Hola a todos
Traigo libro nuevo. Lu subiré a partir de hoy.
Es fantasía, apta para todo público. Es parte de la saga Cazador de Almas.
Un abrazo a todos
SINOPSIS
Elena no es normal…tampoco vive de forma normal. Desde que tiene memoria, ha sufrido pesadillas donde demonios tratan de asesinarla. ¿Lo peor de todo? La siguen fuera de sus sueños
Forzada a aceptar una vida que no quiere, deberá enfrentar a criaturas letales, dispuestas a evitar que cumpla con su destino. Para protegerla tiene a Charles, un Cazador de Almas que parece dispuesto a morir por ella. Pero si no aprende de él no solo morirá, podría desatarse una guerra que acabaría con cada criatura que existe, incluidos los humanos.
El tiempo corre, Elena necesita dejar a un lado sus temores y abrazar una nueva vida.
EL INICIO
Elena caminaba por Bay Street. Amaba el pueblo que la vio nacer, pero del que nunca se sintió parte realmente. No tenía una vida normal. No podría aunque quisiera. Cuando ella trataba de hablar con la gente que estaba cerca, la cosa no funcionaba.
Parecía tener un rótulo sobre su cabeza que decía: Soy un fenómeno perseguido por entes demoníacos aunque de hecho lo era. No es que de verdad resultara obvio, aunque quizás el tono amarillo de sus ojos no ayudaba. No era esto lo que hacía que la gente se alejara de forma instintiva. Elena vivía con miedo, todo el tiempo y constantemente miraba alrededor como esperando que estuviesen ahí por ella.
Y a la larga aquello resultaba incómodo. Por eso poco a poco dejaron de invitarla a pijamadas<<quién querría de todas formas, tener a una niña que gritaba como loca en medio de la noche>>
Y Elena en lugar de enojarse agradecía aquello. No es que no anhelara una vida normal, porque lo hacía. Salir en las tardes y sentarse a observar los barcos anclados en el puerto deportivo, ubicado en el parque Henry C. Chambers. Incluso se aventuraba a fantasear con un delicioso café mientras podía mirar el amanecer.
Envidiaba a aquellas familias que hacían picnics mientras sus hijos jugaban en el parque. Pero aquello no era para ella. Mientras se compraba un café observó a algunas parejas que salían a correr por Waterfront Boardwalk. Todos la miraban de reojo pero no los culpaba. Aunque no dejaba de ser algo raro, casi deseaba desaparecer. El viejo vendedor, un hombre mayor con su piel como el ébano era quizás, su único amigo.
No sabían mucho el uno del otro y eso estaba bien.
—Te ves triste hoy.
—Lo estoy. A veces la soledad pesa.
— ¿Crees que esos que corren y sonríen son felices? Escucho cosas, ya sabes. Odian su trabajo, algunos son infieles. Te miran mal por ser diferente sin encarar la doble vida que llevan.
—Supongo que nadie es feliz realmente.
El vendedor se puso a reír cosa que la hizo sentir mejor. Le dio un café bien cargado y siguió empujando su carrito, era tiempo de volver a su casa. Mientras le miraba alejarse pensó que quizás su vida no era tan mala. No parecía tener mucho pero se veía feliz. De pronto Charles estaba en su mente.
Cuando estaba muy abrumada aparecía a darle consuelo. O al menos la mayoría de las veces.
— ¿Consideras que venir a tomar café en este sitio va a darte la paz que anhelas? No importa cuánto mires el mar, tus demonios personales van a seguir ahí. Estar en esa banca anhelando la vida de otros solo te hace más miserable.
—Si no estuvieras en mi mente, te asesinaría. Sé que esta banca, que este café no me van a dar la vida que quiero. Pero al menos me dan momentos normales.
—Lo sé, pero te necesito concentrada, debes dejar de lado tu maldita humanidad.
—Soy humana, no lo olvides.
Mientras ignoraba a Charles y se preparaba para abandonar la ciudad, pensaba en todo. Su infierno empezó el día que cumplió 5 años. Una criatura inmensa, de dientes afilados y orejas en punta, estaba a los pies de su cama.
Babeaba en exceso y gritaba cosas sin sentido. Sin embargo junto a la criatura apareció un hombre que clavó una especie de daga en el pecho del visitante. Pocos segundos después ambos se esfumaron. Sus gritos de terror alertaron a sus padres quienes al escuchar su relato, en lugar de estar asustados parecían felices.
