Revista Sociedad
Voy a transcribir literalmente la serie de artículos escrita por José María Izquierdo, veterano periodista de El País, sobre el Caso Gürtel. El interés de este foco de corrupción, hace que lo incluya en mi blog, por si alguno de los lectores no hubiera tenido acceso al mismo. Son nueve capítulos, fruto de un exhaustivo trabajo de investigación que merece la pena leer.
Saquen sus propias conclusiones.
Se cumplen ahora cinco años de aquella mañana del 6 de febrero de 2009, en la que decenas de policías se desplegaron por la exclusiva urbanización gaditana de Sotogrande, por algunas calles del elegante barrio de Salamanca madrileño y por diversas poblaciones de los alrededores de la capital. El juez Baltasar Garzón había firmado las correspondientes órdenes de registro y detención y en la redada cayeron, entre otros, Francisco Correa y Pablo Crespo, los grandes jefes de una trama de corrupción que implicaba de arriba abajo al Partido Popular. Comenzaba a circular el caso Gürtel. Dicen quienes saben alemán que correa se traduce Leine; Gürtel sería cinturón. Solo matices. Cinco años más tarde, casi 200 imputados esperan juicio en la Audiencia Nacional y en el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana. La causa, gigantesca: más de 2.000 tomos.Cuenta un juez de los que han intervenido en la instrucción del caso que lo que en una primera aproximación aparentaba ser cosa de cuatro amiguetes se ha convertido finalmente en la acusación más directa contra la transparencia en la financiación de un determinado partido político. Un segundo juez da un paso más allá, y reconoce que todas las piezas del rompecabezas encajaron en su sitio cuando vio que se enfrentaba, nítidamente, a los modos y maneras de unos individuos organizados para delinquir. Ante una banda de delincuentes.No hay entre el caso Gürtel y el caso Bárcenas una separación nítida, porque la suciedad nunca tiene límites perfectamente definidos. El llamado caso Bárcenas es —por ahora— tan solo una pieza separada del caso Gürtel. El tesorero, aquel que señaló el pícaro Correa, está en la cárcel porque es uno de los principales imputados en Gürtel. Pero les decíamos que su propio caso ha alcanzado tal volumen de dinero y notoriedad pública que se merece otra serie. La tendrá. Porque ya el desarrollo de la Gürtel, sin el gran tesorero, tiene lo suyo.Porque quisieron hacernos creer desde el Partido Popular que el caso Gürtel apenas si era la peripecia —mínima, por otra parte— de cuatro pícaros que se habían aprovechado de la buena fe y aún mejor nombre del partido. Llegó a decirlo, con una pomposidad digna de mejor causa, el propio Mariano Rajoy, en una comparecencia inolvidable en el discurrir de esta historia. Era el 11 de febrero de 2009 cuando el líder del PP aparecía ante la opinión pública rodeado de la plana mayor de su partido, incluidos los líderes regionales, en un acto colectivo de todos a una con el líder natural, más propio de una dictadura bananera que de una democracia consolidada. Pero daba perfecta cuenta de su enorme preocupación.
“Esto no es una trama del PP, es una trama contra el PP”, clamó en una intervención que convendría leer con calma cinco años después para compararla con los hechos —hechos, repetimos— que la justicia ha ido probando uno a uno. Y en esa presunta trama el PP incluyó a jueces, fiscales y policías, todos ellos acusados de servil sometimiento a la vesania de los malvados Rubalcaba y Zapatero. ¡Cuánta mentira aquel día! Un repaso por aquella foto no deja de tener su interés. Flanquean al líder Dolores de Cospedal y Ana Mato; detrás, Francisco Camps; a dos metros, Javier Arenas y Esperanza Aguirre; a tres, Rita Barberá, y a cuatro, Federico Trillo, a quien encargó en ese mismo acto, como todo el mundo pudo entender, que dirigiera la batalla contra ese juez osado que se había atrevido a mover las placenteras aguas de la copiosa financiación del partido: Baltasar Garzón era el objetivo, como el propio Rajoy dejó dicho con nombre y apellido. Todos estos circunspectos escoltas irán saliendo, de una forma u otra, en