Revista Opinión

Cataluña, los antisistema son el sistema. La calle es suya

Publicado el 13 junio 2019 por Manuhermon @manuhermon
Si hablamos de cifras en las Diadas, parece claro que nunca se llegó al millón de personas. Ni en Cataluña, ni en Madrid en la Plaza de Oriente franquista, ni en la visita del Papa a Madrid, en la plaza Colón. Que tantos críticos salgan en cada manifestación española para desbrozar cifras de asistentes y que en las Diadas se haya tardado tanto en dar datos con cierta racionalidad, es un síntoma de miedo social, de miedo a los que te rodean y pueden marcarte y hacerte difícil la vida. Aceptar como fiables los datos facilitados por los convocantes directamente, o a través de la prensa local, pagada con anuncios y subvenciones de la Generalitat, o la Guardia urbana que forma parte del poder institucional, es confesar la extensión del miedo y el control que ostenta el movimiento indepe. Al tiempo refleja poca confianza en la racionalidad de contar los metros cuadrados ocupados por los asistentes y el número de personas con la posibilidad de moverse que podrían caber por metro cuadrado.
En 2010 vocearon la cifra de un millón de asistentes, mientras la empresa Lynce especializada en contar desde el aire, mediante fotografías sometidas a procesos de contado digital, daba menos de 80.000. Cada año las cifras se engordaban más y más, dos millones declaraban los organizadores y todos giraban a su alrededor, aunque ellos mismos reconocieran que solo hubiera 400.000 inscritos. Cifras superiores al millón en diferentes años son rebajadas por medios extranjeros a 300.000, por estadísticos de la UAB a 290.000, por El País a 160.000… La abundancia era justificación del mensaje y los objetivos, típico fascista. En todo caso siempre fueron muchas personas y concentraciones de masas importantes. Que el movimiento no haya tenido accidentes dignos de mención, tiene que ver con varias razones: 
1) Por descontado el movimiento es amplio, numeroso, porque había gente independentista, tradicionalmente un 15% hacia 2010, al que se han sumado todos los descontentos con la crisis y la corrupción española, no la catalana, lo cual puede haber doblado el número de los secesionistas, a los que se agregan los nuevos conversos ante una ventana de oportunidad de cambios que abrió la debilidad institucional, tanto europea y española, como catalana. 
2) Los organizadores de actuaciones masivas se han cuidado mucho de no practicar más violencia de la necesaria para intimidar, entre otras razones porque hubiera recortado considerablemente sus apoyos. Pero al mismo tiempo habría que destacar, la otra cara de la moneda, los otros no incordiaron ni se opusieron de ningún modo, las fuerzas contrarias a la secesión, al menos la mitad de los catalanes, o el Estado español, no puso en marcha medios represivos violentos, ni de ningún otro tipo. Cuando se critica por tantas cosas la democracia española, habría que reconocer que al mismo tiempo las altas dosis sociales e institucionales de tolerancia, no existen muchas experiencias actuales de este calibre permisivo en el resto de países del mundo.
3) Su carácter festivo también lo explica que este movimiento es a favor de la corriente, está impulsado y protegido por los gobernantes, apoyado, organizado y financiado por la Generalitat y los poderes catalanes, que lograron convencer de que el objetivo de la independencia resolvería SU corrupción, y todos los problemas que tuviera cualquier individuo catalán. Evidentemente el movimiento está arropado por una pléyade de funcionarios y responsables situados en altos niveles de instituciones y organizaciones de la sociedad civil catalanista, -con buenos sueldos oficiales u oficiosos, alto prestigio publicitado y difundido y cotas de poder permeables hacia arriba y abajo-, la mayoría de estos individuos forman parte de élites minoritarias respecto al conjunto de la población, abrumadoramente con apellidos catalanes, aunque la población en su inmensa mayoría cuenta con apellidos castellanos. 
En las movilizaciones independentistas, han participado, participan fundamentalmente funcionarios públicos de la Administración del Estado, subsector catalán, empleados de oficinas institucionales, trabajadores de enseñanza y sanidad, periodistas y empleados de medios de comunicación, de servicios culturales y sociales… vinculados a los poderes fácticos en manos independentistas que totalitariamente dirigen Cataluña. Muchos jóvenes mostrados en multitud de fotos pueden asimilarse a clase media alta, pijos, que diría Marsé, proceden de universidades y colegios religiosos que aportan muchos de estos activistas. 
La iglesia fue en el pasado un importante factor en el apoyo al carlismo, siendo hoy uno de los principales pilares independentistas, organiza, agita y moviliza, como lo hizo en Euskadi, utiliza los niños de escuelas infantiles como unidades de agitación y adoctrinados con prácticas similares al fascismo, además, en el pasado catalanista, igual que ahora, proveyó un potente armazón que actuó de soporte ideológico religioso al activismo nacionalista, como ya hizo en el pasado tradicionalista. A estos grupos se suman apoyos de derecha clásica y neoliberales, nacionalistas e independentistas, pequeña burguesía, y antiguos izquierdistas pasados al ultranacionalismo independentista. Además, suman importantes haces independentistas, por número y control municipal procedentes ruralismo interior, territorios que coinciden históricamente con los asentamientos de tradicionalistas-carlistas. ¿Y los obreros donde están? 
Steven Forti, -Doctor en Historia por Universitat Autónoma Barcelona y Universidad de Bolonia-, establece la idea de la existencia de ‘6 pasarelas’ o causas principales que explicarían los trasvases que se produjeron antaño de militantes izquierdistas, anarcos, socialistas, comunistas, hacia posiciones fascistas, éstas serían: ‘ 1) el valor otorgado a la acción, al dinamismo, a la praxis. 2) El valor otorgado a las minorías, a las élites. 3) Fe indestructible en la revolución. 4) Enemigos comunes en la democracia liberal, el parlamentarismo, burguesía y capitalismo. 5) Una concepción del mundo antimaterialista, fuertemente idealista, y muchas veces religiosa. 6) Importancia de la nación.’ Steven Forti en ‘Tránsfugas. De la izquierda al fascismo en la Europa de entreguerras’. Documento de trabajo 2015/2, Seminario de historia. Universidad Complutenses de Madrid. 
Forti plantea que el peso de la nación puede hacer cambiar el rumbo que tomaron muchos individuos cuando comenzaron a andar para después llevarlos por las carreteras nacionalistas. Dejan de ser izquierdistas y pasan a ser de la izquierda reaccionaria o simplemente, nacionalistas, racistas, xenófobos… Las pasarelas de Forti indican unos rasgos generales del pasado que adaptados a hoy explican una parte considerable del impulso movilizador por presentar alta probabilidad de prender en la juventud, y madurez, proveniente de una aburrida democracia en la que se presentaron grandes problemas con las crisis. Los impulsos pudimos verlos en la indignación del 15-M, en el caso catalán, reorientados por la élite independentista hacia la secesión, al contar con un amplio abanico de recursos económicos, ideológicos, elaborada teorización. La capacidad movilizadora e ilusionante de construir algo propio y nuevo, poner en valor el activismo propio te puede hacerte ver como un elegido, un héroe formando parte de la élite que construye una nación nueva, sin mácula pasada, sin perder el tiempo en arreglar los problemas actuales, los cotidianos, con altos componentes idealizados de un pasado imaginario y fe en el paraíso, religioso.
Apuntes sobre catalano fascismo, en elaboración.

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