José había conseguido montar su empresa con esfuerzo. Trabajando muchas horas diarias, durante muchos años, hizo prosperar su negocio, contando en el momento actual con diez operarios en su pequeña fábrica, además de dos personas en administración.
Hace unos meses contrató a Andrés, un “chico espabilado”, según su primera impresión cuando lo conoció; opinión confirmada con creces, ya que Andrés no sólo cayó bien entre sus compañeros, sino que tenía un rendimiento superior a la media; incluso, desde su incorporación parece que sus compañeros habían elevado sensiblemente la producción.
José sabía por experiencia que un operario promedio era capaz de realizar 10 piezas por hora, es decir, 80 al día; normalmente la producción rondaba esa cifra, pero desde que entró Andrés se solía estar más cerca de las 100 diarias, en promedio.
Durante un par de semanas, José observó el trabajo de Andrés, comprobando que de las 1.000 unidades que salían diariamente de su fábrica, su nuevo operario superaba las 140, mientras que los otros nueve trabajadores hacían entre 90 y 100 cada uno. José examinó personalmente las piezas elaboradas por Andrés, para verificar si esta rapidez con la que trabajaba provocaba más errores en las mismas, pero no era así, más bien al contrario.
Como la producción se vendía bien y no había problemas de aprovisionamiento, José estaba muy satisfecho con el transcurso de los acontecimientos. Había hecho un buen fichaje; Andrés producía entre un 40% y un 50% más que sus compañeros, y además éstos también habían mejorado un 20% su rendimiento previo.
Un día, Andrés solicitó a José salir un par de horas antes. Su producción hasta esa hora era de 105 unidades, y además era su operario estrella. Por supuesto, José no puso ninguna pega. La situación se repitió varias veces más, y aunque José no tenía ninguna otra queja de Andrés y éste producía más que sus compañeros, aun saliendo antes, decidió hablar con él.
- Andrés, estás haciendo un buen trabajo y yo lo aprecio, pero no me parece justo para tus compañeros que salgas antes que ellos.
- He hablado con ellos y no les supone ningún problema. Y por otra parte, antes de irme completo holgadamente la producción diaria, así que creo que no debería suponer un inconveniente…
- No digo que no hagas tu trabajo –respondió José algo airado- pero aquí hay un horario que cumplir, es el que tienes en tu contrato y el que hacen los demás. Si no, creo que a la larga esto terminará perjudicando a tus compañeros y a la empresa.
- No quisiera que esto ocasione problemas. El caso es que soy el que más produce y el que menos cobra, ya que mis compañeros son más antiguos en la empresa. ¿Qué le parecería si el sueldo fuese en proporción a la productividad?
- Uf, no sé, lo veo inviable.
- O si no, podemos hacer como hasta ahora y teniendo en cuenta mi nivel de producción, de vez en cuando me permite salir antes. Salimos todos ganando.
- No, ya te he dicho que eso no puede ser, ¿para qué están los horarios?
- Bueno, entonces le voy a hacer otra propuesta. Si me sube de categoría y el sueldo, puedo conseguir junto con mis compañeros una producción de 1.200 unidades diarias.
Esta última propuesta descolocó un poco a José, de manera que le dijo a Andrés que necesitaba meditarlo. Quedaron en volver a hablar al día siguiente…
¿Y TÚ, QUÉ OPINAS?