Es indiscutible el ascenso del PSC-PSOE y su candidato, haciendo bueno el llamado "efecto Illa", al duplicar casi los escaños y convertirse en el partido más votado. Pero la suya puede ser una victoria pírrica si, como es probable, se queda como líder de la oposición a un gobierno independentista. Por otro lado, en el hipotético caso de que consiguiera apoyos para la investidura a la que ha prometido presentarse, tendría que ser seguramente a cambio de nuevas concesiones al independentismo. A pesar de las protestas constitucionalistas que los socialistas han pregonado durante la campaña, la experiencia reciente demuestra con creces que las promesas de Pedro Sánchez son tan efímeras como la necesidad que tenga de conservar el poder. Lo mismo que se olvidó de su rechazó a un pacto con Podemos porque no podría dormir por las noches, justificaría ahora uno con Ezquerra Republicana y los Comunes si eso le permitiera hacerse con la Generalitat aunque fuera prometiendo lo que no está en los libros.

Por lo pronto, a quien le está saliendo bien la jugada es a Sánchez porque, en la medida en la que Illa no se convierta en un incordio para el independentismo - algo extremadamente improbable -, tendrá garantizados los dos años que restan de legislatura. La situación se resumiría en que todo está abierto pero habrá gobierno de o con independentistas sí o sí. Claro que todo este análisis puede venirse abajo si no se forma gobierno en Cataluña y hay que repetir las elecciones, algo que tampoco debería descartarse aún.

Al PP no le han ido mejor las cosas aunque solo haya perdido un diputado. Pero, a pesar de las innegables dificultades, se esperaba algo más de un partido que aspira a ser alternativa nacional. Su líder, Pablo Casado, también ha dejado la autocrítica para mejor ocasión y ha pretendido desviar la atención de su desdibujado liderazgo anunciando el cambio de la sede del partido, como si así conjurara los males que arrastran los conservadores desde hace años. Para la democracia no es una buena noticia que la ultraderecha de Vox irrumpa con 11 escaños a costa de la abstención y del hundimiento del centro - derecha. En Cataluña, en donde más falta hace en estos momentos, el constitucionalismo se diluye y en el conjunto del país esa opción se difumina como alternativa viable a la coalición entre socialistas y populistas.

No comparto ese optimista análisis en absoluto y aquí vuelvo a recurrir a la experiencia reciente: si no se detuvieron en su día ante la Constitución y frente a las normas democráticas que juraron o prometieron cumplir, es ingenuo suponer que lo harán por detalles como la baja participación electoral o porque son más cosmopolitas y contrarios a las fronteras y al supremacismo cultural. No nos hagamos trampas y preparémonos para la reactivación del "procés", si es que en algún momento estuvo parado del todo, porque la sanidad o la economía van a tener que seguir esperando a que alguien algún día, quién sabe cuándo, se ocupe de ellas. Es lo más realista que cabe esperar porque en Cataluña el independentismo no ha pasado página, continúa en la misma escribiendo lo mismo de siempre, solo que ahora aumentado y mejorado y sin apenas oposición.