Al mirar con un poco de detenimiento un plano de Gibraltar, podremos observar que es un territorio pequeño y eminentemente rocoso, al tratarse -geológicamente hablando- de un islote enganchado al continente por una estrecha lengua de tierra. En estos algo más de 6.5 km2 de superficie, en los que se ha metido a machamartillo todo tipo de infraestructuras, incluidos un aeropuerto, las playas no son ni numerosas, ni grandes, pero hay una, ubicada en la costa Este de la Roca, que destaca para nosotros por su curioso nombre: Catalan Bay. O lo que es lo mismo, "Bahía Catalana". ¿Porqué una pequeña playa en esta parte del mundo está dedicada a los catalanes? Aunque le parezca mentira, tiene su razón de ser.
A principios del siglo XVIII, durante la Guerra de Sucesión, toda una serie de naciones se dieron de bastonazos entre ellas en suelo español, al ser éste el trono que ansiaban los Borbones y los Austrias y donde se pusieron en juego todos los juegos de estrategia geopolítica de la Europa del momento.
En esta situación en que, por un lado, los Borbones tenían por aliados a los castellanos y los franceses, y los Austrias eran apoyados por los catalanes, ingleses y holandeses (entre otros), cuando se enfrentaban en el campo de batalla, los ejércitos eran multicolores en relación al origen de las tropas y auténticas torres de Babel en cuestión de lenguas, con todo lo que ello conllevaba ( ver Batalla más tonta de la Historia).
En uno de los lances de esta guerra, el Archiduque Carlos decidió la toma de Gibraltar, hasta entonces en manos castellanas (ergo borbónicas), para mantener el control del Estrecho. Para ello, encargó a sus comandantes, el Príncipe Georg von Hessen-Darmstadt -hasta poco tiempo antes, lugarteniente de Cataluña- y el almirante Sir George Rooke, el organizar la expedición para tomar el peñón. El ejército se compuso de una flota anglo-holandesa y de unos 3000 hombres, entre los cuales se incluía un batallón de unos 350 catalanes.
El día 1 de agosto de 1704, las tropas austracistas desembarcaron en Gibraltar, entre ellas el batallón de catalanes que lo hicieron en la caleta a la que los ingleses, posteriormente, darían el nombre de Catalan Bay en homenaje. Tras 3 días de bombardeos de la plaza desde los barcos holandeses e ingleses apostados en sus costas, el día 4 de agosto de 1704, los resistentes se rindieron y el príncipe Georg (Jordi, para los catalanes) hizo la entrada triunfal, tomando Gibraltar en nombre del rey Carlos III.
Una vez que los soldados partieron, el batallón de catalanes quedó como retén para constituir la primera fuerza de orden en el peñón y llegaron a tener cierta importancia en su vida política. Un tal Alonzo de la Capela llegó a ser juez de Gibraltar y Joseph Corrons fue nombrado Alcaide del Mar (responsable del puerto), dejando constancia de la presencia catalana en la Roca.
Con el tiempo, los tratados de Utrecht cedieron la soberanía del peñón a los ingleses, y produjeron cambios demográficos en los iniciales ocupantes, al incorporar soldadesca británica y marinería genovesa, si bien continuaron llegando catalanes huyendo de la represión ejercida por Felipe V sobre el principado.
Sea como fuere, Gibraltar dejó de ser española (si bien no era posesión española, sino exclusivamente castellana) hasta la actualidad gracias a la colaboración decisiva de tropas catalanas... para regocijo y fruición de los nacionalistas españoles, claro.