esta historia de corrupción y miserias. Porque a pesar de las palabras de Rajoy, el caso Gürtel sí es una trama del PP. Y lo es del partido a todos sus niveles: nacional —con la sede de Génova en el centro de la tempestad—, autonómico —Madrid y Valencia, aunque no solo— y, por supuesto, municipal: Arganda, Majadahonda, Pozuelo, Boadilla…Y es que Gürtel —su equipo, su alineación— es inseparable del PP. Se adhiere a él como una segunda piel. No habría uno sin el otro. Siameses: trama Correa-cargos del PP. Y por eso, porque sí es una historia del PP, hay más de 70 excargos del partido imputados en las distintas causas, y por eso la Unidad Central de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF), de su propio Ministerio del Interior, en su informe definitivo del 30 de diciembre de 2013, señala hasta cinco veces que el Partido Popular se ha servido durante años y años de la trama Gürtel para financiar, entre otras cosas, sus actos electorales. Allí están las facturas y allí están los proveedores. ¿Todo era una maniobra contra el inocente PP?Es cierto que este drama tiene un punto de fuga algo ridículo. Veremos aparecer a un atildado conseguidor con aires de gánster de la Ley Seca al que le gusta que le llamen don Vito, como a Marlon Brando en El Padrino. Está también El Bigotes, personaje más bien bufo que parece escapado de una película de Pajares y Esteso. Y precisamente de ahí, de Pajares, proviene. Hay, además, alguna mamachicho. Y están el Albondiguilla, el Gafitas, el Rata, la Perla, la Barbie y hasta un tal Luis, que parece ser que era un cabrón. Habrá, también, viajes de fantasía y relojes de lujo. Muchos, muchísimos relojes de lujo. Sin olvidarnos de que Correa y su socio, El Bigotes, se gastaron 481.000 euros en un espectáculo con —atentos— Marlene Morreau, Malena Gracia y Rosanna Walls. La obra, que se estrenó en Barcelona en 2005, duró exactamente tres días. Se titulaba, hay que verlo, Las corsarias.Pero no nos dejemos engañar, porque también hay personajes de alto copete. Por ejemplo, el todopoderoso tesorero del partido, despacho a diez metros del de Rajoy, presidentes de comunidades autónomas, consejeros autonómicos, alcaldes, mandos del partido y dirigentes de todas las autonomías en las que gobernaba el PP, con lugar destacado para el que fuera secretario de organización del propio partido en Galicia. La nómina se engorda con flamantes empresarios, algún vicepresidente de petrolera, expertos en finanzas internacionales y abundantes amigos y familiares de aquel presidente que gobernó España de 1996 a 2004 que se llamaba José María Aznar. Hay, también, amplitud geográfica: Suiza, Miami, Nueva York, Panamá o Venezuela. Pero también mencionaremos las islas Vírgenes, Singapur o la Polinesia. Ya puestos, hasta aparecerá en esta historia un papa, Benedicto XVI, lluvia divina rápidamente transformada en euros para las arcas de aquella trama. Así que cuidado con que la anécdota nos tape lo fundamental: estamos ante un asunto gigantesco, un robo a mano armada de bienes públicos de una banda formada por puros atracadores con la connivencia de estirados neoliberales que echan pestes de lo público, pero que tanto gustan de echarse sus dineros a la faltriquera, que tanta falta les hacen para engordar cuentas en Suiza, lucir coches de lujo o llegarse en viajes de novios a islas exóticas y hoteles paradisiacos.La solemne aparición de Rajoy aquel día en la sede del PP pretendía conjurar el peligro que todo el PP vio llegar, con la firma torrencial de Garzón. El juez, la Fiscalía Anticorrupción y la UDEF llevaban trabajando un par de años y empalmaba, ya lo veremos, con otro caso anterior, el de las cuentas del BBVA-Privanza. Los mortales habíamos descubierto unos días antes que había un señor que se llamaba Francisco Correa y que parecía ser el jefe de una cuadrilla de delincuententes, tal como los pinta Hollywood; su segundo se llamaba Pablo Crespo y aparentaba un mayor empaque en la figura. Pronto se vio que tanto uno como otro no es que estuvieran relacionados con el PP, no, es que estaban encarnados en él.
