Paradón de Casillas.
Iker, con la Copa del Mundial.
Vicente del Bosque. Foto de Alejandro Ruesga.
Vicente del Bosque saluda a los vecinos desde el bancón del Ayuntamiento de Salamanca.
Ocho días después del final del Mundial de Fútbol de Sudáfica, pese a los reiterativos elogios hacia Iker Casillas y Vicente del Bosque, insisto en mi reconocimiento y admiración hacia estos dos deportistas españoles. El portero del Real Madrid, de origen abulense y capitán de la selección, se convirtió en el mejor portero del Mundial, salvando su portería en repetidas ocasiones, incluidas las de penalti marcado por el paraguayo Óscar Cardozo en los cuartos de final o en las dos jugadas de mano a mano con el holandés Arjen Robben. Casillas ha disputado 108 partidos con la selección española, siendo el segundo futbolista con más internacionalidades en la selección. Los periodistas que retransmiten los partidos del Real Madrid hablan de “las apariciones” o “los milagros” de san Íker Casillas. Según Lissavetzky, secretario de Estado para el Deporte, la Medalla de Oro de la Real Orden del Mérito Deportivo recibida por Íker Casillas en 2010 no fue solo por su trayectoria deportiva “sino también por su comportamiento y decidido compromiso con la sociedad y con los más desfavorecidos”.
Por su parte, Vicente Del Bosque es, creo yo, el otro personaje más admirado del fútbol español. Sin perder en un solo momento su sencillez, demostró ser el mejor técnico. Siempre mantuvo la discreción más absoluta, cediendo el protagonismo a sus jugadores. Pese a no esconderse de la crítica, no generó ni una sola polémica y argumentó de forma incansable sus ideas para convencer a todos. Con la ayuda de Fernando Hierro, Director Deportivo que tuvo claro quién debía ser el sustituto del “sabio de Hortaleza”, Del Bosque se convirtió en seleccionador nacional. Llegó a Sudáfrica, haciendo fácil lo complejo, consiguiendo armonía en un vestuario plagado de estrellas, todas ellas convertidas en “chavales de buen corazón”, y manejando como nadie a los jugadores. A ellos les dio libertad en muchos aspectos, apostó siempre por el diálogo, se alejó del látigo y de la parafernalia que a tantos entrenadores cegó. Y, en el partido final con Holanda, se encaró, en un momento de tensión, con jugadores rivales, cansado de ver jugadas sucias como la de De Jong, cargándose a Xabi Alonso con la patada sobre su pecho, o con las constantes patadas a Andrés Iniesta.
Siempre con su inseparable Toni Grande, escuchando consejos tácticos en momentos claves, y con Javier Miñano, su hombre de confianza en el apartado físico, Del Bosque se convirtió en un entrenador que acertó en los cambios y aportó a España un 'Plan B' con un extremo puro como Jesús Navas. Tuvo aciertos desde el banquillo que cambiaron el guión de los duelos. Con el Real Madrid ganó dos Champions, dos Ligas, una Copa Intercontinental, dos Supercopas de España y una Supercopa de Europa, antes de ser cesado, pero el Mundial de Sudáfrica engrandece los valores clásicos del fútbol. E hizo triunfar la sencillez de una buena persona.
Miles de personas que portaban camisetas y banderas del combinado nacional ovacionaron ayer a Vicente Del Bosque, en la Plaza Mayor de Salamanca, al grito de “Campeones, Campeones”. PP y PSOE, las dos fuerzas políticas con representación en el Ayuntamiento, le recibieron. Del Bosque les pidió unidad antes de firmar en el Libro de Honores. Y les aseguró que “tendrán un salmantino sin fronteras” siempre a su lado, sin olvidar sus inicios en la ciudad del Tormes. El 11 de septiembre, el alcalde le nombrará Hijo Predilecto de la Ciudad, dentro del programa de Ferias y Fiestas. El primer edil, en compañía del resto de la Corporación, agradece así al seleccionador que sea “el hombre tranquilo que hace en todo momento lo que hay que hacer” y que “presume de ser salmantino”.