Revista Opinión

Catalunya, antes de echar a volar

Publicado el 02 septiembre 2012 por Linkk @linkk_81

Soy Ángel, Àngel, catalán de nacimiento y residencia. Hijo de un manchego y una gallega. Bilingüe como pocos. De izquierdas. Espectador, a veces alejado, a veces cercano, de la difícil, ingrata y desconfiada convivencia que vive Catalunya con España. Fíjense que las separo; evito acuñar el término "Catalunya y el resto de España", porque a mis 30 años empiezo a asumir que, pase lo que pase, la sociedad ha decidido separar sus esencias. Con el devenir del texto comprenderán que estoy más cerca de ser apátrida que catalán o español, así que me confieso relativamente neutral para hablar del tema. Avanzo que no me interesan las implicaciones históricas. Sólo estoy aquí para hablar de lo acontecido en el presente. Harto estoy de que alguien que no ha pisado Catalunya me dé lecciones de lo que pasa aquí dentro, pero también de que un catalán radical hable de España como de la morada de Satán. Lo que aquí va es la opinión de un catalán independiente.
Parto de una premisa, y es la torpe y soberbia gestión que el Estado Central ha hecho de Catalunya. Los de aquí tenemos la sensación que sólo nos quieren si no enfatizamos mucho lo de "ser catalán". Que si hablamos en español, pues mejor. Que el catalán está mejor para el desayuno que para la escuela. Y que si representamos el modelo de País que tiene a Madrid como epicentro, y al resto para "echar un cable", pues casi mejor. Y así, chocamos de frente, por poner un ejemplo, con la negación de un Estatut que tenía mucha menos subversión que la que se le atribuyó. Para más inri, nos encontramos con la siguiente paradoja: Niegan el Estatut por rupturista con una Constitución que se criticaba en el 78 por ¡rupturista!-. ¿Quieren otro? Tras la brillante idea de Felipe González, que supuso iniciar el AVE con el enlace Madrid-Sevilla (¿para qué unir Madrid con Barcelona, si sólo son las dos principales capitales?), nos encontramos conque Europa tiene que venir a decirle a Madrid que el Corredor del Mediterráneo tiene mucho más sentido y proyección que el Corredor Central. ¿Su pecado? El tren pasa por Catalunya, y no por Madrid. Podría seguir con la incomodidad que despierta en algunos que aquí haya un idioma alternativo al castellano, o que seamos más bien desobedientes con el respeto hacia la Unidad Nacional, pero la percepción es que somos más digeribles para España si nos tragamos nuestra identidad, y nos subordinamos a la española.
Conclusión: Si la más brillante estrategia habría sido reforzar la identidad catalana para favorecer que los catalanes estuviéramos cómodos en España -Ergo: permitir la catalanidad en su máxima expresión posible, para sentir que la España plural es una realidad en la que todos podemos convivir-, se ha tirado justamente por el camino contrario. En vez de convencer, obligar. Y así sólo se refuerza el independentismo. El ser humano quiere que se le acompañe, no que se le empuje.
Cambio de perspectiva: Economía. Me surgen dudas, serias dudas, sobre si la eclosión independentista que vivimos bebe de la ofensa antes mencionada, tiene un arraigo mayoritariamente identitario y sentimental (lo descarto, contra mi voluntad), o si hay un móvil económico, que obedece a la búsqueda de soluciones ante la Crisis que vivimos. Ser independentista como negocio, o salir -intentarlo al menos- de la crisis por la vía del independentismo. Mal que me pese, hay mucho de esto en el neo-independentismo. Lo percibo en las tertulias -escasas, por desgracia- sobre el tema. "Si nos dan la independencia, podremos gestionar nuestro dinero". Voy a evitar, por limitaciones propias, entrar en profundidad sobre el tema. Hay estudios y modelos que exponen teorías sobre el impacto económico del independentismo en Catalunya. Me preocupa más que éste sea el móvil de gran parte del independentismo, porque nos define negativamente como sociedad. ¿Nos queremos ir porque no nos quieren, porque nos sentimos ofendidos, o simplemente nos queremos ir porque así tenemos más opciones de salir de la crisis? Sala i Martí decía hace poco que la marca "España" es perjudicial para Catalunya, en estos momentos. ¿Justifica eso el independentismo, o hay más? 
Por ideales, priorizo antes el modelo social que la identidad del mismo. Es decir, estaré más cómodo en un Estado que refuerce el compromiso ético y que apueste por un modelo progresista, antes que en uno conservador en pensamiento, y neo-liberal en la ejecución. Aquí me viene a la mente una reflexión que le escuché a Miquel Calçada: "Y cuando consigamos la independencia, ¿qué?". ¿Qué ofrece el proyecto independentista catalán? ¿Seguir amparados bajo el conservadurismo de una CiU que, ante todo, favorecerá los intereses de la burguesía catalana, al igual que favorece el PP a la clase alta a nivel Estatal? -a día de hoy, CiU es la opción política más respaldada, con lo que Catalunya adolece del principal problema que le veo a España: la derecha tiene una presencia mayúscula en el tejido de la nación- ¿Voy a tener que afrontar una posible presidencia de un hombre tan sospechoso como Joan Laporta? ¿Va a predominar un pensamiento único, que aniquile todo lo que huela a español, equiparable a la limpieza que haría un centrista si llegara al poder en Catalunya? Todo esto son cuestiones a definir antes de hablar de independentismo. No me vale lo de "primero solos, y luego ya veremos qué, o cómo".
Hablaré de mí, por fin. Aspiro a vivir algún día en un Estado con el que me pueda sentir identificado. Ello no depende de si habla en catalán o en castellano. Depende de sus criterios de equidad, de su modelo económico, de sus valores, de su ética, de su concepto de Justicia. Cuando he creído en seguir en España es con la esperanza que entre todos -que sumamos más que si nos limitamos a Catalunya- acabaremos con el nauseabundo modelo actual. No son los mejores momentos para creer en ello. Día a día, miro a la sociedad y veo menos de lo que querría ver. Me siento solo, en ocasiones, pero también me siento más cercano a un ciudadano madrileño que piense como yo, que a un político catalán. Y siento que esto es recíproco. La política separa. Las banderas, también. La conversación une. Los ideales, también. Mi sueño no es la independencia de Catalunya. Es mirar a la sociedad y sentir que la ética ha vuelto. Y si la Catalunya independiente lleva eso tatuado en su proyecto, me tendrá a su lado. Si va a ser más de lo mismo, pero hablando en catalán, que no cuenten conmigo. Aceptaré lo que venga, pero seguiré soñando con una sociedad mejor.
Adéu.
Àngel.


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