Revista Opinión

Cazador de Almas: La Profecía Capítulo 2

Publicado el 28 enero 2020 por Carlosgu82
Hola! Este es el capitulo 2. Para leer la historia desde el inicio, visiten mi perfil. Tragedia y Misterio

Algunos días después cuando casi era navidad, su papá tuvo que ir a comprar algunas cosas para cenar y le pidió a Elena que fuese con él. Aquello no le gustó  a Charles pero no podía evitarlo, su papá tenía una clase de “poder” sobre ella. Nunca podía negarse a nada de lo que le pidiera. Mientras su padre recogía la billetera, Elena avanzó al auto.

Sentía a Charles tras ella, pero no lograba escucharle. Este parecía temer por su vida, como si su papá estuviese por hacerle daño.

El auto estaba cerrado y hacía mucho frío. Su padre llegó a ella viéndose molesto, eso pasaba siempre que discutía con Aurora, su madre.  Sin ser amable o cariñoso le abrió la puerta y Elena supo que no debía hablar.

—Entra. Esta cena es tu culpa. Por mi me quedaba en casa mirando tv. Malditos humanos y sus costumbres.

— ¿Qué quieres decir?

Elena se sentía aterrada, no quería ser paranoica pues su papá era humano. ¿Cierto? Seguramente el problema con su mamá había sido muy importante.

La otra voz apareció, estaba alterado y temía por su vida.

—Elena, trata de bajar de ese auto. Alguien estaba bloqueando nuestra comunicación. Necesitaba evitar que subieras y ya es muy tarde. Inventa una excusa, dile que estás enferma y logra que te deje salir.

Pero antes de poder pensar en que hacer alguien se atravesó en la carretera, el papá de Elena intentó esquivarlo pero fue inútil. El auto giró varias veces antes de dirigirse a una especie de barranco. Elena se golpeó la cabeza y perdió el conocimiento, por eso no se dio cuenta que Charles la sacaba del auto y la colocaba a un lado del camino.

Recuperó la consciencia algunos minutos después.

—La ayuda viene en camino, ya estás a salvo.

— ¿Charles?

—Debes mantenerte tranquila, la ambulancia tardará un poco, ignoro si tienes heridas internas, por eso no debes moverte. A tu cuerpo no puede pasarle nada.

Era tal la conmoción que tardó un poco en comprender que estaba a su lado y no en su mente. Supo que la cubría con una manta, que se preocupaba por ella.

Atravesó esa línea entre luz y oscuridad en algunas ocasiones, cuando lograba abrir los ojos lo veía sobre ella. Su angustia resultaba dolorosa, pero de pronto aquella situación volvió a ser real, si Charles la ayudaba, entonces, ¿quién atendía a su papá?

—Mi padre… debo…

—Por ahora no puedes ni debes moverte.

—Está muerto, ¿verdad?

— ¡Maldición Elena! ¿Supondría alguna diferencia? No puedes moverte, pero sí, está muerto. Lamento ser tan duro, debes entender que solo así lograré evitar que hagas una locura.

Charles se mostraba realmente hostil, su papá estaba muerto y no manifestaba ni gota de compasión. A decir verdad, lo que la afectaba más era la culpa, si ella no hubiese querido “una cena especial” no hubiesen salido por los ingredientes y nada hubiese sucedido.

La noche avanzaba sobre ellos, la ayuda demoraba mucho, lo que era extraño, ya que el hospital se encontraba a tan solo unas cuantas cuadras.

La nieve había cesado, pero el frío era cada vez más intenso. Elena trataba de mantener los ojos abiertos pero era difícil, le dolía el pecho.

— ¡Eres tan frágil!

—Gracias por estar conmigo.

Minutos después escucharon una ambulancia así que Charles desapareció. Los paramédicos no entendían cómo era posible que hubiese salido viva, incluso con buena temperatura corporal, pero sus voces sonaban distantes, en ese momento únicamente pensaba en su papá y el dolor causado por tal pérdida.

Al llegar al hospital había una gran cantidad de médicos listos para atenderla.

Una enfermera, que cuanto mucho tendría 25 años, llegó a tomarle los datos. Lo más extraño fue cuando preguntó sobre algún familiar a quien pudiesen llamar.