Elena quería un abrazo sin embargo su mamá simplemente le dijo que se durmiera pues había cosas que preparar, algo como una especie de celebración porque su “Jefe” iba a ponerse contento.
Los días avanzaban y Elena, aunque recordaba lo sucedido empezó a mezclar recuerdos, por alguna razón que no entendía, sus papás le dijeron que seguro lo había soñado porque ellos no habían charlado con ella y tampoco sabían sobre su visitante.
Y acabó creyéndoles.
Por suerte nunca más aparecieron criaturas en su habitación, sin embargo en sus sueños sí. Y siempre aparecía su salvador para eliminarlos. Casi parecía haber llegado a ella como un regalo. Había rezado cada noche para que las pesadillas se detuvieran pero no sucedía. Así que había pedido a Dios que le regalara un ángel guardián. Este llegó algunas noches después y se presentó a sí mismo como Charles, la acunó entre sus brazos prometiéndole que todo estaría bien y ella, cansada de no tener en quien apoyarse le creyó y empezó a confiar en él. También aprendió a seguir sus instrucciones.
Algunas semanas después acompañó a su mamá al mercado. Mientras avanzaban por los pasillos observó que una anciana mujer que las seguía por todas partes.
Charles le decía que sospechara de todo y de todos por eso trató de ni siquiera mirarla a los ojos. Pero a la anciana parecía no importarle el miedo que, evidentemente manaba de Elena.
Aprovechando un descuido de Aurora su madre, la anciana la sujetó del brazo y colocó una mano sobre su frente. Luego de algunos segundos, la mujer le dijo que sabía que su nombre era Elena, que era la nacida por segunda vez, también le dijo que era la elegida. Aurora, que había avanzado por los pasillos sin percatarse de su ausencia, llegó segundos después y furiosa la sacó del lugar.
Durante el verano que cumplió catorce años la criatura colocó una especie de hilo dorado en su cuello consiguiendo cortarle la piel. Luego se transformó en un lobo negro, se fue sobre ella y le rasguñó la espalda. Podría haberla matado sin embargo no lo hizo. Para su asombro e incredulidad, al despertar en la mañana tenía marcas. Todo era aterrador pues aquella situación no afectaba únicamente sus sueños.
Unos días antes de cumplir veintiún años, Charles le entregó un collar diciendo que mientras lo llevase puesto la criatura no podría dañarla. Pero el collar, lejos de ser de ayuda realmente, fue el causante de que los ataques empezaran a ser más fuertes.
Pero por otro lado resultaba menos lastimada así que era una especie de ganancia.
Una noche en particular resultó extraña. La criatura que se apareció ante ella era distinta. Sí, resultaba bastante intimidante pero no era una criatura cubierta de baba. Este era más similar a un hombre de negocios. Daba la impresión de ser el jefe. Al llegar ante ella no pareció importarle nada más que el collar en su cuello. Se quedó mirándolo fijamente, casi parecía tratar de descifrar algo.
El collar empezó a calentarse sin llegar a quemarla y esto causó que la atención de aquel ser se trasladara finalmente a los ojos de Elena y lo que sea que ella vio en él, la hizo sentir pánico. De pronto algo se movió detrás de ella, si se volteaba perdería el contacto visual con su visitante y tenía la clara certeza de que ese Ser, la obligaba a mantener esa conexión.
Pero la sensación de urgencia por fijarse fue mayor y deseó no haberlo hecho.
El lobo estaba ahí.
Su visitante consideró aquello una muestra de poder lo que fue evidente para Elena porque cuando rompió el contacto visual con el lobo y miró de nuevo al visitante, este emitió una especie de jadeo, en su mirada se reflejaba admiración.
Nadie podía romper contacto visual con él si no lo deseaba y ella lo había hecho sin mayor dificultad. Todo debido a lo que tenía en el cuello. Un collar cargado con sangre antigua y poderosa.
—La sangre del demonio…no entiendo cómo llegó a tu poder algo tan valioso ¿De dónde lo sacaste?
Elena aclaró su garganta, estaba realmente asustada y hablar era imposible. Y la falta de respuesta de Elena le encolerizó. Apresuró su paso hasta tomarla por el cuello y apretarlo intentando asfixiarla pero justo cuando iba a desmayarse apartó su mano como si se hubiese quemado y profirió algunas maldiciones.
—No hace falta que me contestes, solo hay una criatura capaz de hacerlo. Pero él no es honesto. ¿Sabes que te usa? ¿Sabes que eres solo un cuerpo, el recipiente de su amada?