Según la contabilidad oficial del partido, la trama comenzó a contratar con ellos en 1993. La primera factura registrada en sus libros oficiales, por un valor de 25.191 pesetas, apenas 150 euros, aparece junto a las iniciales FCS, Francisco Correa Sánchez. Desde entonces, y a través de decenas de empresas —Special Events, Easy Concept, Good and Better, etcétera—, llegó a facturar al partido más de 50 millones. Un largo pero jugoso camino. Empezó Correa organizando viajes y acabó haciéndose cargo de miles de actos electorales de las 14 elecciones —generales, autonómicas, locales— que se celebraron en aquellos 11 años, desde 1993 hasta 2004. Y siguió después en otras comunidades, con Madrid y Valencia en posición muy destacada. Entre medias, a finales de los noventa habían abierto otra vía de expolio. Los billetes de avión, los vinilos y las sillas eran poco botín para un grupo tan ambicioso. Pensaron que el dinero de verdad estaba en el boom inmobiliario que se veía venir. Los Ayuntamientos, se dijeron. Ahí está la pasta. Donde ya campaban por sus respetos los compadres de las nuevas generaciones del partido que Correa frecuentó durante aquellos años con su amigo Alejandro Agag: Ginés López, Guillermo Ortega, González Panero… Pero no adelantemos acontecimientos.Logró el dicharachero agente de viajes codearse con todos los cargos más relevantes de la dirección del partido durante toda la década de los noventa. Se acercaba con frecuencia al mismísimo José María Aznar. Charlaba y negociaba con el todopoderoso gerente, Luis Bárcenas, tantos años en la sombra y quizá otros tantos a la sombra. De su mano hacía mangas y capirotes. O con los secretarios generales de la época, Francisco Álvarez-Cascos y Javier Arenas. Chalaneaba con todos los cargos y dedicaba notables —y caros— cuidados hacia quienes tenían mano en las campañas electorales, como Jesús Sepúlveda, el marido de Ana Mato, o el secretario del gran jefe, Antonio Cámara. También tuvo tiempo para confraternizar, y mucho, con Alejandro Agag, que pronto sería el yerno de Aznar y Botella, tras ejercer de testigo en aquella desaforada ceremonia de El Escorial el 5 de noviembre de 2002, cuando el adusto y austero presidente del Gobierno perdió las vergüenzas y se transmutó en rumboso y pródigo dirigente. Volveremos a la Basílica en otra pieza. Se lo merece.Decimos que la Fiscalía Anticorrupción y la policía llevaban dos años trabajando en investigar esta trama. Pero antes, al hilo de la investigación del Juzgado número 5 de la Audiencia Nacional en torno a las cuentas secretas del BBVA-Privanza, se registraron varios despachos de abogados expertos en blanqueo de dinero y en desviar cuentas a paraísos fiscales. En el de Luis de Miguel se encontraron pistas sobre unas cuentas a nombre de un tal Francisco Correa. Se abrió pieza separada. En paralelo, la Fiscalía y la policía llevaban trabajando dos años en un caso en el que aparecía el mismo nombre. El 7 de noviembre de 2007, un exconcejal del PP de Majadahonda, José Luis Peñas, acompañado del abogado Ángel Galindo, presentó una explosiva denuncia ante la UDEF. No era cualquier cosa. Se trataba de una denuncia muy detallada, con abundantes anexos documentales y societarios sobre el modo de proceder de Correa y sus gentes, de manera muy especial en los Ayuntamientos de Madrid dominados por el PP: Arganda, Boadilla, Majadahonda, Pozuelo… Y entregan algo más: un CD con 18 horas de grabaciones… y su transcripción. En marzo de 2008, Peñas y Galindo ratifican la denuncia ante la Fiscalía Anticorrupción.Aquello tenía dinamita. Los datos eran abrumadores, y las voces, demoledoras. Peñas había estado grabando dos años las conversaciones de Correa. Terribles en fondo y forma. Por lo que se contaba en ellas y por cómo se contaba. La extorsión, el chantaje, la compra de políticos y funcionarios por parte de un chulo de barrio que presumía de su poder y su capacidad de comprar voluntades. Todo estaba ahí. Y apuntaba al centro del Partido Popular y sus aledaños. Sin estos papeles que aportaron Peñas y Galindo quizá hoy no tendríamos caso Gürtel. Para completar la acción, lo que faltaba pronto se encontró. En el registro de la oficina principal de la trama, en la madrileña calle de Velázquez, número 40, aparecieron los apuntes contables con sus correspondientes nombres, desde consejeros y diputados de la Comunidad de Madrid hasta aquellas ya famosas referencias a L. B. o L. Bárcenas, junto a centenares de pruebas de similar importancia. José Luis Izquierdo, el contable o administrador, los