Elena le dijo que a su madre y la mujer se puso muy pálida, luego salió de la habitación sin explicarle nada. Pocos minutos después llegó el médico.

— ¿Han llamado a mi madre?

—Mire, Elena, no sé cómo decirle esto, probablemente usted no recuerda mucho, ya que se ha golpeado la cabeza contra el suelo, pero su

mamá estaba con ustedes en el auto, ella también ha fallecido.

— ¡¿Qué?! No…, usted se equivoca, ella se quedó en casa, éramos solo papá y yo.

—Ella viajaba en la parte de atrás, tal vez usted es víctima de un shock por la impresión.

—No, mamá no está muerta, usted miente. ¡Déjeme ir! debo llegar a casa, les mostraré que se equivocan.

—Debe calmarse, aunque salió prácticamente ilesa, tiene que descansar. El doctor Bronstons, nuestro psiquiatra, vendrá a verla dentro de un rato.

— ¿De qué demonios habla? ¿Un psiquiatra? No, no necesito ver a un maldito psiquiatra, lárguense y déjenme sola.

—Usted necesita ayuda y…

— ¡Largo ya! ¡Déjenme!

—Mire, a juzgar por como sucedió todo, usted debió salir expulsada por una de las ventanillas antes de que explotara. Y presumamos que su madre estaba en casa, ¿cómo la llevaron al lugar del accidente, la pusieron allí y arreglaron todo? Parece que iban de viaje, en el auto hay restos de varias valijas.

— ¿Y cuándo puedo salir de aquí?

—En una semana, en este momento tiene neumonía y debemos tratarla. Es increíble que no muriera congelada.

—Charles me sacó del auto.

— ¿Este supuesto Charles la sacó de un auto mientras daba vueltas, justo antes de que explotara? ¿Ve lo que le digo? Cuando la encontraron no había nadie junto a usted. Por ahora descanse, mañana veremos cómo evoluciona.

Cuando la voz de médico empezaba a sonar distante, empezó a pensar en cómo salir del hospital. Nada de aquello tenía lógica.

Además algo en los medicamentos que estaban dándole la mantenía en una especia de letargo, trataba de pensar en Charles o en su “amigo imaginario” y no podía contactarles. Durante dos días más le administraron medicamento mediante inyecciones pues de acuerdo a las enfermeras, ella hablaba de amigos en su mente, de un tal Charles y creían que todo lo había imaginado debido al golpe.

Una semana después Elena empezaba a desconectarse tanto que ni siquiera recordaba a Charles…ni siquiera la voz.

Cuando llevaba casi un mes no pensaba en nadie, hasta que recibió una visita inesperada. Era media noche cuando un hombre se situó a los pies de su cama. Empezó a moverla para hacerla despertar. Elena apenas abrió los ojos y volvió a cerrarlos, estaba demasiado drogada.

Charles estaba ahí, había tratado de llegar a ella cuando estaba en el hospital pero le dijeron que se había ido a su casa.  Al llegar no la encontró y tras varios días descubrió que había sido internada en una clínica psiquiátrica. La mantenían tan dopada que por eso no habían podido comunicarse. La prioridad era llevarla a casa y darle un poco de sangre para ayudarla a limpiar su sistema. La levantó en brazos y avanzó hasta la puerta principal. Atravesó todo el lugar sin importarle los gritos de las enfermeras. Cuando los ayudantes se acercaban les derribaba sin siquiera tocarlos. Parecía tener una especie de campo de energía a su alrededor.

36 horas después, Elena estaba sentada en el porche de su casa. Habían sido horas terribles. Charles no le había explicado todo, omitió que su sangre no solo iba a limpiarle el sistema, también la haría vomitar y tener una jaqueca comparable con beber sin parar una semana.

Se habían puesto serios también y había prometido tratar de averiguar el asunto de su madre y su muerte. Estaba pensando en ellos cuando una vecina llegó a decirle que lamentaba su pérdida.

—Sigo sin entender nada, mamá estaba en casa.

—Pero yo los vi marcharse a los tres.

—No es posible.

—Sí Elena, no tengo por qué mentirte. Lo mejor es que vayas a descansar, ni siquiera sé cómo te dejaron salir del hospital.

