independencia propia, de lo que se trata en este caso es de denostar al catolicismo por el resentimiento antiguo de tiempos pretéritos, y al precio de atentar contra la libertad de cada uno, algo verdaderamente terrible si tenemos en cuenta el precio que pagamos por alcanzarla. Personalmente no me gusta la sumisión, ni sexual ni relgiosa, pero no me importa que mis vecinos, en ejercicio de sus derechos, vivan, obren y actúen como les de la real gana, sin más límites que los establecidos por nuestro ordenamiento jurídico. Lo demás es hipocresía en estado puro, palabrería y un falso concepto de la libertad por parte de quienes se creen adalides de ella.


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