La presentación del libro de Unai Sordo está dando de sí
Serían imprescindibles, pues, los conocimientos y experiencias de gentes como Luis María González, Luismari, periodista y trabajador “como Dios manda” en la Confederación Sindical de CCOO hasta que se ha jubilado. Precisamente por periodista, (un oficio menor con predisposición a comerse marrones ajenos), Luismari no tiene la consideración de “oráculo” como el propio Baylos o Lillo, pero es un tipo respetado, al menos por mí, y quien mejor se conoce la evolución comunicativa de las Comisiones Obreras. Evolución que en mi opinión ha ido involucionando, despacio pero sin pausa, desde antes de la llegada de la reforma laboral, por volver a contrariar un poquito el discurso de Unai Sordo en la presentación de su libro con interrogantes retóricos. Con cariño. Eso sí, y quien creo que tiene material intelectual y humano para ser un líder sólido. Quizá en ese mirarnos un poco habría que ver si se puede pensar diferente a un secretario general o a un oráculo sindical y exponerlo, intentando argumentar, con todo respeto y sin que salten las alarmas.Es muy cierto y evidente el ataque y la campaña antisindical emprendida desde los poderes a la que se refería Sordo, aunque más duro era vivir contra el franquismo y siempre había voluntad para sacar pasquines, para hacer agitación y propaganda. Y sin cobrar. Incluso había complicidad con muchos periodistas. ¡Ojo!, no “periodistas amiguetes” que es otro concepto bastante rechazable. La credibilidad de los sindicatos de clase y la de los propios medios de comunicación fueron descendiendo a los infiernos tras gran la relevancia de ambos en la Transición y la llegada a su cenit con la huelga general del 14 de diciembre de 1988.Antonio Guitérrez, en ese tiempo joven carismático, puño de hierro en guante de seda, buen comunicador, que había sido precisamente secretario de Información, se acababa de alzar a la Secretaría General tras el Congreso más relevante después de la legalización de CCOO. Gutiérrez, que daba el aspecto del yerno perfecto, tuvo que dar costurazos entre sindicalistas prosovieticos, eurocomunistas, comunistas “normales”, quienes fueron de USO, determinados territorios a los que siempre hay que contentar, determinadas federaciones a las que siempre hay que contentar, etcétera. Un jaleo con una afiliación muy grande, que crecía y que, fundamentalmente, no pertenecía a ningún partido político.Desde tiempo atrás, Luismari ya era el referente del gabinete de comunicación, con Concha Zorraquin, así como Manolo y Goyi Cebrián con su Gaceta Sindical, magnífico instrumento de papel. Como secretario de Comunicación llegó Ángel Campos a sustituir al propio Gutiérrez. Campos es uno de los tipos más listos que conozco, capaz de armar una revolución en la época del teléfono fijo. Sin problemas para delegar, consciente de sus conocimientos, su experiencia, pero también de sus carencias, lo que le hace especialmente inteligente. Campos dejó ya el sindicalismo y, supongo que por debilidades humanas, empezó a ser víctima de ataques en un contexto personal, además, muy complejo. Yo sigo siendo amigo suyo sin necesidad de hablar de sindicalismo.La hoja de ruta de Luismari
Habría que ver qué empezó a ocurrir a partir de mediados de finales de los 90 con la comunicación en CCOO. Quizá, además de llorar porque no salimos todo lo que nos gustaría en los medios de comunicación, habría que recordar lo que siempre nos venía contando Luismari: la comunicación de CCOO debe ser primero con delegados y delegadas, segundo con la afiliación y tercero con el resto de la sociedad.Si nos paramos a pensar, quizá esta hoja de ruta se ha ido abandonando poco a poco por las nuevas realidades tecnológicas y también sociolaborales. Tecnológicamente creo que no se vio a tiempo la que se avecinaba, aunque algunos intentamos explicarlo, pero no fuimos capaces de abordar una transición