tenía grabados en un pen drive. Relojes de miles de euros, coches todoterreno, viajes de novios, trajes de marca, dinero en efectivo… Todos los cohechos estaban documentados y debidamente anotados en la casilla correspondiente. Compraban, vendían, especulaban, engañaban, robaban. En unos casos era un centro de deporte de alto nivel que nunca se construyó, como en Boadilla del Monte. En otros, como Majadahonda, oficinas de información al ciudadano superfluas y costosísimas. Y en todos, el amaño de contratos en favor de quienes tan generosos eran para pagar sus caprichos. Era, entre otras cosas, la demostración de la especulación inmobiliaria que alimentó la corrupción más descarnada. Es la terrible complicidad y conchabamiento de constructoras y política. A todos los niveles.En 2004, decíamos antes, la mala fama de los chicos de Correa y sus chanchullos en los Ayuntamientos ya ha trascendido a Génova. Quizá por inconsciencia o quizá por excesiva avaricia, habían tocado puntos neurálgicos que deberían haber dejado quietos. Como Majadahonda, donde reinaba el todopoderoso Ricardo Romero de Tejada, exalcalde y secretario regional del partido. Tampoco Luis Bárcenas necesitaba de sus servicios, que por entonces volaba hacia destinos más sustanciosos y de nivel muy superior. Ya habían hecho también sus negocios con AENA cuando Álvarez-Cascos era ministro de Fomento. Así que la trama se centra con fuerza en la Comunidad de Madrid y en Valencia. En el reino de Esperanza Aguirre se cuenta con la inestimable colaboración de Alberto López Viejo, consejero y ayudante de campo de la presidenta, por mucho que —ahora, en diciembre— insistiera la lideresa ante el juez que no era su hombre de confianza. El Bigotes despliega toda su batería de encantos en la Comunidad Valenciana y organiza todo un espectáculo de brillante colorido: chalé en La Nucía (Alicante) y piso de lujo en la capital, motos espectaculares, chaquetas y chaquetillas a medida, manos largas para el regalo y frases dulzonas para la adulación a cursis redomados y señoras educadísimas. Se trafica con marquesinas y carpas, pero también con el pabellón de Fitur o la visita del Papa en 2006, y para ello se cuenta con la inestimable colaboración de la dirección de Canal 9, hoy cerrada, víctima de sus muchas miserias. Pero Orange Market se dedica, sobre todo, a hacer lo que en Madrid habían hecho durante años. Obras verdaderas y falsas, y facturas verdaderas y falsas. Más lo segundo que lo primero. Financiación ilegal del PP, dicen las causas que hay abiertas en Valencia.
Garzón había desatado la galerna con aquellas órdenes de detención, y el PP —pillado in fraganti— no podía consentir que todos los ciudadanos viéramos sus muchas vergüenzas. Desatados sus dirigentes y alertados los estrategas, comenzaron entonces todas las batallas para evitar los daños. Desde las mentiras repetidas una y otra vez hasta las presiones indisimuladas a algunos jueces, como a un debilitado por una dura enfermedad Antonio Pedreira, maniobra orquestada por el siempre dispuesto Federico Trillo, incluidas las coacciones y amenazas a testigos comprometidos. ¿Se acuerdan de las visitas del exministro a la sastrería de José Tomás, que aguantó a pie firme una canallesca persecución del PP y su prensa adicta? Aquello no debía prosperar, y hay que reconocer que el actual embajador en Londres obtuvo algún triunfo relevante. Hoy, cinco años después de aquel auto de detención, la justicia solo ha redactado una condena: la de Baltasar Garzón. Esa vergonzante expulsión, más la dilación del caso, tan favorable a la causa, han sido algunos de sus triunfos. Pero a pesar de que en la tramitación judicial el PP intentó lo que no está escrito, impúdicos tejemanejes incluidos, nunca lograron frenar del todo el paso implacable del Estado de derecho.Pero en el PP no contaban con la independencia de algunos o algunas fiscales anticorrupción, en la Audiencia Nacional y en Valencia, así como el arrojo de algunos jueces que han seguido adelante con el caso en Madrid y en Valencia —Garzón, Pedreira, Ruz, Flors, Ceres— a pesar de las dificultades y las zancadillas, con una investigación tan compleja como esta. Se avanza renqueando y a rastras, pero se avanza. Al esfuerzo y valor de quien acabamos de citar debemos agradecérselo. El sistema democrático funciona gracias a ellos.En los siguientes capítulos iremos viendo —con detalle— cómo actuaban unos y otros. Una vergüenza, un descaro, una impudicia. De los Correas y de los cargos del PP. Porque Gürtel es un caso de ambos.
