Revista Opinión
Otro año más los campos preñados de vida y de flores, la luz, que poco a poco va triunfando sobre la noche, el olor a sal que se funde, como en una fórmula magistral de un perfumista, con los brotes nuevos de armajo, retamas y almáciga, que nos avisa que la primavera ha despertado de nuevo, que ya está aquí. Y con la primavera, como cada años nos llega el catorce de abril.
Hoy es el día en el que rindo, rendimos, homenaje a todas las personas asesinadas por ser republicanas, hoy se descubren placas recordando a alcaldes y concejales cuyo delito fue mantenerse fieles a su pueblo, al orden constitucional que democráticamente se dieron. Hoy se izan banderas tricolores en plazas y mástiles institucionales, y en muchos corazones recuperamos la memoria.
Hoy catorce de abril recuerdo, recordamos, una de las épocas más brillantes, en la que en muy pocos años se alcanzaron cotas más que importantes en educación, derechos, cultura, cuando en este país todavía se estaba saliendo del siglo XIX. Generaciones enteras de poetas, filósofos, científicos, trabajadores, campesinos, no sólo abrazaron, promovieron y ensancharon los valores republicanos. Hicieron posible, con el voto como arma, que el cambio de régimen fuera una realidad con la II República.
Pero no sólo, aunque sea necesario, recupero la memoria en esta primavera. Recuerdo aquella izada de la tricolor antes de las seis y media de la mañana en el balcón del ayuntamiento de Eibar por Mateo Careaga, y miro hacia adelante.
En esta primavera, en la que algunos dicen que son republicanos en la intimidad, pero son fieles a la corona y por tanto monárquicos, en estos meses en los que reinas llaman compi-yoguis a presuntos delincuentes, en estas semanas en las que se conocen cuentas de hermanas en paraísos fiscales durante, exactamente, la duración de reinados, y hermanas, y cuñados sentados en banquillos, todo esto después de cuatro años de retroceso económico, social, político y sobre todo de falta de higiene democrática, con una constitución superada por la propia historia, miro hacia el futuro y recupero los valores republicanos.
Es verdad que República no es sinónimo de solución inmediata, de salida del pozo en el que nos han metido, no fue entonces, ni es ahora. Pero República ayer y hoy significa que la ciudadanía es la única dueña de su destino, que nadie, por apellido o sangre tiene ningún derecho divino de ser jefe de estado, significa devolver a la historia a dinastías, cortes y vasallos, a una institución anacrónica y antinatural como la monarquía.
Es necesario, hoy más que nunca que valores como libertad, fraternidad, igualdad o laicidad sean capaces de ilusionar de nuevo, de abrir una época llena de esperanza y de futuro, esta primavera, este catorce de abril vamos hacia la III República.