Revista Coaching

Caso de Empresa Familiar : Mimo

Por Juan Carlos Valda @grandespymes

Caso de Empresa Familiar : MimoEstán en Marbella, la ciudad que Michelle Obama eligió para pasar sus vacaciones, y recorren balnearios exclusivos y cascos históricos hasta encontrar la locación ideal para su campaña. Ella no necesita ver demasiado para saber qué busca. Lleva la esencia de la firma en su ADN y conoce cada prenda y cada colección desde su origen, exactamente. Para ser precisos, tiene la edad de la empresa, 44 años, y ahora repasa la historia de su familia mientras juega con los chicos que participan de la última colección de Mimo & Co., en España.

Sandra Erejomovich es la hija mayor de la señora Mimo, fundadora de una marca que nació cuando estaba embarazada (de Sandra, justamente) y tuvo que trasladarse a Paraná para acompañar a su marido, ingeniero agrónomo del INTA. “Ahí mamá se puso a hacer tapices para mí porque estaba aburrida -cuenta Sandra-. Como tenía muchos y le salían lindos, le propusieron venderlos”, recuerda. A los tapices le siguieron muñecos de trapo que sus abuelas vendían en Buenos Aires, ropa para muñecas, diseños con apliques y bordados y una “empresita”, que cada vez empezó a contar más ventas y empleados.

Ahora, la firma que vendía a los mayoristas de Once produce 9 millones de prendas anuales, tiene 35 locales propios, 101 franquicias, 52 locales en el exterior, 335 multimarcas y puntos de venta exclusivos y 800 empleados. ¿Sus dueños? La familia completa: mamá Mimo y papá Erejomovich, sus hermanos menores Ariela y Daniel, Sandra y su ex marido y director de imagen y producto, Gerardo Garcea. “Todos la hicimos crecer”, reconoce Sandra bajo el sol de Marbella. Ahora, ella está a cargo de marketing y eventos, su debilidad, y opera como anfitriona en un viaje que tiene a la Costa del Sol, Puerto Banús, y los pueblos blancos Ronda y Mijas como escenarios naturales de una colección donde prima el color y el styling. “Mi hermano es un poco la cabeza financiera, planifica con papá, y se encarga de las franquicias y el comercio exterior. Mi hermana (mamá de dos bebés) se ocupa de Mini Mimo y yo, de eventos y marketing. Al principio, quedé a cargo de los negocios propios, porque ‘tenía más carácter’, como decían mis padres. Abría locales y me ocupaba de todo: coordinadoras, vidrieras, uniformes. Fue el peor negocio de mi vida. Estaba cada vez más estresada y me peleaba con mi vieja”.

¿Cómo era tu relación con ella? Ahora me llevo muy bien. Pero no siempre fue así. Cuando me ocupaba de los locales, discutíamos muchísimo. Yo me mataba trabajando y por ahí ella iba a un lugar, veía algo mal y lo planteaba mal. La manera en que lo decía no me gustaba. Ella marcaba el error y yo me peleaba. Defendía a la gente que trabajaba conmigo porque sabía que hacía lo mejor posible y no se valoraba. Mamá se ocupaba de todo, no sólo del diseño. Sabía lo que pasaba en todas las áreas de la empresa. Tiene un radar… Es como una gran computadora.

Sandra actualmente está en pareja y tiene dos hijos de su primer matrimonio: Emanuel, 26, fotógrafo (y asistente de la campaña), y Sofía, 19, estudiante de cine. Los dos viven con su padre. “No estudié nada. Quedé embarazada a los 18, cuando estaba en quinto año. Y me casé. Pensábamos ir al Sur a hacer dulces. Re-hippies. Pero ahí, por necesidad, empezamos a hacer unos bolsos de lona estampados, con la característica de la marca, los bordados y los apliques, que resultaron carísimos. Ahí Gerardo aprendió a cortar. Mamá no estaba muy convencida de que el yerno trabajara con nosotros. Pero accedió y Gerardo comenzó a ayudarla. Mamá ponía la etiqueta adentro y él la puso afuera para que se viera la marca. Así empezamos. Aprendimos jugando. Emanuel tenía un año cuando abrí el primer local.” ¿Y cómo es trabajar en familia? Podemos discutir, pero es lo nuestro. La fuerza que da trabajar para algo que es de uno nunca se puede igualar. No se puede comparar con otra empresa, donde el motor no es la familia. Y para los empleados también. La relación que se genera es muy fuerte ¿Cómo influyen los roles y los mandatos familiares? A vos te mandaron a organizar locales…