para de repente querer pasar del motor diésel al patinete eléctrico sin que ni siquiera conviviera el primero con la gasolina ecológica, los coche híbridos, las bicis a pedales de toda la vida, las eléctricas, etcétera. Como soy muy de Lo que el viento se llevó volveré a la manida cita: “A Dios pongo por testigo, y a algunos compañeros, que lo intenté”, pero no por que fuera yo más listo que nadie, ni profeta. Es que esto de ser periodista desde que se usaba la máquina de escribir de cinta, pasar a la eléctrica, a la electrónica, al Mac, al Windows…, del tipómetro y los dibujos a mano al QuarckPress y al Indesigne. Esta permanente autoformación y amigos, alumnos que pasaron a maestros y que sí eran, son, más profetas, como José Mari Díaz o Raúl Maraña, junto a lecturas obligadas, unidas a experiencias previas hacían ver lo que en nuestro sindicato no se veía. Es bueno estar rodeado de personas que saben más que uno, si no no se avanza. Cuando yo llegué, o mejor, volví a trabajar a CCOO, en concreto de Madrid, me pareció retroceder un lustro con respecto al PSOE de Madrid, donde andaba con un buen contrato indefinido, pero cansado y sin nadie de quien aprender tras la marcha de Miguel Ángel Sacaluga. Incluso me pareció retroceder con respecto a la época en que trabajé en el tristemente malogrado Diario 16 de Juan Tomás de Salas y su breve secuela, El gato encerrado.Profesionalización
Pero no perdamos el rumbo. También Luismari ha venido defendiendo la profesionalización de los gabinetes de comunicación de CCOO, pero se ha hecho el trabajo inverso. Cada vez hay menos periodistas en los gabinetes del sindicato, al igual que fuera de los gabinetes. Creo que parte de la mediocridad general también llegó a nuestras siglas, acrecentada por la Gran Recesión y los miedos, unidos a absurdas ambiciones personales. También creo que Unai Sordo tiene capacidad para darle un arreón al sindicato, incluida su comunicación. Sí, comunicación, que hay lugares de las Comisiones Obreras en las que coexisten secretarías de Información y Comunicación. Y la diferencia se explicaba ya en la EGB.Se ha perdido la cultura, dentro y fuera del sindicato de lo que es un medio de comunicación. Hoy mismo Pablo Echenique se quejaba de “un editorial anónimo en El País”. Caray, que este hombre es muy listo y estudiado como para no saber que los editoriales no se firman. En todo este escenario de jaleos, hay que destacar que las secciones de “Laboral” desaparecían para renombrarse, simplemente “Economía”, o algo más aterrador, “Economía y finanzas”. Ahora, El País ha vuelto a cierta normalidad con un cintillo llamado “Economía y trabajo”.Pero miremos otra vez por el retrovisor para mirar hacia adelante. Durante el franquismo, los accidentes laborales iban en la sección de “Sucesos”. El trabajo insistente (muy insistente) de personas como Ángel Cárcoba, en Salud Laboral o Gerardo de Gracia en la Federación de Construcción, Madera y Afines hicieron que la siniestralidad laboral empezara a tenerse en cuenta en “Laboral”, en vez de en “Sucesos”. Hoy día, cuando tienen repercusión es en local, en sociedad… Esa batalla comunicativa habría que reemprenderla con los medios. Porque esa lacra es un problema laboral.Periodistas que no se afilian y una pregunta no retórica
Nos dice Baylos: “Se trata de un modo de concebir el trabajo intelectual como una actividad no contaminada por la subordinación a una empresa, dominada en cuanto que las condiciones de empleo son dirigidas y determinadas por la empresa. Expresa la aspiración legítima a un trabajo independiente, libre y autónomamente orientado por el sujeto a través del desarrollo de su trabajo informativo y de opinión, pero nadie puede escapar a los condicionamientos económicos y de sujeción que impone trabajar para otro bajo su dirección. Y en ese hecho de disciplina y control externo reside la necesidad de la organización colectiva del