Las dos somos chicas moteras, ¿no os lo habíamos contado antes? Pues sí, de paquete, pero moteras a fin de cuentas... Una de nosotras lleva más de treinta años en el asiento de atrás de la moto de su media naranja. La otra tuvo la suya propia, cosas del pasado..., y ahora también se pasea en la trasera de la de su consorte. ¡Y nos encanta! A veces quedamos los cuatro para tapear por el centro, y allá que nos vamos motorizados, con la sensación de libertad inigualable que proporciona este transporte. Los viajes largos, sin embargo, quedaron atrás... La maternidad limitó nuestras ansias de aventuras considerablemente y, aunque conductores responsables, un potente motor y dos ruedas no dejan de tener su poquito de riesgo. El caso es que uno de nuestros vástagos, a punto de cumplir los dieciocho, no deja de dar la monserga con que quiere un ciclomotor, cosa que a la madre del muchacho le pone los pelos de punta... La respuesta ha sido rotunda, igual de rotunda que con el tema de los tatuajes; -"¡Cuando te vayas de casa te podrás comprar hasta la moto de Batman, pero mientras vivas aquí, nada de nada". El padre de la criatura se abstiene de comentar en voz alta (-¡yo he tenido moto toda la vida, y aquí sigo..!), por la cuenta que le trae... Inflexibles, superprotectoras, cagadas (con perdón). Sí, sí, lo sabemos, pero en esta santa casa no entra otro vehículo que necesite un casco diferente al vintage y decorativo que veis en la foto de abajo.
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¿Tenéis adolescentes con moto? Y si es así, ¿Cómo lo lleváis?