Dos temas recurrentes inundan las producciones cinematográficas recientes. A nivel del cine destinado al gran público la presencia de terroristas (ya sean humanos, galácticos o imaginarios) alcanza una cuota raramente vista con anterioridad (dado el tiempo que implica lanzar, financiar y rodar este tipo de películas, los guiones tienen en muchas ocasiones 5 años o más). Al cine de autor, más reactivo por lo general, le apasiona en estos momentos la temática del secuestro (impuesto o por voluntad propia).Cautiva es el resultado de dos fuerzas arrasadoras del cine independiente actual. El director filipino Brillante Mendoza que, desde 2005, ha completado una filmografía sin mancha y repleta de premios. Adepto de ficciones disfrazadas de realidad, rozando el docudrama y todas las variantes de cine-realidad. Y por otra parte, la inmensa actriz Isabelle Huppert que añade otro director, e imprescindible, a su exquisita colección de colaboraciones con los mejores y más radicales cineastas actuales. Una actriz que sabe actuar en una superproducción un día y la semana siguiente arriesgarse en un primer film.Esta historia no puede adaptarse mejor al estilo Mendoza, un secuestro casi indefinido de una veintena de turistas extranjeros en una de las islas filipinas, y su calvario a través de la tierra, el mar y la jungla. Basado en los testimonios de los secuestrados del hotel Dos Palmas en Palawan, en 2001, por el grupo Abu Sayyaf (GAS) y otros secuestros de distintas organizaciones separatistas filipinas.Sin duda el estilo directo, como de imágenes casi robadas, le viene de perlas a la historia. Los intérpretes (mención a la discreción y humanidad de la excelente Rustica Carpio, que ya admiramos en Lola; todavía me pregunto cómo pudo soportar con su edad, un rodaje tan intenso, duro y complicado), entre verdaderos soldados, actores de diferentes nacionalidades que se ven por primera vez casi el mismo día que la cámara empieza a funcionar, y un rodaje de escenas estrictamente cronológico, angustian tanto al equipo artístico como a los espectadores. Sin embargo hay algo que ha cambiado y enriquecido al cineasta. A los que les desagradaba la frialdad del director en numerosas escenas, van a poder disfrutar del nuevo toque Mendoza: más poético, relajado e, incluso, soñador. El momento en que la cámara asciende, dejando abandonados a los secuestrados en el barco, como un todopoderoso cruel y despiadado o el encuentro de la protagonista con un sarimanok (pájaro mítico de la cultura Maranao filipina) añaden ternura a un poderoso cine de autor, que nada tiene que envidiar al mejor exponente del género de la acción.