Aquello no lo esperaba, Elena se quedó en silencio durante lo que pareció ser una eternidad. Las facciones de la criatura comenzaron a desfigurarse. Obviamente detestaba no ser capaz de compelerla.
El impulso de escapar era cada vez más fuerte y el olor nauseabundo que manaba de él, la hacían sentir enferma. ¿Y qué era eso de ser un recipiente?
Su aspecto mostraba a un depredador en su máximo esplendor, era increíblemente intimidante. De pronto algo cambió, su voz estaba intentando doblegarla. Casi cayó de rodillas ante tal poder. Enviaba una orden fuerte pero ella lo estaba logrando, no iba a ceder.
—Vas a quitarte ese colgante, Elena.
—No…
—Jamás vuelvas a retarme o tus padres pagarán por tu insolencia.
— ¿Mis padres?
—Sí, ahora entrégame el maldito colgante.
Cuando creyó que iba a ceder, Charles apareció en su mente. Trataba de darle paz, de reconfortarla pero era inútil.
—Lucha Elena. Estoy a tu lado, no te dejaré.
— ¿Por qué no vienes, Charles? No creo poder acabar con él.
—Eso es lo que quiere, ha creado una especie de campo de energía con el que te tiene atrapada, deberás enfrentarlo sola.
Alguien más se unió a Charles por un enlace mental y Elena tuvo claras tres cosas: Aquella presencia era poderosa, realmente poderosa.
Se comunicaba pero nadie lo detectaba, ni siquiera Charles a pesar de estar en su mente también. No debía decirle nada a Charles.
—Serás capaz de resistir.
—No…él es más fuerte que yo.
—De ser así estarías muerta. Te hace sentir así para que le temas.
—Trataré de mantener la calma.
—Estoy contigo.
La nueva presencia era reconfortante y le dejaba la sensación de una paz que no pensó ser capaz de sentir en momentos así.
Y era curioso pues lo que Charles no lograba lo hacia esta nueva presencia. De pronto volvió a la realidad, aquel ser la miraba con impaciencia.
— ¿Y bien, Elena? Dame el maldito colgante de una vez
—No.
— ¿Cómo dices?
—Di… dije que no.
Cuando la criatura comenzó a brillar sintió miedo, pero ni siquiera intentó correr. ¿Qué ganaría con eso?
Sus piernas estaban inertes y por más que les pedía que colaboraran, parecían no escuchar. La criatura asestó un golpe, enviándola al suelo.
¡Vaya mierda! Pensaba Elena, aquello había dolido como el infierno.
Levantó la vista y no encontró a su atacante. ¿Dónde demonios estaba? —se dijo a si misma mientras trataba de ponerse de pie. La mejilla empezaba a inflamarse y aquello la asustó. —
La tierra empezó a temblar, sabía de alguna forma que estaba atrapada en una de sus pesadillas, pero eso no evitaba que saliera herida. Su verdugo apareció ante ella, tan rápido que parecía un destello de luz. Levantó su mano y comenzó a crear una esfera brillante. Escuchaba a Charles gritándole, la otra voz se le unía.
Todo era supuestamente una ilusión y dolería únicamente si creía en ella. Pero se encontraba sola, así que cuando la luz la envolvió, el pánico la dominó, lo que mezclado con la ira provenientes tanto de Charles como del otro ser en su cabeza, se creó un caos total.
Su cuerpo se estaba quemando, sus gritos eran ahogados por el sonido de las llamas, mientras consumían todo a su paso, incluyéndola.
Elena pensaba que al fin y al cabo, aquel acabaría siendo su final y parecía resignada a ello.
Después de sentir un dolor indescriptible, no experimentó sensación alguna. ¿Había tenido suerte quizás? ¿Estaría muerta al fin? Segundos después, aquel bosque teñido de rojo y en llamas desapareció, dando paso al frío de la noche. En su cuerpo no había llagas, pero le dolía muchísimo, era demasiado real e intenso para ser una ilusión.
Pero… ¿cómo podía saberlo realmente?
Al fin y al cabo su subconsciente continuaba diciéndole que todo era una pesadilla y en esos momentos era a lo único que podía aferrarse para mantenerse luchando.
Elena se tomó algunos segundos y pasado el pánico tras el ataque, se dio cuenta que su cuerpo no tenía llagas. Su corazón iba a mil por hora pero si dejaba que el pánico siguiera a cargo, nunca podría escapar. Se puso de pie y limpió sus manos sucias en su pantalón, se acomodó un poco la ropa e inició su camino a la salida. No sabía a donde ir pero quedarse quieta no era una opción. Por momentos sentía paz, su cabello rebelde que llegaba casi hasta media espalda, estaba sucio y sudado.