—Debo irme… gracias por sus condolencias.

Nada tenía sentido, antes de estrellarse había visto un hombre frente al automóvil y su papá había girado para evitar atropellarlo, iban solos en el auto…

Aunque Charles encontrara respuestas, jamás conseguiría que ella aceptara que su mamá viajaba con ellos. No estaba loca y sabía que en el auto iban su padre y ella. Si aquello era obra de demonios, eso podría entenderlo y sería la única explicación posible. Sin pensarlo dos veces llamó a su amigo. Quizás él conocía a Blu o quizás a Gabriel.

— ¿Me necesitas?

—Conocí a alguien, un Druida.

—Criaturas interesantes, honestas y de gran sentido del humor. ¿A cuál conociste?

—Blu.

— ¿Te habló de su hermano?

—Solo mencionó su nombre. Gray

—Son criaturas leales. Su madre es famosa por su poca originalidad a la hora de escoger nombres.

— ¿Sabes algo de una pulsera?

—Sí, son famosas. La entregan una sola vez. Esto sucede cuando ellos sienten una conexión con la otra criatura. Los que las reciben son afortunados pues les tienen como protectores.

—Blu me dio la suya.

—Eso es algo valioso. No debes mencionárselo a nadie. No solo viene a ti cuando la usas. Si esa información sobre que una humana tiene acceso al Valle, cae en manos equivocadas pueden invadir el lugar y exterminar a Blu y su gente. No son guerreros, son un pueblo pacífico que vive siendo UNO con la naturaleza.

—Me dijo que un ser llamado Gabriel, ejecutor de la raza es el único que puede verla.

—Maldito bocón. No debe hablarte de Gabriel, no aún.

— ¿Lo conoces…? a Gabriel, digo.

—Sí, más de lo que puedas imaginar. Mantén esto de la pulsera en secreto. No se lo digas a Charles.

Después de charlar con su amigo Elena dedicó algunos minutos a pensar. No podía engañarse a sí misma. Charles la había salvado y entrenado en sueños, pero realmente no conocía los motivos que tenía. La criatura que la atacó en compañía del lobo dijo que para Charles ella era solo un recipiente. La voz en su cabeza le pedía no mostrarle a Charles la pulsera, es decir…no debía confiar en él.

Elena subió al segundo piso, empacó cosas personales, tomó sus tarjetas de débito y dio gracias a Dios pues como era de ahorrar cuánto dinero le daban sus padres, tenía suficiente para viajar.

Aunque no era mucho la ayudaría a llegar a casa de su tío político, quien siempre mostró interés por las propiedades que tenían en Carolina del Norte.

Tomadas ya las decisiones más importantes, dejó bajo la puerta de su vecina Simona, un sobre con la llave y una carta donde le pedía que se encargara de mantener la casa limpia, asegurándole que cuando se encontrara instalada en su

nuevo hogar le enviaría una buena cantidad de dinero. Una vez en casa de su tío, este le sirvió una buena taza de café.

—Vamos Elena, esto por lo que has pasado es difícil, a tu edad ya estás sola, sin nadie más.

—Tío, quédate tranquilo.

—Soy un viejo viudo y sin hijos a quien no le importaría si su sobrina se quedase una temporada.

—Tío…

—No quiero imaginarte sola en algún lugar lejano, al menos no durante los primeros días.

—Gracias, tío, pero necesito alejarme de todo lo que tenga sus recuerdos y este lugar está lleno de ellos. Además ya tengo 21 años, puedo cuidarme sola.

—Bueno, entonces vete a Australia, allá tendrías un séquito de empleados a tu disposición.

—Sabes…detesto que me sirvan como si fuese una reina, además, necesito sanar a mi propio ritmo.

—Bueno, así será, pero apenas te establezcas me avisas.

— ¿Cómo haremos para que pueda firmarte los títulos de propiedad?

—Mañana iremos dónde el abogado de tu papá. Desapareciste muchos días y tuvimos que enterrarlos. Sé que fuiste su única heredera. Solo es asunto de que el licenciado redacte la carta de venta y ya.

Te daré una buena cantidad de dinero mañana para que puedas dejar el país y ya cuando las propiedades estén a mi nombre te deposito el resto. No quisiera que te marches a esa ciudad, es muy peligrosa. Yellowknife nunca ha sido conocida por ser una zona tranquila.