Tenía fama de ser la mandona de la familia. Podía hacerlo, pero no era lo que más me gustaba. Surgen necesidades en la empresa y vas buscando en la familia quién las puede cumplir. Cada uno dispara para un lado. Esto hace que este motor funcione. Yo soy un desastre con los números y Gerardo también. Pero si nosotros no estuviéramos para difundir la marca y crearla, esto no funcionaría. Todo ayuda. Hace años que empezamos a incorporar gerentes externos. Durante 15 años tuvimos un asesor de empresas familiares, Carlos Srebrow. Las reuniones de directorio eran reuniones de directorio y terapias de familia al mismo tiempo. Pero llegó un momento en que decidimos hacer un cambio y poner a otro asesor de empresa que viera la situación del país, si nos convenía abrir locales o no, por ejemplo. Ahí planteé dedicarme a la publicidad, el marketing, los desfiles, las revistas, la tele, los eventos. Todo esto fue antes de la separación…

¿Y cómo es trabajar con el ex? Bárbaro, es como un hermano más. Es parte de mi familia. Me casé a los 18 y me separé a los 37, casi 20 años. Nos queremos muchísimo. Y lo necesitamos. Es importante para la empresa. Nosotros no entendemos a las parejas que terminan mal, y menos cuando tienen hijos.

¿Con la separación, se plantearon dividir la empresa? Luego de un primer momento, todo se acomodó. Mi mamá era como una mamá para él. Nos criamos juntos. Gerardo es dueño de la empresa también. Mis padres querían que heredáramos en vida. Y le dieron un 10% de las acciones a él como a cada uno de nosotros. Le corresponde. Sin él, la marca no sería lo que es.

¿Por qué? Durante años tratamos de encontrar a alguien que nos encamine la imagen y no pudimos. Gerardo encauzó a la marca. Se ocupa del diseño, producto, campaña.

En un alto de la producción, Gerardo habla también del tema y dice que le resulta fácil trabajar en familia. “Es muy relajado y cómodo. Hay un respeto general del trabajo de cada uno. Cada integrante ocupa un lugar y función específicos. Yo estoy a cargo del producto y la imagen. Esto comprende campañas publicitarias, arquitectura de los locales y diseño”.

¿Siempre fue así la organización? Al principio todos hacíamos de todo un poco. A medida que fue creciendo la empresa, cada uno se especializó en su área. Nos fuimos profesionalizando.

¿Qué es lo malo de trabajar en familia? Podemos decir ahora que no tiene nada negativo. Cuando éramos una empresa chica estaba muy difuso lo que hacía cada uno. Ahora, hay un respeto increíble. Está muy consolidada la empresa en ese sentido. No hay roces.

¿Tampoco celos? No, al contrario, nos consultamos.

¿Y qué le aconsejarías a los que tienen una empresa familiar y atraviesan por dificultades? No soy muy bueno para dar consejos, pero en estas situaciones hay dos cosas que van paralelas: uno, el objetivo en común, que sea compartido. Y después, el respeto entre los integrantes de la empresa. Esto es básico. Por ser familia no podés decir cualquier cosa, tenés que cuidarte más para no herir. Si hay cuidado, todo es mejor. Cada uno vibra de una manera. No podemos pretender que todos tengan la misma pasión que uno.

Fuente http://www.clarin.com/mujer/Trabajar-familia_0_325167491.html

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