Así que trató de rehacer la coleta que llevaba. Parecía absurdo preocuparse de cosas como su cabello, pero si debía correr de nuevo, solo le estorbaría. Además el dedicar unos segundos a algo tan simple, la hacía sentir que era una humana de caminata por el bosque. Pensaba en sí misma como una especie de senderista extraviada.
Una criatura similar a un humano pero con no más de un metro de altura, estaba fumando un cigarrillo. ¿Absurdo? Quizás, pero nada en sus sueños tenía algún tipo de sentido. Se acercó a él, principalmente porque estaba en la mitad del camino, pasar a su lado parecía inevitable. Al estar justo a su lado este levantó la mirada, pasó de la confusión a la alegría. Al verlo de cerca notó que era bastante apuesto, ojos color miel, cabello rubio pero…las puntas del pelo eran azules.
— ¡Al fin otro ser vivo! ¿Tendrás una cerilla? Gasté la última en este cigarrillo y no sé dónde conseguir más.
—No tengo una cerilla. ¿Llevas mucho tiempo aquí?
—En tiempo real no lo sé, acá todo avanza de forma distinta. Pero parecen ser siglos y quizás lo sean…o quizás no
— ¿Quién eres?
—Soy una especie de guardián de los elementales.
— ¿Pero un guardián no debe estar…no lo sé…en guardia? Pareces más interesado en fumar y charlar, que en estar alerta.
—No dejes que mi apariencia te engañe. Lo que pasa es que por acá no pasan muchas criaturas. Es uno de esos lugares a los que por ejemplo, un humano no se manifiesta de forma corpórea, en general solo vemos motas de energía.
— ¿Motas?
—Los humanos a veces me desesperan. La energía de un humano es de aspecto similar a las Orbes. Los adultos son de color blanco y si son niños los vemos en colores. Vienen acá pues toda criatura debe recargarse de la energía del universo.
¿A veces sueñas con gente que no conoces? Eso es porque la energía de ambas personas coincide acá, sus orbes se rozan.
— ¿Pero esa persona sueña lo mismo?
—No tendrán ambos el mismo sueño pero quizás parte de sus memorias tocan las tuyas y crean los sueños.
— ¿Sabes a dónde debo ir si quiero salir de aquí?
—No, técnicamente el bosque construye las rutas. Es decir que sin importar la dirección, nunca llegarás a una salida pues simplemente no la hay. Si el bosque así lo quiere, este te dejará hacerlo.
—Pues en mi caso esto no es un sueño cualquiera. Los que me siguen me llaman: La nacida por segunda vez. Y estoy escapando de quien me quiere muerta.
—Eres la caminante.
—No entiendo.
—Quien sea que te instruye y sé que alguien lo hace pues no estarías viva de no ser así, realmente apesta. Solo pocas personas caminan en sueños. En mis tierras se decían leyendas sobre ti. Te hemos esperado por demasiado tiempo.
—Me han enseñado a pelear pero no creo que sirva aquí. Soy Elena.
—Mi nombre es Blu. Pero sin E al final.
Elena no pudo evitar mirarle el pelo y Blu rio algo apenado.
—Mi madre no fue muy creativa, por eso decidió que sonara como el color pero que no se escribiera así.
— ¿Qué edad tienes?
—Me veo como de 30 años pero tengo en realidad más de 1500. Y aunque mi nombre no me da un aire imponente mi gente me respeta.
Elena se le quedó mirando tan fijamente que fue capaz de hacer que Blu, una criatura que había visto tanto y que había lidiado con situaciones peligrosas sin siquiera parpadear, se ruborizara.
—Niña, tienes la horrible habilidad de hacerme sentir incómodo. Deja de mirarme así.
—Lo lamento, es que no entiendo por qué los humanos envejecemos y morimos. Todas las criaturas que me rodean tienen cientos o miles de años y se ven reamente jóvenes. Además de que no mueren.
—Bueno, no puedes medir o comparar la edad con tu raza. Los humanos son de las criaturas menos longevas que hay. Pero te diré que el secreto está en este bosque. Si los humanos comprendieran que vienen de la energía, que al morir esa energía regresa al universo, que no envejece, empezarían a meditar, a ser uno con el todo, con la energía. Se rejuvenecerían con el mismo poder del cosmos.
