Abra usted cualquier periódico de los de llamada "tirada nacional" que abra, encontrará un día sí y otro también el mismo asunto repetido hasta la náusea: Cataluña y las piruetas políticas de los saltimbanquis independentistas. En ocasiones tiene uno la sensación de estar leyendo el periódico del día anterior o el de la semana anterior: las mismas frases, las mismas posiciones, las mismas imágenes, los mismos análisis, los mismos discursos políticos, el mismo inmovilismo, idénticas premisas. Y que conste que la sensación no es distinta en la mayoría de los informativos de radio o televisión. No sé muy bien quién ni por qué decide que ese debe ser el asunto merecedor cada día del mayor número de páginas o de más tiempo en la prensa aunque, en esencia, no haya nada nuevo que contar ni analizar.
Puedo entender - hasta ahí llego - que esté en juego la unidad nacional recogida en la Constitución y el respeto al ordenamiento constitucional. Comprendo - hasta ahí llego también - que no se puede minimizar ni pasar por alto el desafío permanente de los nacionalistas a las instituciones democráticas de este país. Hasta admito el juego de estrategias políticas de los partidos de ámbito estatal al que da pie el asunto catalán, siempre a mano para tirárselo a la cabeza al rival. Comprendiendo y asumiendo todo lo anterior, así como la función informativa y de formación de opinión de los medios en una sociedad democrática, considero en cambio como ciudadano de a pie que la inflación informativa sobre la crisis catalana hace tiempo que se ha vuelto estomagante. Las decisiones judiciales, los interrogatorios, las idas y venidas, los cambios de opinión y hasta de humor de los independentistas, sus desplantes, sus planes más menos ciertos o imaginados, sus intenciones públicas u ocultas, todo eso conforma desde hace tiempo una indigesta sopa informativa cada día más difícil de tragar. Pareciera - esa es la creciente sensación que experimento - como si en este país no pasará nada de trascendencia más allá de lo que pasa desde hace meses en Cataluña. Es como si los pensionistas no estuvieran protestando en las calles para defender su derecho constitucional a una pensión digna o las mujeres no estuvieran en vísperas de ponerse en huelga para que el resto de la sociedad asuma de una vez que no puede funcionar sin ellas; parece como si el Gobierno no estuviera desaparecido en combate y la oposición se limitara a hacer aspavientos para que se note que también existe, mientras los asuntos pendientes siguen esperando que alguien se ocupe de ellos; mientras se habla de Cataluña, millones de españoles siguen sin saber en qué consiste la recuperación económica de la que presume el Gobierno, los salarios siguen siendo una miseria para millones de trabajadores que no salen de pobres, la sanidad pública necesita medicina de caballo para sacarla del atolladero y la dependencia sigue sin tirar como se había prometido, defraudando las esperanzas de miles de familias de este país.
Aunque algunos asuntos suelen ir por barrios y tener más presencia en unos medios que en otros, en general la educación, clave para el futuro de este país y al albur de un pacto político imposible, o la corrupción que corroe las instituciones y acaba con la confianza de los ciudadanos en ellas, no son tampoco realidades que merezcan desde hace meses una atención informativa acorde con la trascendencia que ambas tienen para el futuro del país o la credibilidad en el sistema democrático. Los partidos luchan por su minuto de gloria en los medios pero nadie da palo al agua para que el país avance, más bien dan vueltas a la noria y hacen cálculos para las siguientes elecciones. De estas y de muchas otras realidades sociales, económicas o políticas de este país que podría enumerar aquí se habla o escribe mucho menos, poco o prácticamente nada. ¿De verdad no pasa nada más en España que lo que pasa en Cataluña? ¿de verdad que no hay hueco en los medios para atender las realidades comunes de esa España plural con la que se llena la boca algunos? ¿tenemos los españoles no catalanes y los catalanes no independentistas la obligación y el deber de estar informados minuto a minuto y día a día de lo que hacen, dicen o piensan los soberanistas catalanes y sus antagonistas constitucionalistas? ¿cuál es nuestro pecado?