Igual que los motivos son muchos (falta de servicios, malas comunicaciones, viviendas inadecuadas o muy envejecidas, etc.), también es verdad que las soluciones pueden ser muchas. Por eso es vital que atendamos a las características de cada municipio, a su ubicación, a su historia y a sus proyecciones de futuro. De la misma manera, las soluciones diseñadas desde diferentes perspectivas –como ciudadanos, agentes y técnicos municipales- sabemos que puede garantizar mejor que el objetivo se cumpla. Para muestra, los proyectos que Paisaje Transversal que se están llevando a cabo en el Nucli Antic de Olot –en su recta final a día de hoy- o las propuestas de la oficina de innovación urbana en Pinto para lograr que las calles más céntricas vuelvan a tener gente viviendo, comprando, trabajando y disfrutando del espacio público que ofrece.
Manresa, un barrio viejo en el siglo XXI
Por Adam Majó*Manresa, con 75.000 vecinos y vecinas, se encuentra a 65 kilómetros de Barcelona hacia el interior del país, es decir, fuera de la franja metropolitana y litoral donde todo pasa y donde el dinero (público y privado) fluye con relativa alegría. Once siglos de historia (antecedentes romanos y prerromanos, aparte) lucirían más si no fuera por la destrucción provocada por las guerras de los siglos XVII, XIX y XX y por el abandono progresivo sufrido a lo largo del siglo XX, cuando la burguesía inicia la ensanche fuera murallas y las clases medias -nuevas y viejas- prefieren los barrios y los pueblos situados más allá del asentamiento original. Y es que Manresa nació junto a un río y un risco y esto le da un skyline excepcional, con la basílica de la Seu (joya del gótico catalán), el Pont Vell (también medieval) y la cueva de San Ignacio (referente jesuítico mundial).
Sin embargo, esta situación orográfica también ha condicionado de manera severa el crecimiento urbano, que no ha sido circular sino unidireccional, hacia las llanuras septentrionales. Actualmente, el centro histórico de la ciudad es todavía centro en muchos sentidos pero ya no lo es desde un punto de vista estrictamente geométrico. Peculiaridades al margen, el resultado es el mismo que el de tantos otros centros históricos de ciudades no turísticas del mundo: edificios en mal estado, viviendas vacías, personas viviendo en espacios que no reúnen las mínimas condiciones, plantes bajas en desuso, sensación de decrepitud, pobreza , desprestigio, falta de autoestima...
El objetivo es doble: recuperar referencialidad para convertirse, aún más, en el espacio de encuentro, cultura, intercambio e identidad para todos los manresanos y manresanas y, paralelamente, mejorar significativamente el espacio público y el parque de viviendas para que en el barrio se pueda vivir bien.
Las dificultades, muchas. La principal, la limitación de la actuación pública y la dependencia de la iniciativa privada.
En cuanto a los peligros podemos resaltar varias causas. Por un lado, que la inversión en espacio público y equipamientos no tengan el efecto deseado y no arrastre a los privados. Y, por otro lado, que si sí que se logra atraer inversiones privadas destinadas a rehabilitar edificios y abrir nuevos negocios, el proceso se nos escape de las manos y tenga un efecto gentrificador no deseado.
En este análisis también tenemos que entender que atraer proyectos, actividades y gente al centro Histórico no depende de uno ni de dos factores sino de muchos a la vez. La ciudad es, por definición y por suerte, multifuncional, compleja y, al mismo tiempo, una e integrada, por eso es la suma de iniciativas en ámbitos diversos lo que puede conseguir transformar el conjunto. Todo está, en negativo y en positivo, interrelacionado.
Y ¿cuáles son estas líneas de trabajo independientes pero interconectadas? De entrada, estas seis:
1. Mejorar el espacio público, haciendo grandes transformaciones de calles o plazas y arreglando pequeños rincones definitivos o provisionales.
2. Buscando actividad -la que sea- para los edificios singulares y / o patrimoniales, de titularidad pública o privada.
3. Reforzando los itinerarios comerciales y de paseo.
4. Rehabilitando vivienda o construyendo de nuevo cuando sea necesario.
5. Trabajando para mejorar la vida de las personas y familias que lo necesitan en el presente inmediato.
6. Cambiando la percepción externa que la misma ciudad tiene del barrio y, sobre todo, reforzando la autoestima de los que ahí viven cada día.
Dos años llevamos en esta guerra -que evidentemente no partía de cero- y el cambio de tendencia es evidente en la referencialidad ciudadana y en las convocatorias festivas y culturales. Se nota también en la actividad comercial y tiene reflejo -y este era el reto principal- en la inversión en rehabilitación de vivienda y, en consecuencia, en la atracción de nuevos vecinos. Que la curva siga subiendo pero que lo haga suave y progresivamente es el objetivo. Y es un objetivo realista.
*Adam Majó Garriga es Comisionado para el Centro Histórico del Ayuntamiento de Manresa, licenciado en filologia alemana, activista en excedencia, ex-concejal, rugbyer y padre de dos. Manresano con domicilio en Berga.
Crédito de las imágenes
01 y 02- Fuente Ajuntament de Manresa