La ruptura social, es uno de los problemas importantes de
cualquier separación, la quiebra de los contactos puede dañar profundamente
relaciones personales y colectivas, cívicas y culturales, empresariales y
sindicales… tanto en el interior de Catalunya como entre españoles y catalanes,
sean quienes sean unos u otros. La ruptura afectará con seguridad a las
relaciones económicas, es probable que genere más que posibles bloqueos
económicos y políticos, deslocalizaciones empresariales, boicots, aranceles,
dumping, reducción de competitividad por la energía que se llevará la
crispación y pérdida de capital humano, por desgaste de fuerzas, los procesos
de lucha en política exterior hoy casi inexistentes, tomarían otra forma, ONU,
UE, es de suponer que no se facilitaran encajes al nuevo estado.
La emigración de la postguerra y descendientes, es un
rio del que ahora bebe el secesionismo, -no sabemos por cuanto tiempo, pero
está claro que no son asimilables al independentismo clásico- cuyo deterioro laboral
y económico consecuencia de la crisis
explica su apoyo a la única salida que le plantean a su penosa
situación, salida milagrosa porque no mejoraría las condiciones de vida y
trabajo, pero tiene que ver con la rápida subida de población secesionistas,
sin que pueda descartarse que parte de este sector retirara sus apoyos igual de
rápidamente que los aportó. Hay un factor emocional, de clase, en este sector
de trabajadores que se sienten traicionados por los partidos de izquierda
catalanes y perdidos en la crisis que los arrasa.
El PSC e ICV han
abandonado el contenido de clase, la emigración obrera se encuentra desasistida,
sin orientación, y la crisis los está machacando, por lo que se agarran a
cualquier salida populista que prometa mejoras. El problema explotará cuando
éstas no lleguen a pesar de la secesión. Pero entonces será tarde, el mal ya
estará hecho. El independentismo era antiguamente un reducto mayoritariamente
de los poderosos y las élites catalanas con ADN puro, que se fortalecían sintiéndose
amenazados por el españolismo y la clase obrera, hoy el independentismo
sobrevenido es producto de la debilidad de las izquierdas que se encuentran sin
fuerzas para imponer un relato fuerte y coherente.
En este choque que
estamos a punto de padecer, las élites catalanas, tienen considerable peso para
orientar, dirigir y empujar el proceso de ruptura y han conseguido movilizar a
su favor a cientos de miles de personas muchos de los cuales, aparentemente, no deberían estar a
su lado. Las encuestas de opinión del CEO, de la propia Generalitat, este
verano de 2013, daban como máxima preocupación de los catalanes cuestiones muy
parecidas a las del resto de España, la
precariedad laboral, paro, crisis económica, pero es un hecho que desde el
verano acá, el tiempo que ya era rápido, se ha vuelto a acelerar, como si
presagiara un cambio histórico, una ruptura, un enfrentamiento que puede llegar
a estallar. En este momento, si las opiniones de un pueblo son las que aparecen
manifestadas en la CEO, hay que buscar la explicación del acelerón en las élites
que gobiernan Catalunya, Gobierno, Parlament, instituciones civiles, partidos, y
el largo etc. que conforman las élites catalanas dominantes, las cuales demuestran
su poder de dirección social, al margen del conjunto de la población que mayoritariamente
tiene/tenía unas preocupaciones diferentes.
Las élites catalanas abundan en su idea de que
no hay valor en la españolidad de la cultura, ni en el trabajo, ni las leyes,
la Constitución, los pactos de la Transición, se desprecia ahora, fue un instrumento de cierta utilidad –no
olvidemos que con esos pactos Catalunya conserva como nunca en su historia su
identidad, lengua, cultura, poder político y económico con autonomía superior a
cualquier otro momento, ello en su parte española, porque en su parte francesa
ni siquiera existe como lengua- como desprecian la historia española, su marco
identitario se construye en contra de lo español y en defensa del ideal
intachable de su cultura, e historia, en su identidad, no existen clases ni explotación
interna, no hay lugar para otras identidades ni mezcladas ni ajenas, ni otras
emociones similares, posibles de compartir, se sienten europeos pero no
españoles, lo cual es extraño, porque lo son políticamente en cuanto pertenecientes al Estado español.
No existe
racionalidad para analizar procesos y problemas, desde una óptica de búsqueda
de soluciones comunes, cuando siempre la hubo, ahora casi solo existen emociones
desbocadas en un tren sin frenos. Hoy sabemos que las tradiciones son
invenciones recientes, han sido fabricadas, pero no solo Don Pelayo y demás
historietas españolistas, también las fabulaciones de naciones con núcleos
originarios perfectos y valerosos por encima de cualquier otro: -Eric
Hobsbawm y Terence Ranger, ‘La invención de la Tradición’ Editorial Crítica- También se pueden descolgar de Scribid ‘Hobsbawmn, E. ‘Identidad, rev.Intern. De filosofía política, nº 3 1994