Sí. Cateto, con mayúsculas. No el cateto como adjetivo, ni siquiera como sustantivo. Cateto, nombre propio. Propio de mi propiedad, quiero decir.
Aquí estoy. Haciendo una entrada sobre algo que me ha pasado a mí. Aquí, en el blog. Sí, sí. Aquí mismito. A ustedes les ha podido pasar inadvertido. Pero para eso estoy yo, para traerlo al frente y que se entere el mundo mundial. Vale, les cuento.
Pues nada, que andaba yo con mi última entrada a cuestas, esa sobre el libro “El manuscrito de nieve” de Luis García Jambrina. Ya saben, Juan y Luis, conversando una botella de vino y opinando, urbi et orbi (hay que aprovechar el momento vaticano), sobre el libro de marras. Todo muy gracioso, muy simpático y poco serio. Como siempre, uno destaca las cosas buenas del libro y el otro, las menos buenas. Como dice Inma, teniendo en cuenta que ambas opiniones salen de la misma cabeza, algo de bipolaridad puede que haya por algún sitio. Hasta aquí, nada nuevo bajo el sol. Cuando tengo un momento, entro en el blog para ver los comentarios y contestarlos uno a uno, que uno es bien nacido y agradece que la gente se tome la molestia. Casi nunca hay sorpresas. Los amigos que uno ha ido haciendo a lo largo de la trayectoria bloguera aparecen por aquí y dejan un comentario dando su opinión sobre la entrada. Opinión siempre generosa, todo hay que decirlo, aunque igualmente sincera. Otra cosa no tendría sentido. De vez en cuando aparece alguien nuevo y uno se alegra ¡qué carajo! Piensa: otro al que engañé. Y una nueva muesca en el revólver. Esto me lo enseñó Silver Kane. Cuando alguien nuevo deja un comentario en el blog, un centinela que tengo por ahí, lo coge y lo lleva al cuerpo de guardia, a la espera de que yo le franquee la entrada. Cosa que suelo hacer sin siquiera echarle un vistazo. Una vez ya el comentario en su sitio, sí que lo leo detenidamente y lo contesto, como al resto. Ya es uno más de la familia. El tiempo que se quede aquí lo decide él ¡faltaría más!
Pues eso, que ayer tuve que aprobar un comentario de un comentarista nuevo en esta plaza. El comentario era el que sigue:
“Publicado por Luis García Jambrina en 15 marzo, 2013 at 10:34
Con vuestro permiso, permitidme que me cuele en vuestra conversación. Yo soy Luis García Jambrina, el autor del mencionado libro. Me he divertido mucho con el sabio y ameno diálogo, y agradezco todos los comentarios y, naturalmente, las críticas. Un saludo desde Salamanca.”
Sí. Yo también me quedé en treinta y tres, que decimos por aquí. Por supuesto que pensé que podría ser una broma. De ahí mi cauta respuesta al comentario:
“Publicado por Miguel en 15 marzo, 2013 at 11:10
Si no es una broma, que no lo parece, agradezco que haya tenido el detalle de dejar un comentario en el blog de este lector empedernido. Los personajes de Juan el Gamba y Luis el Pordiosero, me sirven para hablar de libros de una manera que a mí me parece amena, entretenida y carente de pretensiones. Este es el primer libro suyo que leo y me ha causado muy buena impresión. En cuanto se me cruce en mi librería de segunda mano “El manuscrito de piedra”, daré buena cuenta de él. Un saludo afectuoso desde Las Palmas de Gran Canaria.” ¿Han visto? Ahí. Cauto pero arriba. Dando información y con la dosis justa de modestia.“Publicado por Luis García Jambrina en 15 marzo, 2013 at 13:02
No, no es una broma. Me enteré de ello por una alerta google y me llamó la atención, precisamente, por ser un diálogo ameno y sustancioso. De ahí que lo leyera, complacido y divertido. Así que enhorabuena. Espero que, si llegas a leer (permíteme que te tutee, te ruego hagas lo mismo si hay ocasión) el primer manuscrito, te interese y te guste.”
Bueno, recapitulemos. Ya sé que muchos de vosotros vais a toda leche y no os parais mucho a analizar lo que leeis, así que os lo voy a masticar yo un poquito y os lo pongo en la boca para que sólo tengais que tragar. Así se las ponían al séptimo de los Fernandos, el más infame que jamás haya reinado en esta nuestra España.
En primer lugar: Un autor de prestigio, publicado por una editorial de prestigio (Alfaguara, que publica entre otros a Saramago, Susan Sontag, Carlos Fuentes, José María Merino, Vargas Llosa, Pérez Reverte y un largo y apabullante etcétera), profesor de una universidad de prestigio (y solera), se pasa por este blog y tiene a bien dejar un comentario.
En segundo lugar: No sólo deja un comentario. Además, dice textualmente: “Me he divertido mucho con el sabio y ameno diálogo…”. No se olviden que el diálogo es acerca de su obra, de la que le suponemos algo enterado. Así que lo de “sabio” no es a humo de pajas. Sabe de que habla.
Y en tercer lugar y para que no queden dudas, añade en el segundo comentario: “por ser un diálogo ameno y sustancioso. De ahí que lo leyera, complacido y divertido. Así que enhorabuena.”
Vale. Es cierto que lo de: “En cuanto se me cruce en mi librería de segunda mano “El manuscrito de piedra”, daré buena cuenta de él.”, no ha sabido interpretarlo como: “Le estaría muy agradecido si me enviara un ejemplar dedicado del Manuscrito de piedra”, que hasta ustedes han entendido. Pero ¿qué quieren? Es un profesor. Y ya se sabe que suelen ser unos despistados y además, con los recortes en educación no deben andar muy boyantes que digamos.
Pues eso. Qué soy Cateto y no tenía más remedio que fardar un mucho con esta anécdota.