La serie supo mantenerse bastante fresca con el paso de las temporadas aunque es cierto que bajó un poco de intensidad en cuanto se solucionó la tensión sexual no resuelta entre los dos protagonistas e, incluso un poco más, cuando la relación entre ambos se estabilizó definitivamente.
Aún así era una serie que enganchaba en seguida y era ligera y fácil de digerir, sin grandes alardes, con sencillez. La última temporada remontó un poco el vuelo y la incursión de un nuevo personaje reactivó un poco el interés de la serie, por lo que era fácil prever una novena temporada.
Sin embargo, la decisión de Stana Katic de abandonar la serie dio al traste con tal posibilidad. Aunque se llegaron a rodar dos finales diferentes para cubrir las posibilidades de acabar la serie o continuar sin Stana, parece que todo el mundo tenía claro que Castle sin Beckett no tenía mucho sentido, así que, acertadamente, decidieron poner punto final a la serie.
Eso sí, con tanta previsión, pudieron haber dado un buen final a la serie y no un capitulo atropellado, lleno de lagunas argumentales, escenas sin sentido y muchas situaciones cogidas con pinzas, que exigen mucha fe por parte del espectador para creerse todo lo que nos quieren contar.
Sorprende aún más cuando nos damos cuenta que, los tres o cuatro capítulos previos al desenlace, son historias de relleno que, aunque entretenidas, no aportan nada nuevo a la trama conductora de la temporada cuyo desenlace veremos en el capitulo final.
En fin, el final no ha sido el ideal, pero ello no empaña una trayectoria de ocho años más que aceptable. Los que la seguíamos semana a semana echaremos de menos a Castle, Beckett, Ryan, Expo, Alexis, Martha, Lanny, y tantos personajes que tan buenos ratos nos hicieron pasar.