Fin de semana lluvioso, prenavideño, y con el Black Friday aún retumbando. Descartamos planes que incluyan parques, caminatas bajo la intensa lluvia, y centros comerciales. Y para una ocasión en la que yo no trabajo en fin de semana, y no tenemos compromisos externos que cumplir, se presenta un sábado propicio para acumular la leña que aún nos queda del invierno anterior, y sacudirle el polvo a la imaginación.
Merienda, chimenea para entrar en calor y asar castañas, parchís, cosquillas y roughhouse 2vs1 –la Maestra-Jedi estaba fuera– en el sofá. ¡La pequeña Leia casi se mea encima de tanto reír! Hacía tiempo que no pasaba un día de paternidad salvaje, sin horarios, sin colas, sin preocupaciones. Y se nota. Creo que el buen humor, por mucho que me estrese la semana laboral y escolar, me aguantará aún unos días. Hasta la pequeña lleva desde el sábado lanzándose a mi cuello, dándome besos, y repitiéndome "¡Te quiero, Papi!".
Pero una tarde en casa da para mucho. Y tras merendar y jugar a lo bestia, probé a hacer con los peques una actividad más tranquila que tenía en mente hace tiempo, desde que vi este tutorial de cómo fabricar un proyector de hologramas en el blog Historias de Pitufines. En realidad es muy fácil de hacer. Basta tener un poco de cuidado –y no perder de vista el cutter–, y los materiales necesarios son muy habituales en cualquier casa. Mejor lo veis en el blog de Lydia y os hacéis una idea, por si queréis probar. Los padawanes ayudaban y esperaban ver el resultado, pero no se imaginaban lo que iban –íbamos– a ver en un rato.
Luces... Cámara... ¡Acción! Sólo hice estas pocas fotos y un par de vídeos, porque en realidad era mi tarde, de las pocas que puedo disfrutar de ser el papá-juguete, y estaba totalmente inmerso en la actividad y centrado en pasarlo en grande con los padawanes. Es lo que yo llamo La Paradoja del Papá Bloguero. Solo por las risas y lo excitados que estaban tras los juegos, las luchas de cosquillas, el parchís, las castañas en la chimenea, y ahora con los hologramas de minions, pikachus, medusas y tiburones y demás figuras, ya uno se olvida por completo de horarios, de preparar el baño, y hasta de buscar los momentos-foto para el blog. La risa de Leia y los gritos de Luke lo eran todo. Y cuando llegó la Maestra-Jedi, estaban locos por contárselo todo. Chute de endorfinas paternales.
Y, claro, en la Academia Jedi no podía faltar el holograma más famoso de la Galaxia... 😆
Lo dicho, pilas cargadas para unos días. Esta tarde, al recogerlos del cole, Leia volvía a repetir lo de "¡Te quiero, Papi!", y ha estado canturreando –en un perfecto inglés– el Jingle Bells por la casa. ¿Cómo no iba a salirme bonita y rica la tortilla que hemos comido hoy?
¡Que la Fuerza os acompañe!
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