—Pero nunca mencioné esa ciudad. ¿Cómo sabes de ella?

En aquel momento el tío de Elena supo que había hablado de más, pero era prioritario desviar la atención de su sobrina.

—Lo mencionaste hace un rato, ¿sino cómo podría saberlo?

Elena estaba tan confundida que prefirió ignorar aquello pues en ese momento no le pareció realmente importante. De haber prestado atención hubiese notado que su tío también poseía un collar con sangre de demonio.

Tres días después dejó la ciudad y se encaminó al aeropuerto. Para su mala suerte le tocó un taxista conversador,

— ¿Va de viaje, señorita?

—Sí, señor, a uno muy largo.

— ¿Y no lleva más equipaje?

—No, es todo lo que necesito.

Fue difícil luchar contra el impulso de ahorcarlo, durante media hora se mantuvo hablando compulsivamente.

—Bien, ya llegamos, que tenga un buen viaje.

—Gracias, buenas noches.

Ya dentro del aeropuerto, fue a tomar un café, no sabía qué hacer con su vida, necesitaba alguna señal divina. Sabía que debía ir a Canadá, pero en aquel momento deseaba ignorar todo y ser libre.

—Bienvenida, señorita, mi nombre es Tamika y estoy para atenderla.

—Necesito un boleto para Texas.

—Claro que sí, deme un minuto.

Mientras buscaba la tarjeta para pagar, <<pues no pensaba robar nada>> apareció Charles. Trató de tocarlo, pero su mano atravesó su cuerpo… ¿un fantasma?

— ¿Es que acaso me olvidaste?

— ¿Olvidarte?

—Debes ir a Canadá, de otra forma me será imposible cuidarte.

—No lo sé, eso me parece una locura.

—Ve a Yellowknife.

— ¿Y luego qué? ¿Dónde te encontraré?

—No me busques, yo lo haré en el momento justo. Las señales te llevarán al lugar correcto.

— ¿Qué haré si logro encontrar tus señales?

—Cuando ellas te encuentren lo sabrás.  No dudes más Elena y ve a Canadá.

Y eso fue todo, desapareció sin decirle nada más. Elena no pudo  evitar estremecerse. Aquella situación la tenía tan tensa como la cuerda de un violín. Su palidez fue obvia para la joven que la atendía.

— ¿Está usted bien, señorita?

La mujer la miraba con gesto de preocupación pues la había escuchado hablando sola.

—Sí, estoy bien, solo deme un boleto para Yellowknife.

— ¿Canadá? Mire joven, tengo demasiado trabajo como para estar aguantando bromitas.

Sin saber cómo, Elena pudo percibir sus pensamientos; según ella era una joven indecisa a quien seguramente sus padres le daban todo el dinero que quería, pero sus pensamientos no fueron los que la irritaron sino su risita bobalicona.

— ¿Quién se cree para tratarme así?¡¡¡Solo quiero mi maldito boleto…!!!

Varias personas que estaban cerca se volvieron hacia ambas, la empleada de la línea aérea palideció, pero Elena no se arrepentía, al fin y al cabo su trabajo era darle el boleto.

Molesta consigo misma, pero sobre todo con la estúpida del mostrador, se inclinó sobre ella y le dijo:

—No soy una consentida a quien sus padres le dan dinero para gastar. Ambos acaban de morir.

Pronto apareció el gerente de la aerolínea quien reprendió a la mujer. La mujer se puso tan pálida que le dio un poco de lástima…. bueno, la verdad no. Bien que se lo tenía merecido.

Durante el vuelo logró dormir mejor, en esa ocasión sus sueños eran calmos. Estaba en una casa de madera, se encontraba sentada junto a un sauce llorón. Después de eso ya no pudo dormir y mientras observaba por la ventana, esa voz llegó a ella de nuevo.

—Lo siento mucho Elena, quisiera poder evitarte este sufrimiento. Pero pronto estaremos juntos y ya nadie podrá separarnos.

— ¿Quién eres?

—Pronto lo sabrás. No digas a nadie que conoces, ni a Charles, debes mantener el secreto.


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