Voy a transcribir literalmente la serie de artículos escrita por José María Izquierdo, veterano periodista de El País, sobre el Caso Gürtel. El interés de este foco de corrupción, hace que lo incluya en mi blog, por si alguno de los lectores no hubiera tenido acceso al mismo. Son once capítulos, fruto de un exhaustivo trabajo de investigación que merece la pena leer.
Saquen sus propias conclusiones.
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Una visita papal provechosa para el alma y para algunos bolsillos
No podía haber mejor fiesta gozosa para las muy piadosas autoridades de la Comunidad Valenciana que la visita de un Papa, en este caso Benedicto XVI. Aquellos días, 8 y 9 de julio de 2006, debían ser para el equipo de Francisco Camps la demostración ante el universo entero del poderío que entonces inundaba de doblones las bodegas de la nave levantina. Para controlar que no estuviera fuera de su sitio ni una sola hoja de los árboles del camino se creó, a pachas entre Generalitat, Ayuntamiento, Diputación y Arzobispado la Fundación V Encuentro Mundial de las Familias. ¿Será por dinero?, se decían manilargos unos consejeros a otros, mientras Camps —El Curita, le decían en la trama— sonreía beatíficamente y se lanzaba requiebros telefónicos con un señor muy divertido al que le llamaban El Bigotes. El mundo era suyo, la comunidad era suya y los contratos eran suyos. ¿Un Calatrava? Tres, cuatro, cinco. Los que hicieran falta. ¿Avenidas? A decenas. ¿Aeropuertos? Como el de Castellón. A quien menos le molestaba la prodigalidad era a Álvaro Pérez, El Bigotes, que mejor estar donde hay mucho.
Tanta felicidad a punto estuvieron de ensombrecerla unos infortunados pasajeros del metro valenciano, cuando tres días antes de la llegada del Papa, a las 13.03 horas del 3 de julio, un tren descarriló en una curva cercana a la estación de Jesús. 47 muertos y 43 heridos, muchos de ellos lanzados a través de unas ventanas sin refuerzo y que fueron aplastados por el vagón que se deslizó durante muchos metros sobre su lateral. La orden fue tajante: Canal 9, la televisión de la comunidad, debía silenciar lo más posible ese desgraciado accidente y, desde luego, no alterar ni un ápice la programación, ya dedicada en cuerpo y alma —sobre todo alma— al recibimiento al Papa. Tal cual lo hizo, ante la parálisis de una plantilla inmunizada frente a las injusticias. Así que el muy atareado Juan Cotino, el hombre más religioso de cuantos hombres —y mujeres— religiosos andaban por la Generalitat, y que llevaba meses desviviéndose en la Fundación y fuera de ella para que nada faltara en tan señalada visita, fue el encargado de silenciar a las víctimas, ofreciéndoles alguna dádiva si la protesta se anestesiaba porque nada podía enturbiar aquellos días gloriosos. Gran labor misericordiosa la suya, sin duda, porque era tiempo de gozos, y no de sollozos.
Meses antes, esa misma televisión que compitió en indignidad con el equipo de Camps, ya se había encargado de que todo estuviera dispuesto para reforzar hasta la hipérbole aquella visita. Por lo pronto, la Generalitat ya había dejado bien claro a Moncloa que no querían ver en kilómetros a la redonda a nadie de TVE, que era, y es, quien acostumbra a cubrir, por medios y experiencia, las visitas de los primeros mandatarios mundiales, como son los Papas. Una de las personas que entonces —mes de abril— se entrevistaron con las autoridades civiles y con el propio arzobispo valenciano, detectó rápidamente el rechazo político, ideológico… y económico. “Allí se les veía que les sobraba el dinero”. El cierre lo puso Esteban González Pons, a la sazón consejero y portavoz del Gobierno valenciano. “Doy por clausurada esta reunión”, les dijo de malos modos. Fuera. Esto es nuestro.
Y tan suyo que era. Además de los muchos millones que le costó a Canal 9 la retransmisión-13, se calcula, y ya conocen su triste final— sus directivos recibieron el encargo de llenar de pantallas la ciudad para que los 1,5 millones de fieles que se esperaba que acudieran a Valencia pudieran seguir al detalle la misa que se iba a retransmitir desde el marco incomparable que formaba el conjunto de Calatravas en el cauce del río, más bonito que un San Luis. El encargo fue recogido por un dispuestísimo director general de la Ràdio Televisió Valenciana, Pedro García Gimeno, que, sorpresas nos da la vida, era íntimo amigo de Francisco Correa y de El Bigotes. (Posteriormente se supo que Pedro García llegó a tener hasta un 20% de Orange Market. Íntimos amigos, decíamos… y socios).
