Revista Libros
Una abre, incauta, Cassandra en la boda de Dorothy Baker (contraseña editorial, 2015), con la equivocada expectativa de que será una comedia ligera y frívola dedicada a los desvelos de la Cassandra del título por evitar la boda de su inseparable hermana gemela con un anodino estudiante de Medicina de Nueva York. Como tal parece confirmarse en sus primeros compases, por obra y gracia, sobre todo, de una voz, la de la epónima protagonista, que se revela desde el comienzo como ingeniosa a más no poder, y de unos diálogos ágiles y vivos, muy vivos, que a quien desde aquí les escribe le recordaron por momentos a los de Levantad, carpinteros, la viga del tejado de Salinger. Ahí es nada.Sin embargo, algo parece estar tensándose demasiado desde esos mismos comienzos, algo chirría en esa apariencia de frivolidad, y que conste que no hablo aquí de demérito literario -¡nada más lejos!- sino de lo equivocado de mis prejuicios. Pues Cassandra en la boda poco o nada tiene que ver con una comedia de enredo, sino que más pronto que tarde se vuelve una historia inquietante sobre la búsqueda y la pérdida de la identidad y de un lugar en el mundo, y del papel que los demás juegan en el proceso. La escena casi inicial en que Cassandra se mira al espejo y cree estar viendo a su hermana Judith es ya indicadora de que, como el Aristófanes de El Banquete de Platón, se considera la mitad fracturada de una esfera primigenia. Judith es, ciertamente, su media naranja. En este contexto la boda de su otra mitad no puede sino ser una tragedia, una fractura, y no extrañan, por tanto, los tonos sombríos que el relato adquiere según avanza. El lector asiste, con la ironía y ocasionales pinceladas de humor como único escudo, al cataclismo de la protagonista, que solo durante un breve lapso calla para dejar hablar a su hermana, más asentada en el siglo. Si a todo ello sumamos un elenco de personajes dibujado con maestría y una prosa de lo más elegante, el resultado es una pieza redonda, magnífico ejemplo de que la verdadera Literatura no necesita de grandes hazañas y que una anécdota banal como un simple compromiso sirve para desarrollar cuestiones universales. No se la pierdan y lean, lean...