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2017 actualidad // Miguel Benavent de B. // Opinión // Política
CATALUNYA ¿CABEZA O CORAZÓN?
Escrito por Miguel Benavent de B. Sin comentariosA nadie se le ocurriría mezclar manzanas con peras! Y eso está pasando con el proceso en Catalunya. Intencionadamente o no, muchos están realizando milagrosos equilibrios entre su corazón y su cabeza!
Evidentemente no es fácil gestionar los sentimientos propios o ajenos. Muchas gente teme a sus propios sentimientos, por lo sorprendentes que son en determinadas circunstancias. La gestión de las emociones es, a todas luces, el inicio de la madurez y del crecimiento personal.
La razón es algo muy distinto, sin duda. La mente es algo que vamos construyendo día a día en nuestra vida. Está influenciada por vivencias propias y por factores externos, como la educación y los principios que rigen la sociedad y la cultura de donde habitamos. No hay discusión.
Razón y corazón, en Catalunya
En el caso del proceso catalán, hoy se entrecruzan ambos factores, la cabeza y el corazón. El primero explicaría, entre otros, que algunas empresas hayan decidido trasladar sus sedes sociales a otros lugares de España. El mercado es el mercado y poco tiene que ver con sus sentimientos, aunque alguien pretenda utilizarlo a favor suyo generando miedo. También explicaría que la Bolsa o la Deuda experimenten subidas y bajadas, en función de las informaciones contradictorias y cambiantes que cada día se suceden.
Pero, queramos o no, la mente crea una realidad “ilusoria” y a veces irreal que nos afecta en nuestra vida cotidiana. Y provoca sentimientos, qué duda cabe. Sentimientos encontrados, contradictorios muchas veces y también cambiantes, según cada momento. No debemos juzgar nuestros sentimientos, ni los de los demás.
Los supuestos gestores de la situación
Lo siento, nunca he creído en la clase política actual y en su capacidad de afrontar y gestionar los hechos y sus razones. Para ello deberían empezar por saber admitir y gestionar sus propias emociones. Y, una vez alcanzado esto, intentar reconocer las de los demás. Es difícil intentar entender al prójimo y a sus emociones si primero uno no identifica y acepta las emociones propias. Y eso es lo que está pasando en el enfrentamiento entre el Estado español y el Govern de Catalunya. Una amalgama de sentimientos y de razones se entorpecen mutuamente y hacen que se tomen decisiones igualmente confusas, incoherentes y, demasiadas veces, contradictorias entre sí, lo que provoca situaciones de riesgo, sino directamente peligrosas, por lo irreversibles. Y no olvidemos que, tras todo ello, está la responsabilidad, cosa que muchos parecen haber olvidado…
La confusión solo genera más confusión
Y en el caso catalán hemos llegado a este punto. Suelo afirmar que las decisiones tomadas desde el miedo y la confusión no pueden llevarte más que al miedo o la confusión. Es entonces cuando se necesita recobrar la paz, la serenidad interior, para luego proyectarla hacia afuera. Creo que fue Einstein que dijo que “la mente que provoca un problema nunca puede ser la que lo soluciona”, supongo que apelando a la necesidad de ir más hacia adentro nuestro, en busca del corazón.
El corazón nos une
Seguramente el corazón es el que nos une a todos y cada uno de los seres humanos, sean de la condición, sexo, cultura o clase que sean. El corazón es común para todos, ya sean políticos (sí, aunque no siempre lo parezca o lo demuestren), las autoridades, los policías, los mossos, los funcionarios, los bomberos, los ciudadanos españoles y catalanes, los estudiantes, etc. Todos y cada uno de ellos tienen las mismas emociones, nos guste admitirlo o no. Y desde siempre. Lo que nos separa es la mente, pues ésta es dual, busca la comparación y solo sabe gestionar lo conocido y previamente experimentado.
Miedo ante lo nuevo y desconocido
Y estamos en una situación nueva, para lo bueno y para lo malo. Y provoca miedo, es algo humano. Y desde el miedo (o su manifestación que es la confusión, la ira, la depresión, etc.) es difícil observar la realidad con objetividad. Y objetividad es lo que necesitamos todos y cada uno de nosotros, ahora. Y, para mí, la objetividad no es aplacar los sentimientos e intentar imponer la mente, o viceversa, sino buscar el sano equilibrio entre ambos, pues al final de todo ello el único beneficiario de cualquier decisión debe ser el ser humano que demasiadas veces olvidamos, supeditándolo a otros intereses, como el poder y/o la riqueza.
¿El Alma?
Algunos llamamos a este equilibrio el Alma, con perdón por introducir ese concepto espiritual aquí y de esta manera tan gratuita, sin más explicación. Pero solo deseo introducir que, para mí, ella es el necesario equilibrio entre la mente que nos hace inteligentes y el corazón que nos permite sentir lo que vivimos. Y la resultante es la armonía y, lo que es mejor, el sentido profundo de cada circunstancia que día a día vivimos, que no es más que la verdadera realidad, sin ficción. En esta situación, significa que unos y otros, los de aquí y los de allá, seamos capaces de escribir un lienzo en blanco nuevo y probablemente desconocido hasta ahora, sin lastres del pasado y solo sustentado en un bien común y humano y no en una entelequia con nombre, demarcación geográfica y bandera, pero que demasiadas veces asfixia al ser humano singular, diverso e irrepetible que hoy pugna por manifestarse tal como es, piensa y siente.