© José María Izquierdo para El País
Saquen sus propias conclusiones.
Se cumplen ahora cinco años de aquella mañana del 6 de febrero de 2009, en la que decenas de policías se desplegaron por la exclusiva urbanización gaditana de Sotogrande, por algunas calles del elegante barrio de Salamanca madrileño y por diversas poblaciones de los alrededores de la capital. El juez Baltasar Garzón había firmado las correspondientes órdenes de registro y detención y en la redada cayeron, entre otros, Francisco Correa y Pablo Crespo, los grandes jefes de una trama de corrupción que implicaba de arriba abajo al Partido Popular. Comenzaba a circular el caso Gürtel. Dicen quienes saben alemán que correa se traduce Leine; Gürtel sería cinturón. Solo matices. Cinco años más tarde, casi 200 imputados esperan juicio en la Audiencia Nacional y en el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana. La causa, gigantesca: más de 2.000 tomos.Cuenta un juez de los que han intervenido en la instrucción del caso que lo que en una primera aproximación aparentaba ser cosa de cuatro amiguetes se ha convertido finalmente en la acusación más directa contra la transparencia en la financiación de un determinado partido político. Un segundo juez da un paso más allá, y reconoce que todas las piezas del rompecabezas encajaron en su sitio cuando vio que se enfrentaba, nítidamente, a los modos y maneras de unos individuos organizados para delinquir. Ante una banda de delincuentes.No hay entre el caso Gürtel y el caso Bárcenas una separación nítida, porque la suciedad nunca tiene límites perfectamente definidos. El llamado caso Bárcenas es —por ahora— tan solo una pieza separada del caso Gürtel. El tesorero, aquel que señaló el pícaro Correa, está en la cárcel porque es uno de los principales imputados en Gürtel. Pero les decíamos que su propio caso ha alcanzado tal volumen de dinero y notoriedad pública que se merece otra serie. La tendrá. Porque ya el desarrollo de la Gürtel, sin el gran tesorero, tiene lo suyo.Porque quisieron hacernos creer desde el Partido Popular que el caso Gürtel apenas si era la peripecia —mínima, por otra parte— de cuatro pícaros que se habían aprovechado de la buena fe y aún mejor nombre del partido. Llegó a decirlo, con una pomposidad digna de mejor causa, el propio Mariano Rajoy, en una comparecencia inolvidable en el discurrir de esta historia. Era el 11 de febrero de 2009 cuando el líder del PP aparecía ante la opinión pública rodeado de la plana mayor de su partido, incluidos los líderes regionales, en un acto colectivo de todos a una con el líder natural, más propio de una dictadura bananera que de una democracia consolidada. Pero daba perfecta cuenta de su enorme preocupación.
“Esto no es una trama del PP, es una trama contra el PP”, clamó en una intervención que convendría leer con calma cinco años después para compararla con los hechos —hechos, repetimos— que la justicia ha ido probando uno a uno. Y en esa presunta trama el PP incluyó a jueces, fiscales y policías, todos ellos acusados de servil sometimiento a la vesania de los malvados Rubalcaba y Zapatero. ¡Cuánta mentira aquel día! Un repaso por aquella foto no deja de tener su interés. Flanquean al líder Dolores de Cospedal y Ana Mato; detrás, Francisco Camps; a dos metros, Javier Arenas y Esperanza Aguirre; a tres, Rita Barberá, y a cuatro, Federico Trillo, a quien encargó en ese mismo acto, como todo el mundo pudo entender, que dirigiera la batalla contra ese juez osado que se había atrevido a mover las placenteras aguas de la copiosa financiación del partido: Baltasar Garzón era el objetivo, como el propio Rajoy dejó dicho con nombre y apellido. Todos estos circunspectos escoltas irán saliendo, de una forma u otra, en esta historia de corrupción y miserias. Porque a pesar de las palabras de Rajoy, el caso Gürtel sí es una trama del PP. Y lo es del partido a todos sus niveles: nacional —con la sede de Génova en el centro de la tempestad—, autonómico —Madrid y Valencia, aunque no solo— y, por supuesto, municipal: Arganda, Majadahonda, Pozuelo, Boadilla…Y es que Gürtel —su equipo, su alineación— es inseparable del PP. Se adhiere a él como una segunda piel. No habría uno sin el otro. Siameses: trama Correa-cargos del PP. Y por eso, porque sí es una historia del PP, hay más de 70 excargos del partido imputados en las distintas causas, y por eso la Unidad Central de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF), de su propio Ministerio del Interior, en su informe definitivo del 30 de diciembre de 2013, señala hasta cinco veces que el Partido Popular se ha servido durante años y años de la trama Gürtel para financiar, entre otras cosas, sus actos electorales. Allí están las facturas y allí están los proveedores. ¿Todo era una maniobra contra el inocente PP?Es cierto que este drama tiene un punto de fuga algo ridículo. Veremos aparecer a un atildado conseguidor con aires de gánster de la Ley Seca al que le gusta que le llamen don Vito, como a Marlon Brando en El Padrino. Está también El Bigotes, personaje más bien bufo que parece escapado de una película de Pajares y Esteso. Y precisamente de ahí, de Pajares, proviene. Hay, además, alguna mamachicho. Y están el Albondiguilla, el Gafitas, el Rata, la Perla, la Barbie y hasta un tal Luis, que parece ser que era un cabrón. Habrá, también, viajes de fantasía y relojes de lujo. Muchos, muchísimos relojes de lujo. Sin olvidarnos de que Correa y su socio, El Bigotes, se gastaron 481.000 euros en un espectáculo con —atentos— Marlene Morreau, Malena Gracia y Rosanna Walls. La obra, que se estrenó en Barcelona en 2005, duró exactamente tres días. Se titulaba, hay que verlo, Las corsarias.Pero no nos dejemos engañar, porque también hay personajes de alto copete. Por ejemplo, el todopoderoso tesorero del partido, despacho a diez metros del de Rajoy, presidentes de comunidades autónomas, consejeros autonómicos, alcaldes, mandos del partido y dirigentes de todas las autonomías en las que gobernaba el PP, con lugar destacado para el que fuera secretario de organización del propio partido en Galicia. La nómina se engorda con flamantes empresarios, algún vicepresidente de petrolera, expertos en finanzas internacionales y abundantes amigos y familiares de aquel presidente que gobernó España de 1996 a 2004 que se llamaba José María Aznar. Hay, también, amplitud geográfica: Suiza, Miami, Nueva York, Panamá o Venezuela. Pero también mencionaremos las islas Vírgenes, Singapur o la Polinesia. Ya puestos, hasta aparecerá en esta historia un papa, Benedicto XVI, lluvia divina rápidamente transformada en euros para las arcas de aquella trama. Así que cuidado con que la anécdota nos tape lo fundamental: estamos ante un asunto gigantesco, un robo a mano armada de bienes públicos de una banda formada por puros atracadores con la connivencia de estirados neoliberales que echan pestes de lo público, pero que tanto gustan de echarse sus dineros a la faltriquera, que tanta falta les hacen para engordar cuentas en Suiza, lucir coches de lujo o llegarse en viajes de novios a islas exóticas y hoteles paradisiacos.La solemne aparición de Rajoy aquel día en la sede del PP pretendía conjurar el peligro que todo el PP vio llegar, con la firma torrencial de Garzón. El juez, la Fiscalía Anticorrupción y la UDEF llevaban trabajando un par de años y empalmaba, ya lo veremos, con otro caso anterior, el de las cuentas del BBVA-Privanza. Los mortales habíamos descubierto unos días antes que había un señor que se llamaba Francisco Correa y que parecía ser el jefe de una cuadrilla de delincuententes, tal como los pinta Hollywood; su segundo se llamaba Pablo Crespo y aparentaba un mayor empaque en la figura. Pronto se vio que tanto uno como otro no es que estuvieran relacionados con el PP, no, es que estaban encarnados en él.
