Revista Opinión

Caso Faisán, historia de hoy mismo

Publicado el 16 julio 2011 por Romanas
Caso Faisán, historia de hoy mismo¿Se puede vivir en un país en el que una parte de la prensa, la mayor de la que se publica en Madrid, se revuelve contra el ministro, y el gobierno, que más ha hecho contra Eta, acusándoles de colaborar con ella?¿Se puede vivir en un país en el que los jueces, que deben de ser por exigencia principal de su profesión, imparciales, arriman con sus cotidianas decisiones el ascua a su propia sardina, es decir, al partido en el que militan todos sus familiares menos ellos, que no pueden hacerlo en ninguno de ellos, pero que todo el mundo sabe dónde están realmente? Y no estamos hablando de 2 noticias distintas sino de la misma: un juez ha dictado auto de procesamiento contra 3 de los más altos directivos del ministerio de Interior, cuando apenas si se han apagado las luces y los micrófonos en el salón en el que se proclamaba candidato del Psoe para las próximas elecciones generales al que todo el mundo, menos el PP, claro, considera como el mejor ministro de la materia que nunca tuvo España, y que ha situado para siempre a Eta contra las cuerdas.Pero éste es el país que tenemos en el mundo en que nos ha tocado vivir, de tal modo que la aves de caza lanzan disparos contra las escopetas y todos lo consideran normal porque ya es normal que el cinismo y la hipocresía se hayan convertido de algunos de los peores vicios en las 2 mejores virtudes a los ojos de una ciudadanía que ha perdido no sólo la vergüenza sino también la conciencia moral y el sentido de la realidad de tal modo que está asestándose a sí misma los últimos golpes mortales sin darse la menor cuenta.Porque apostar por los cínicos, los sinvergüenzas y los criminales no les será vano. Estos delitos políticosociales siempre se acaban pagando y, si no, que se lo pregunten a todos esos pueblos que han tenido que saldar sus cuentas consigo mismos: el alemán y el italiano, y a su manera también el español, por el crimen de haberse dejado llevar por el nazismo, el fascismo y el franquismo.Porque no lo debe de dudar nadie, la bestia que asoma ya su hocico por la puerta entreabierta no es un régimen normal, gobernado, dirigido por un partido normal, sino una nueva reedición de aquel régimen, el franquismo, que nos mantuvo atados de pies y manos en una de las peores esclavitudes modernas que el mundo ha conocido.Todos los síntomas indudables están ya concurriendo:A) el cansancio, el agotamiento social, la gente ve como su vida se empobrece a ojos vistas, a una velocidad tal que piensa que en poco tiempo más la situación puede llegar a ser irreversible y que los obligados a sacarlos del atolladero no sólo no lo hacen sino que echan más leña al fuego porque piensan, quizá con razón, que todo será mejor para ellos si todo va peor para el pueblo;B) la democracia como sistema eficiente de gobierno se ha desprestigiado totalmente, cunde la sensación de que todo va a seguir igual gane quien gane las próximas elecciones generales porque lo que nos mantiene en esta irresistible situación no son las personas concretas que dirigen el país ni tampoco los partidos que se van a turnar en el gobierno sino la estructura actual del propio páis en si mismo,C) de modo que es absolutamente necesario un nuevo golpe de Estado como aquel del 36 para que “una nueva mano de hierro se haga con los destinos de la Patria” por otros 40 años, por lo menos, porque está comprobado que a este desgraciado pueblo no se le puede dejar solo;D) hay, no obstante, 2 dificultades, en modo alguno insalvables para que no se produzca una nueva SALVACION:a) que no se ve por ningún lado ese militar ungido por la segura mano de Dios para que venga de nuevo desde el cielo a salvarnos a todos de esta evidente perdición, yb) que la más moderna y admitida filosofía política ultraderechista parece haber abandonado, quizá para siempre, la teoría golpista, de modo que ahora los golpes de Estado se producen de una manera completamente distinta: depauperando hasta el último límite a las clases populares de tal modo que no exista ya en ellas ninguna capacidad de análisis dialéctico de la situación y se admita a ésta como un estadio absolutamente natural en el desenvolvimiento de la historia humana.


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