Pues sí, Dª María Dolores de Cospedal, gran aficionada a la mantilla y a los toros, a la peineta y a las procesiones, quiere perpetuarse reina de Castilla-La Mancha, y convertir a esta comunidad en el reino de Cospedalia.
En primer lugar se ha erigido como la gran recortadora, haciendo ver que tiene un alto aprecio a las tijeras de podar, sobre todo cuando se basa en recortes sociales, bien en Educación, en Sanidad o en Dependencia. Ahí ha demostrado ser una maestra y ha conseguido dejar bien claro quien manda y recorta en su reino.
Pero claro, eso que no es electoralmente productivo, tiene que verse compensado con alguna medida populista, que llegue a los electores. Y desde luego si hay alguien ante quienes los ciudadanos están sensibles son los políticos, cuyo rechazo, gracias a personajes como la tal Cospedal, va en aumento.
Así es que dicho y hecho. Todo lo negativo lo ha querido compensar con una medida –yo la califico de clasista y desastrosa— que llegue al electorado. Por lo que ha anunciado una disminución a la mitad del número de diputados en Castilla-La Mancha, que pasarían de 49 a 25. Y por otra parte tiene la pretensión de que los diputados electos no cobren como tales, sino que solamente se les pagaría por asistencia a comisiones, plenos u otras misiones.
Curioso lo de disminuir el número de diputados, cuando hace cuatro meses su partido en su comunidad aprobó una reforma de la ley electoral para que los diputados pasaran de 49 a 53. ¿Qué ha pasado en estos cuatro meses para que en vez de aumentar cuatro diputados, ahora quieran disminuir 24? Como mínimo hay que calificarlo de incoherencia, aunque sea una incoherencia calculada.
Se trata de reducir el número de diputados para que, con la ley de reparto actual de escaños, salga favorecido el bipartidismo y se dificulte, aún más, la entrada de otros grupos más pequeños en el parlamento regional. Además, aunque no ha explicado la letra pequeña, seguro que hay truco, al igual que las propuestas de Feijóo en Galicia y de Esperanza Aguirre en Madrid que trataban de beneficiar a su partido en el proceso y reparto geográfico de los diputados.
Miren ustedes, yo ya lo he dicho por activa y por pasiva. No creo que los diputados deban ser tan pocos. A mí, si trabajan y son honrados no me molesta el número que hay cuando el órgano es representativo y responde al voto de los ciudadanos. Aunque puedo estar de acuerdo en que sean menos, siempre que: primero se eliminen los privilegios que tienen los diputados y cargos públicos –todos—, de cotización, de pensiones, de pago de impuestos, de viajes en primera clase, de artefactos informáticos sin control, etc.
Y sobre todo de que se disminuyan en la misma proporción los cargos de confianza. Si los diputados que son 49 se quedan en la mitad, los cargos de confianza –los que están elegidos a dedo, los que no se votan— deberían como mínimo reducirse a la mitad (parece que hay más de setecientos en esta comunidad). Porque si no, tendremos un parlamento pequeño y un gobierno cada vez más totalitario, puesto que seguirá incrementándose con cargos de absoluta confianza de quien les nombra, creándose una red clientelar peligrosa –algo de esto ya ha pasado en Castellón y en Orense— que trabajará más por defender a su líder o su partido que por los ciudadanos, limitando al mínimo la posibilidad de crítica.
Por otro lado, la Sra. Cospedal, además, quiere que los diputados no cobren un sueldo. Aquí hay una doble trampa. La primera que trabajadores normales o trabajadores en paro, por ejemplo, no podrían presentarse –por cuestiones económicas— a diputado, mientras que si podrían hacerlo aquellos que cuentan con fortuna propia o con un trabajo que se lo permite (un empresario o un abogado del Estado, por ejemplo). La segunda es que si los diputados tienen que ganarse la vida fuera del parlamento, su actividad bajaría notablemente, con lo que el parlamento se convertiría en una cámara inservible con pocas funciones, y difícilmente podría controlar al gobierno. ¡He ahí la cuestión! Todo lo demás son supercherías populistas que conducen a devaluar nuestra democracia y a aumentar el poder de esta autonomía, cuyo líder o lideresa quedaría convertido en un cacique, donde el poder legislativo fuera testimonial y no pudiera controlar al ejecutivo, cada vez más totalitario.
Esta es la senda por la que nos quiere llevar la reina de Cospedalia, antes llamada Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha.
Salud y República