—Increíble. ¿Y haces esto por gusto? Lo de vigilar, digo.
—No suenes tan horrorizada, ser guardián es un honor exclusivo de los miembros de mi familia. Me faltan unos 300 años más. Luego mi hermano Gray tomará mi lugar.
— Así que Gray. ¿Y su pelo es….?
—Sí, su pelo es gris. Ya te dije que mamá no es muy creativa. Vengo de un lugar llamado El Valle de los Druidas. Deberías ir a visitarlo.
—Me encantaría pero no sabría cómo ir.
—Me preocuparía sí lo hicieras. Voy a darte una pulsera. Cuando quieras que charlemos di mi nombre tres veces.
Elena miraba la pulsera con atención, era tejida y con una piedra lunar en el centro. Solo que cuando Blu se la colocó, esta desapareció. Y el desconcierto en su rostro parecía divertir a Blu.
—No, simplemente es energía. Por nuestra seguridad debe ser así. Ninguna criatura salvo Gabriel, es capaz de verla. Recuerda, mi nombre tres veces.
— ¿Así de sencillo?
—Si. Cada Druida puede darla una sola vez.
—Guárdala para alguien especial.
—Eres especial, pero aún no te das cuenta.
— ¿Quién es Gabriel?
—El ejecutor. Una especie de juez y verdugo. Quien mantiene cierto orden. Y es tú…
De pronto el paisaje cambió, de estar en un hermoso pero macabro bosque, pasó a estar en algo que parecía ser un desierto. Blu ya no estaba y sintió la tentación de llamarlo. Pero no quería ponerlo en peligro.
Mirando alrededor comprendió que allí no tenía sitio para ocultarse. Su verdugo estaba ahí y la balanza no estaba a su favor, no realmente.
—Ríndete, Elena…
—Nunca.
Eso fue lo peor que pudo hacer, lo encolerizaba no poder dominarla por completo. Sentía frío, intentaba calentarse frotando enérgicamente sus brazos, pero resultaba ineficaz.
Cada vez que daba un paso para alejarse él ya estaba a su lado, listo para golpearla. Era brutal, veloz, potente y capaz de adivinar cada uno de sus movimientos. Algunas veces la dejaba alejarse, casi parecía un gato cazando un ratón.
En cada paso sus pies descalzos eran perforados por diminutas y afiladas piedrecitas, pero el miedo le brindaba la energía necesaria para continuar huyendo.
Después de horas de un descomunal esfuerzo estaba extenuada, su cuerpo mortal la forzaba a detenerse, lo lógico hubiese sido continuar, pero estaba más allá de sus propios límites, no sería capaz de resistirlo.
Sorpresivamente apareció, bloqueando su paso; la criatura lucía aterradora, aquello distaba de ser un sueño, sus golpes eran reales. Charles no estaba cerca, no parecía poder ¿o querer? ayudarla. ¿Acaso sería que Charles había muerto? ¡No! seguramente lo vería pronto— se decía a sí misma. Su atacante estaba de nuevo frente a ella, solo que se hacía acompañar del lobo negro, el cual mostraba furioso sus dientes.
—Hola Elena, ¿lista para morir?
— ¿Por qué yo?
En ese momento quizás no fue lo mejor que pudo haberle dicho, pero necesitaba ganar tiempo, Charles tenía que encontrarla; debía seguir vivo.
— ¡Siempre haces la misma pregunta! Jamás permitiré que vivas, pones en peligro mi reinado. Lo sucedido hace unos minutos no es nada en comparación con las torturas que te esperan, llámalos «juegos preliminares», si así lo deseas.
—Nada va a impedir mi muerte, eso lo sé, pero ten por seguro que Charles me vengará.
— ¿Tu estúpido guardián? Hummm… estás muy segura, pero no lo veo por aquí, quizás ya no resultas útil para sus propios fines.
—Él nunca me dejaría…
—Elena…mi dulce humana, el amor es un simple sentimiento mortal al que nunca deberías aferrarte, no me mires así, la prueba está justo frente a ti, Charles ya lo ha hecho, te ha abandonado. Comprende… acepta mi verdad, doblégate…
Él la miraba fijamente y sintió tanto miedo que retrocedió un paso. Elena miraba con terror a su verdugo y al lobo. De todas las posibles formas en que podría morir, ser comida por el lobo no estaba en sus planes.
