Revista Filosofía
Son muchas las actitudes que podemos adoptar ante un problema, podemos eludirlo, esquivarlo, negarlo, intuirlo, afrontarlo, superarlo..., pero, antes que nada, deberíamos situarnos ahí frente a él, cara a cara, en disposición de definir qué es problema, y, como profesores, qué es un problema matemático, histórico, físico, metafísico.... Tampoco es necesario teorizar sobre el asunto hasta el punto de crear un tratado sobre la naturaleza de los problemas conceptuales, pero sí al menos, como docentes y transmisores de conocimiento, estar familiarizados con ellos, reconocerlos allí donde asomen su figura, vamos, estar alertas a su presencia. Éste es el primero paso para aproximar al alumno al conocimiento, a la intuición del problema. Por problema no nos referimos sólo a algo con lo que tropieza el alumno y debe superar, sino a la condición de la inteligibilidad del conocimiento. Sólo si comprendemos el problema estamos en disposición de comprender el hecho de que haya conocimiento, y, en un segundo momento, de escuchar y discutir con atención aquellas propuestas que hasta el presente se han ensayado para afrontar el problema. Lo mismo que el cazador está al acecho de la presa, porque le va en ello su sueldo, el profesor debería estar alerta al descubrimiento de problemas, para, una vez apresados, hacerlos comprensibles al alumno.