No dejo de observar sino con pasmo y asombro ya posición asumida por tan brillantes intelectuales y artistas del País respecto a la detención de Julián Conrado.
La candidez es una virtud del alma que parte de la buena voluntad y deseos del alma por la justicia, pero cuando está no está acompañada de la astucia se vuelve tan letal y peligrosa como el veneno de las serpientes. Por candidez somos capaces aun de tomar las armas clamando por justicia y perder la facultad del juicio al momento de accionar y se vuelve tan irracional como el odio.
Las serpientes no inyectan su veneno si primero no están seguras de la presa, la encantan, la marean, la emboban, con paciencia y fría destreza, esperan el momento justo para el ataque, eso también es una virtud que todos deberíamos aprender y practicar, la astucia y la candidez son alas del mismo pájaro.
Voy directo al punto. Dejando de lado los argumentos jurídicos valederos y la pasión poética también valedera. Muchos no parecen discernir la política profunda que oculta muchas veces tras el silencio. En momentos como éste todos llevan agua para sus carretas y la tirantez se vuelve una bomba de tiempo que hay que desactivar, Julián Conrado representa la pieza del ajedrez que podría colocar definitivamente el juego a favor o en contra. Repito: éste comentario lo hago al margen de la solidaridad humana y el celo, el candor y la ternura muy legítimos de nuestro pueblo por la vida de Julián. Pero me admiro de asombro que intelectuales de tan alto calibre no hayan percibido aun que poner en libertad o enviar a otro país a Julián Conrado, eso sí que sería condenarlo irremisiblemente a la muerte. En Venezuela o en cualquier otro país hay suficientes agentes de inteligencia y paramilitares que no lo dejarían respirar por mucho tiempo.
La vida de Julián Conrado está más segura donde está en este preciso momento. Yo siempre he pensado que una de las más grandes debilidades de la oposición, consistía en subestimar la inteligencia del Comandante, pero me doy cuenta que muchos que lo apoyan también subestiman su inteligencia y por tanto contribuyen a que muchos otros dejen de creer en él al arrojar dudas cobre su proceder.
Por otra parte también interviene el asunto ético que un verdadero revolucionario jamás debería pasar por alto. Julián Conrado está detenido en Venezuela, posiblemente se encuentre en un estado de salud algo deficiente, está detenido por razones X digamos que por estar solicitado por el gobierno colombiano, lo cierto es que está detenido en Venezuela donde cuenta con la solidaridad de un gran sector que lo visita y le lleva cuanto el amor de nuestro pueblo pueda manifestar, esas no son las mismas condiciones en las que se encuentran los rehenes que han sido secuestrados por las FARC y que llevan años en la selva expuestos a penurias indecibles, separados del calor de sus familiares, con riesgo de sus vidas y que ya algunos de ellos han fallecido por culpa de uno u otro bando. Si comparamos la situación de Julián Conrado con la de estas miserables almas que se encuentran en la selva víctimas de un conflicto tan monstruoso, puedo asegurar que Julián Conrado esta como un Rey, repito: en comparación con los secuestrados por las FARC.
Sé que muchos van a argumentar el problema de los presos políticos en Colombia y allí apelo a Alí primera: “El pueblo es sabio y paciente” ese problema tan complejo solo el pueblo colombiano a través de su conciencia puede ponerle coto, hay modos de solidaridad internacional que no pasen por añadir mayores sufrimientos a las familias colombianas y en ese sentido hasta las canciones tiene muchísimo que aportar.
En lo personal confío en nuestro comandante, en su tino que ha demostrado en muchas oportunidades y por otra parte reafirmo que creo en la lucha armada pero con la conciencia en primer lugar, que yo estaría a la vanguardia abogando por Julián si él llegara a confesarse en contra de práctica tan abominable como el secuestro de civiles por parte de las FARC.
Y para finalizar insisto en que prefiero mil veces perder una amistad que perder un principio, digo esto por aquellos a quienes conozco y a quienes amo mucho, que puedan sentirse mal por mis palabras.
Amilcar Briceño
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