— ¿Te gusta mi amigo? Su nombre es Ammón. Ustedes los humanos han leído sobre él, es el demonio de la fuerza. Mi mejor adquisición he de decirte. Tengo poder Elena, únete a mí y sé inmortal.
De pronto, Charles apareció a su lado, verlo ahí, dispuesto a luchar por ella la llenó de una emoción tan inmensa que era casi irreal. El desconcierto se reflejó claramente en su enemigo aunque logró disimularlo en segundos.
Él sabía de las intenciones de Charles con la humana, la necesitaba viva para ser la salvadora.
Y aunque estaba convencido de que jamás nadie podría derrotarlo, no deseaba correr riesgos. Debía matar a Elena.
—Charles, un honor tenerte en nuestra pequeña reunión. Ya le he dicho a tu humana que no vas a ayudarla, que la has abandonado.
Charles dirigió su atención a Elena, necesitaba que ella le creyese a él.
—No lo oigas, Elena. Sabes que siempre estaré a tu lado, ahora escúchame, ¡vete! Yo me encargaré de él, márchate lejos.
Cuando empezaron a luchar, Elena no se alejó. No importaba cuantas veces se lo pidiera Charles, no iba a abandonarlo. Siempre era igual y si iba a morir lo haría peleando. ¿Sino para que la había entrenado durante casi toda su vida?
—No puedo irme, Charles. Estoy harta de verte librar mis batallas, si alguien debe morir, esa soy yo.
— ¡Escúchame!, debes ponerte a salvo…
—No.
—¡¡¡Maldición!!!
— ¡No puedo!…
Una luz brotó de Elena y alcanzó a su atacante quien ante tal poder, decidió alejarse y liberarla de la pesadilla. Él no esperó aquello por eso ella logró herirlo. No podía seguir subestimando a aquella humana.
Charles miraba todo con asombro ¿y orgullo? De pronto algo comenzó a succionarla lejos del lugar. Siempre sucedía igual. Antes de desvanecerse lo escuchó.
—No temas, pronto nos encontraremos, tu vida corre peligro y debes dejar Carolina del Sur, ve a Yellowknife en Canadá, sólo allí estarás segura.
Y de todo lo que podía preguntarle a Charles antes de desaparecer, fue sobre dinero.
— ¿Cómo voy a pagar mis tiquetes?
—No te preocupes por eso. Cuando pidas cosas te las darán. Los humanos van a tener en mente la idea de que pagas por tus cosas. Ah, y otra ventaja que tienes es que nunca aparecerás en cámaras de seguridad. Puedes entrar y salir sin problema.
—Aunque es tentador, eso es robar.
—Piensa que el universo te lo debe.
Al abrir los ojos comenzó a inspeccionar todo a su alrededor.
Casi esperaba que la atacaran, pero todo estaba igual que antes de dormir. Charles le había dicho que abandonara la ciudad y huyera a Canadá.
Aunque todo era solo una pesadilla no podía evitar sentir preocupación por el peligro en que se encontraba. En ese momento no lo entendía ya que todo sucedía solo en su mente, obviamente empezó a preocuparse, no recordaba al monstruo de su infancia por lo que para ella todo se limitaba al mundo de sus sueños. Decidida a gastar su tiempo en algo que le diera información, decidió buscar sobre demonios. Descubrió que habitan en un lugar llamado Bajo Astral, perteneciente a uno de los siete cielos.
Al principio consideró todo una completa locura, es decir… ¿Siete cielos?… ¿Bajo Astral?
Pero después de tantas visiones y las marcas cada vez más acentuadas, quizás aquello no estaba del todo mal, al menos era algo en lo que podía creer y con ello encontraba una explicación más lógica. Durante aquellos años vivía en Beaufort, Carolina del Sur con sus padres, se consideraba una persona tímida, no tenía amigos o al menos no a alguien a quien llamar <<mejor amigo>>
Las pijamadas donde gritaba, su actitud de sentirse siempre observada…aquello le otorgó el título de <<la rara>>
Nunca la agredieron físicamente pero las burlas dolían. Sin embargo no tenía interés en esforzarse. Entre menos gente supiese sobre su vida, mejor.
Ocasionalmente charlaba con sus compañeros en los recesos pero no más que eso. Tampoco se interesó en ningún hombre, ninguno le hacía sentir mariposas y era lógico. Al inicio, durante su adolescencia tuvo un enamoramiento por Charles pero acercándose a la edad adulta, casi llegando a sus 20 dejó eso atrás. No solo era raro sino que por alguna extraña razón, no acababa de confiar en él.