Y como entre colegas todo se hace más sencillo, enseguida hubo acuerdo. García autoriza —ojo con las fechas— que la contratación se negociara por motivos de urgencia “con precio libre” y “sin publicidad”. El mejor territorio, como sabemos, para las habilidades de la trama. Tras un aberrante concursillo, el 8 de mayo —ojo con las fechas— se produce la adjudicación para el complejo montaje técnico. Quiso el destino —y la trama Correa— que el premio recayera en la empresa Teconsa, la empresa constructora de nuestro conocido José Luis Ulibarri, que no tenía ni la menor idea de cómo se montaban tales dispositivos porque jamás había hecho algo ni siquiera parecido. Pero eso sí, era “la más cara y desaforada”, según uno de los conocedores del concurso, con un presupuesto de 7.493.600 euros. Sin problemas porque el adjudicatario real, Gürtel, tenía todo previsto: el montaje lo harían otras empresas, que sí tenían los conocimientos y los medios necesarios, sobre todo Sirius Showequipment, que cobró 3.654.000, IVA incluido, una subcontrata alemana que ya había hecho esa labor en el viaje de Benedicto XVI a Colonia en 2005 y que el Vaticano —aquí todos tienen amigos— ya se había encargado de recomendar. Hay, también, participación de otras empresas con importes menores que sí hicieron trabajos, como Apogee o Impacto Producciones, pero asoman otras como Castaño Corporate y Free Consulting, empresas de la trama y tapadera para generar facturas falsas. En Castaño, compraventa de inmuebles, aparecían por sus escrituras Jacobo Gordon, Blanco Balín o el propio Crespo.
Pero veamos algunos detalles para entender ese concurso que Pedro García tuvo la desfachatez de convocar. Primero, las fechas. Alegar urgencia tenía lo suyo, porque la visita papal ya se conocía desde mucho antes, como es natural. El sumario recoge una carta del 17 de enero de 2006 de la empresa Apogee Telecomunicaciones SA, una de las subcontratas, a Teconsa para estudiar “documentación y cifras” sobre el proyecto de Valencia. ¡Cuatro meses antes del concurso! Y el 1 de febrero hace lo propio otra subcontrata, Impacto Producciones, a la que había pedido ayuda Apogee. Pero es que un conocido experto en este tipo de instalaciones, Miguel Torroja, declaró al juez Ruz que en febrero de 2006 fue contratado para el diseño del montaje por Pablo Crespo y que entonces ya sabía que Teconsa era la tapadera, porque la adjudicación era en realidad para Special Events. Él, por lo pronto, trataba los detalles con Crespo y, a veces, Álvaro Pérez.
Las fechas también fueron refrendadas ante Ruz, entre otros, por Luis Sabater, el jefe del departamento técnico, que declaró que ya en febrero, tres meses antes del concurso, el director de Canal 9, Pedro García, le dio el teléfono de El Bigotes para que se encargara de la sonorización del acto. Contó, también, que le llevó a ver a Cotino y que posteriormente le presentó a Torroja. Todo ello antes, claro está, de que se fallara el fantasmal concurso, con ganador decidido de antemano. “Esconde el contrato”, le decían los jefes a una empleada.
Resultado del amaño según recoge un informe de la Policía Judicial del 25 de noviembre de 2009 de contabilidad de la trama: Gürtel se embolsó 2.830.000 de los 7,4 millones de euros de la adjudicación. Reparto: 1,4 millones para Francisco Correa, que para eso es el capo; 630.000 para su número dos, Pablo Crespo. A El Bigotes le cayó medio millón, lo mismo que a Pedro García, el director general de la RTVV. Para Teconsa se fueron 200.000 euros, y el resto, 600.000, se los quedó un receptor inidentificado que aparece bajo la letra R. Los investigadores han apostado por Ramón Blanco Balín, aunque sin poder confirmarlo. Cinco años después, el juez José Ceres decretó un nuevo secreto del sumario, que acaba de levantar, porque ha habido nuevos testigos y nuevas declaraciones provenientes de unos funcionarios de Canal 9 y de un extrabajador de Orange Market, que han decidido hablar.
Y no hace demasiado tiempo, la Generalitat tuvo que inyectar dos millones para la Fundación V Encuentro Mundial de la Familia, aquel organismo cuatripartito y de cuentas opacas que nació en 2006 para un sueño que acabó en fiasco: del millón y medio o dos millones de peregrinos previstos, apenas si se alcanzaron los 250.000, y de las 500.000 mochilas conmemorativas todavía se ven por la ciudad los restos de 200.000 de ellas que se quedaron sin piadosa espalda portadora.
Y de muestra, tres eran tresLos métodos de Gürtel fueron variados, como ya hemos ido viendo. En Valencia hay muestras notables. Por ejemplo, cómo lograr la adjudicación 138.678 euros— de la campaña publicitaria de la sociedad pública Vaersa, dedicada al aprovechamiento energético de residuos. Se trataba de sensibilizar al respetable sobre el uso del contenedor amarillo. De nuevo el concurso, como tantos que hemos visto en esta serie, se hizo mediante un procedimiento negociado y sin publicidad.
Se invita a tres empresas, tres. Concurrencia y transparencia, pues. Porque quién iba a saber que el administrador único de las tres, Orange Market, Easy Concept Comunication y Boomerangdrive, era el mismo: Luis Miguel Pérez. Y las tres, ya lo hemos visto antes, eran unas de las muchas que se integraban en el tinglado de Correa, Álvaro Pérez y Pablo Crespo. Por si les pica la curiosidad, la campaña, tras dura competencia con las otras dos, se la adjudicó Orange Market.
Y esto fue lo que declaró ante el juez, en julio de 2013, el que fuera director del gabinete jurídico de la empresa pública Vaersa (Valenciana de Aprovechamiento Energético de Residuos, SA), Joaquín Fernando Tomás Font de Mora, ante la evidencia del desaguisado: la orden “venía de arriba”, y se había urgido “a la mesa de contratación a adjudicar el contrato incluso obviando los procedimientos”. Y tanto que se obviaron, como señaló la Sindicatura de Comptes en febrero de 2013.
© José María Izquierdo, para El País