Según la contabilidad oficial del partido, la trama comenzó a contratar con ellos en 1993. La primera factura registrada en sus libros oficiales, por un valor de 25.191 pesetas, apenas 150 euros, aparece junto a las iniciales FCS, Francisco Correa Sánchez. Desde entonces, y a través de decenas de empresas —Special Events, Easy Concept, Good and Better, etcétera—, llegó a facturar al partido más de 50 millones. Un largo pero jugoso camino. Empezó Correa organizando viajes y acabó haciéndose cargo de miles de actos electorales de las 14 elecciones —generales, autonómicas, locales— que se celebraron en aquellos 11 años, desde 1993 hasta 2004. Y siguió después en otras comunidades, con Madrid y Valencia en posición muy destacada. Entre medias, a finales de los noventa habían abierto otra vía de expolio. Los billetes de avión, los vinilos y las sillas eran poco botín para un grupo tan ambicioso. Pensaron que el dinero de verdad estaba en el boom inmobiliario que se veía venir. Los Ayuntamientos, se dijeron. Ahí está la pasta. Donde ya campaban por sus respetos los compadres de las nuevas generaciones del partido que Correa frecuentó durante aquellos años con su amigo Alejandro Agag: Ginés López, Guillermo Ortega, González Panero… Pero no adelantemos acontecimientos.Logró el dicharachero agente de viajes codearse con todos los cargos más relevantes de la dirección del partido durante toda la década de los noventa. Se acercaba con frecuencia al mismísimo José María Aznar. Charlaba y negociaba con el todopoderoso gerente, Luis Bárcenas, tantos años en la sombra y quizá otros tantos a la sombra. De su mano hacía mangas y capirotes. O con los secretarios generales de la época, Francisco Álvarez-Cascos y Javier Arenas. Chalaneaba con todos los cargos y dedicaba notables —y caros— cuidados hacia quienes tenían mano en las campañas electorales, como Jesús Sepúlveda, el marido de Ana Mato, o el secretario del gran jefe, Antonio Cámara. También tuvo tiempo para confraternizar, y mucho, con Alejandro Agag, que pronto sería el yerno de Aznar y Botella, tras ejercer de testigo en aquella desaforada ceremonia de El Escorial el 5 de noviembre de 2002, cuando el adusto y austero presidente del Gobierno perdió las vergüenzas y se transmutó en rumboso y pródigo dirigente. Volveremos a la Basílica en otra pieza. Se lo merece.Decimos que la Fiscalía Anticorrupción y la policía llevaban dos años trabajando en investigar esta trama. Pero antes, al hilo de la investigación del Juzgado número 5 de la Audiencia Nacional en torno a las cuentas secretas del BBVA-Privanza, se registraron varios despachos de abogados expertos en blanqueo de dinero y en desviar cuentas a paraísos fiscales. En el de Luis de Miguel se encontraron pistas sobre unas cuentas a nombre de un tal Francisco Correa. Se abrió pieza separada. En paralelo, la Fiscalía y la policía llevaban trabajando dos años en un caso en el que aparecía el mismo nombre. El 7 de noviembre de 2007, un exconcejal del PP de Majadahonda, José Luis Peñas, acompañado del abogado Ángel Galindo, presentó una explosiva denuncia ante la UDEF. No era cualquier cosa. Se trataba de una denuncia muy detallada, con abundantes anexos documentales y societarios sobre el modo de proceder de Correa y sus gentes, de manera muy especial en los Ayuntamientos de Madrid dominados por el PP: Arganda, Boadilla, Majadahonda, Pozuelo… Y entregan algo más: un CD con 18 horas de grabaciones… y su transcripción. En marzo de 2008, Peñas y Galindo ratifican la denuncia ante la Fiscalía Anticorrupción.Aquello tenía dinamita. Los datos eran abrumadores, y las voces, demoledoras. Peñas había estado grabando dos años las conversaciones de Correa. Terribles en fondo y forma. Por lo que se contaba en ellas y por cómo se contaba. La extorsión, el chantaje, la compra de políticos y funcionarios por parte de un chulo de barrio que presumía de su poder y su capacidad de comprar voluntades. Todo estaba ahí. Y apuntaba al centro del Partido Popular y sus aledaños. Sin estos papeles que aportaron Peñas y Galindo quizá hoy no tendríamos caso Gürtel. Para completar la acción, lo que faltaba pronto se encontró. En el registro de la oficina principal de la trama, en la madrileña calle de Velázquez, número 40, aparecieron los apuntes contables con sus correspondientes nombres, desde consejeros y diputados de la Comunidad de Madrid hasta aquellas ya famosas referencias a L. B. o L. Bárcenas, junto a centenares de pruebas de similar importancia. José Luis Izquierdo, el contable o administrador, los tenía grabados en un pen drive. Relojes de