Revista Opinión

Cascos se fuma un puro

Publicado el 03 enero 2011 por Felipe @azulmanchego
Cascos se fuma un puro
ME HA SORPRENDIDO la decisión, extrema, de Francisco Álvarez-Cascos de abandonar el PP. Imagino, claro, que motivos no le deben faltar, aunque no acabo de entender cómo es posible que una persona de su experiencia política haya sido incapaz de entender algo tan básico como que en los partidos políticos rara vez funciona la democracia interna. Me llama, por tanto, la atención que alguien que ha sido número 2 del PP y que ha ocupado la cartera de Fomento, además de la vicepresidencia del gobierno, de la forma tan temperamental que lo hizo, con esa arrogancia, y tras haber cortado tantas cabezas, no pueda aceptar que la terrible lógica de la política también pudiera afectarle a él. Por muy bravo que se ponga y por muchos padrinos que hayan tratado de buscarle un plácido retiro en Asturias.
El “general secretario”, según lo definió el propio Aznar, que se apartó de la política en un momento complicado para el PP, quería volver precisamente ahora que el viento de las encuestas hincha las velas de la nave popular. Rajoy, en cambio, le ha cortado las alas y no sólo eso, sino que manda un mensaje de autoridad. Ni siquiera las presiones, sin disimulo, de Esperanza Aguirre han conseguido doblegar a un presidente del PP que, puestos a ser mal pensados, debe haber llegado a la conclusión de que baste que se lo pida la presidenta madrileña para que haga lo contrario. En deseos ardo de conocer qué tal se lo ha tomado Aguirre y cómo va a gestionar este desaire, después sobre todo de que el presidente del PP de Chamberí, Luis Asúa, distrito donde militaba Cascos, acusara a la dirección nacional de “falta de democracia interna”, además de denunciar la “indignación de la militancia”. ¿Y qué pensará, me pregunto, el propio Gallardón, ya que al fin y al cabo Asúa también es concejal en el Ayuntamiento de Madrid y cabe imaginar que nunca hubiera salido con un comunicado tan duro sin contar con la complacencia de Aguirre. No parece que la presidenta madrileña, a cinco meses de las elecciones municipales y autonómicas y con el trabajo que le ha costado aparentar una plácida relación con Rajoy, vaya a hurgar demasiado en la herida de Cascos, pero quieta no se va a quedar.
Cascos emprende, con mucho más estruendo, el camino por el que, de una forma u otra, ya transitaron torres tan altas como las de Acebes, Zaplana, Costa, Pizarro, Piqué o San Gil. Rajoy demuestra así que, como quien no quiere la cosa y a la chita callando, en apenas siete años ha ido soltando lastre dejando caer a muchos pesos pesados. Pero marcharse como se ha ido, dando ese sonoro portazo, acusando a Rajoy de anteponer “intereses personales”, que no ha explicado, evidencia lo que ya sabíamos, que es un personaje de armas tomar. Pero no sólo eso, echa paladas de tierra sobre su propio pasado enterrando 34 años de militancia con una pataleta muy propia de su natural vehemencia. Porque ya no es que abandone su partido sino que pretenda dañarlo en Asturias disputándole el mismo espacio político con una candidatura propia. Él sabrá. Si le sale bien, el sector duro del PP sacará pecho, y podrá fumarse el puro que se le atragante a Rajoy. Si se estrella, siempre podrá seguir pescando salmones envuelto en la bandera de Asturias mientras en la orilla escucha el inconfundible canto de las sirenas que le repiten aquello de ¡Paco, eres el más grande! El "campanu", de momento, tendrá que esperar.

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