Brutal, condescendiente en ocasiones, y siempre taimado para atraer voluntades y dominar Cuba, el dictador Raúl Casto le ha prometido al papa Francisco que volverá a misa si continúa simpatizando con la Teología de la liberación según la cual hay pobres porque hay ricos.
Habrá retornado a cuando estudiaba, como antes Fidel, en el colegio Bailén de La Habana, fundado en 1854 por los jesuitas y trasladado a Miami en 1961 tras la expulsión de la isla de la orden religiosa a la que pertenece el Papa argentino.
No pasará mucho tiempo hasta que la tolerancia hacia el catolicismo sea plena bajo el castrismo, opina el politólogo y antiguo corresponsal de EFE en La Habana, Sixto Martínez Barco.
Actualmente la acción catequética es bastante libre, dice, y es posible que se acepte como actividad extraescolar si sigue esa Teología de la liberación surgida poco después del triunfo castrista y alimentada por la pastoral Gaudium et Spes (1965) del concilio Vaticano II.
Para Martínez Barco la conversión-reconversión de Raúl, de 84 años, y de Fidel, de 89, que la apoya, es consecuente con la historia: el final del castrismo más duro se acerca y es necesaria una bondadosa extremaunción católica y el perdón público de los pecados.
El muñidor de esa reconversión es el cardenal-arzobispo de La Habana, Jaime Ortega, de 79 años, que poco a poco, desde 1998, fue haciéndose importante ante el régimen, pero que antes estuvo varios años en prisión bajo el control de las Unidades Militares de Apoyo a la Producción, centros de reeducación y trabajos forzados.
Con las cercanas relaciones diplomáticas con EE.UU. el castrismo está en transición hacia una economía capitalista, a una “dictacracia” más parecida a la rusa que a la china, insuflada por un Vaticano “progresista”.
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SALAS