miles de euros, coches todoterreno, viajes de novios, trajes de marca, dinero en efectivo… Todos los cohechos estaban documentados y debidamente anotados en la casilla correspondiente. Compraban, vendían, especulaban, engañaban, robaban. En unos casos era un centro de deporte de alto nivel que nunca se construyó, como en Boadilla del Monte. En otros, como Majadahonda, oficinas de información al ciudadano superfluas y costosísimas. Y en todos, el amaño de contratos en favor de quienes tan generosos eran para pagar sus caprichos. Era, entre otras cosas, la demostración de la especulación inmobiliaria que alimentó la corrupción más descarnada. Es la terrible complicidad y conchabamiento de constructoras y política. A todos los niveles.En 2004, decíamos antes, la mala fama de los chicos de Correa y sus chanchullos en los Ayuntamientos ya ha trascendido a Génova. Quizá por inconsciencia o quizá por excesiva avaricia, habían tocado puntos neurálgicos que deberían haber dejado quietos. Como Majadahonda, donde reinaba el todopoderoso Ricardo Romero de Tejada, exalcalde y secretario regional del partido. Tampoco Luis Bárcenas necesitaba de sus servicios, que por entonces volaba hacia destinos más sustanciosos y de nivel muy superior. Ya habían hecho también sus negocios con AENA cuando Álvarez-Cascos era ministro de Fomento. Así que la trama se centra con fuerza en la Comunidad de Madrid y en Valencia. En el reino de Esperanza Aguirre se cuenta con la inestimable colaboración de Alberto López Viejo, consejero y ayudante de campo de la presidenta, por mucho que —ahora, en diciembre— insistiera la lideresa ante el juez que no era su hombre de confianza. El Bigotes despliega toda su batería de encantos en la Comunidad Valenciana y organiza todo un espectáculo de brillante colorido: chalé en La Nucía (Alicante) y piso de lujo en la capital, motos espectaculares, chaquetas y chaquetillas a medida, manos largas para el regalo y frases dulzonas para la adulación a cursis redomados y señoras educadísimas. Se trafica con marquesinas y carpas, pero también con el pabellón de Fitur o la visita del Papa en 2006, y para ello se cuenta con la inestimable colaboración de la dirección de Canal 9, hoy cerrada, víctima de sus muchas miserias. Pero Orange Market se dedica, sobre todo, a hacer lo que en Madrid habían hecho durante años. Obras verdaderas y falsas, y facturas verdaderas y falsas. Más lo segundo que lo primero. Financiación ilegal del PP, dicen las causas que hay abiertas en Valencia.
Garzón había desatado la galerna con aquellas órdenes de detención, y el PP —pillado in fraganti— no podía consentir que todos los ciudadanos viéramos sus muchas vergüenzas. Desatados sus dirigentes y alertados los estrategas, comenzaron entonces todas las batallas para evitar los daños. Desde las mentiras repetidas una y otra vez hasta las presiones indisimuladas a algunos jueces, como a un debilitado por una dura enfermedad Antonio Pedreira, maniobra orquestada por el siempre dispuesto Federico Trillo, incluidas las coacciones y amenazas a testigos comprometidos. ¿Se acuerdan de las visitas del exministro a la sastrería de José Tomás, que aguantó a pie firme una canallesca persecución del PP y su prensa adicta? Aquello no debía prosperar, y hay que reconocer que el actual embajador en Londres obtuvo algún triunfo relevante. Hoy, cinco años después de aquel auto de detención, la justicia solo ha redactado una condena: la de Baltasar Garzón. Esa vergonzante expulsión, más la dilación del caso, tan favorable a la causa, han sido algunos de sus triunfos. Pero a pesar de que en la tramitación judicial el PP intentó lo que no está escrito, impúdicos tejemanejes incluidos, nunca lograron frenar del todo el paso implacable del Estado de derecho.Pero en el PP no contaban con la independencia de algunos o algunas fiscales anticorrupción, en la Audiencia Nacional y en Valencia, así como el arrojo de algunos jueces que han seguido adelante con el caso en Madrid y en Valencia —Garzón, Pedreira, Ruz, Flors, Ceres— a pesar de las dificultades y las zancadillas, con una investigación tan compleja como esta. Se avanza renqueando y a rastras, pero se avanza. Al esfuerzo y valor de quien acabamos de citar debemos agradecérselo. El sistema democrático funciona gracias a ellos.En los siguientes capítulos iremos viendo —con detalle— cómo actuaban unos y otros. Una vergüenza, un descaro, una impudicia. De los Correas y de los cargos del PP. Porque Gürtel es un caso de ambos.
© José María Izquierdo para El País
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