trabajo a través del sindicato”.Los periodistas no deben opinar, deben informar e interpretar. Fundamentalmente esto último, algo que la crisis del periodismo también se ha ido cargando. Otra cosa es dejar claro que determinado periodista está escribiendo una columna de opinión, que derecho tiene. Claro. Si le dejan.En este país, el asunto de periodistas afiliados a un sindicato es complejo, y más aún a un partido político, que aunque parezca mentira en EEUU la cosa no es igual que aquí. Hay menos hipocresía. En la Facultad te explicaban que cuando trabajas en un medio debes seguir la línea editorial que éste marca. En EEUU el asunto no es así. Puedes encontrarte editoriales tratando un tema de forma radicalmente contraria a una información, una crónica, un reportaje. Los periodistas de la redacción no tienen ninguna relación con los de opinión. Y eso está bien. Aquí quien redacta está sometido a la linea editorial y a la posterior edición. El editor, (el redactor jefe o el director) puede cambiar un título, que es lo fundamental, junto a la entradilla. De hecho, a veces vemos titulares que contradicen el cuerpo de la información, lo que implica un soberano cabreo del redactor o redactora, que puede empezar a decir que él no firma eso y que llevados al extremo puede llevar a la “cláusula de conciencia”, que es algo que nadie hace y que seguro que el propio Baylos o Lillo nos pueden explicar mejor. En resumen, que el periodista puede pedir la cuenta como si se tratara de un despido improcedente si se considera que ha cambiado la linea editorial del medio.Sinceramente estar afiliado a un sindicato de clase siendo “plumilla” tiene un buen pase ante problemas eminentemente laborales. En mi experiencia ha sido muy positivo cuando se cerró Mundo Obrero semanal, donde yo era el jefe de Economía-Laboral y delegado de personal, con lo que la empresa, el PCE, terminó de mí, de las horas sindicales y de Felisa, la asesora, de CCOO hasta el gorro. También, con la venta de la cabecera de Diario 16, los abogados de CCOO, con Nacho Montejo a la cabeza, nos salvaron la vida, que yo duré minutos en ser despedido, como seguramente recuerden buenos amigos, cómplices entonces del comité de empresa de Ericsson que estaban en permanente estado de bronca con su empresa, pero con Diario16 siempre a la escucha.Cuando he tenido problemas judiciales contra el honor, de injurias, calumnias, fundamentalmente con políticos de la derecha, realmente la actual FSC ni el sector Medios de Comunicación resuelven problemas. Y ahora hago yo una pregunta, no retórica: ¿Si estás afiliado a CCOO y escribes una crónica en la que sale mal parado el sindicato y el sindicato decide querellarse penalmente contra ti…, a quién recurres?Con todo, y aunque hay que leerlo con cuidado, recomiendo la lectura de El director, de David Jiménez, que fuera director de El Mundo.En resumen
En este texto que me ha quedado algo extenso y ya lo siento, creo que se apuntan algunos asuntos que pueden ayudar a salir del atolladero: hacer un diagnóstico de la evolución en la comunicación de CCOO; considerar si la ruta Luismari sigue teniendo vigencia, con qué instrumentos materiales contamos que sean realmente útiles y no modas pasajeras; con qué medios humanos contamos, esto es, periodistas con criterio profesional y no simples acataordenes (los abogados, pueden perder sentencias pero tienen sus criterios y líneas de defensa; los economistas usan sus fuentes, datos, cifras y pueden errar en una evolución económica…) ; hasta qué punto estamos abordando una transición también tecnológica en la que delegados y especialmente afiliación no está pendiente de twitter, ni de Instagram, ni de facebook y sigue reclamando pasquines o volantines en papel (mejor que flyers) con textos legibles; complicidad con medios de comunicación especialmente preocupados por lo sociolaboral y que muestran sensibilidad a asuntos sociolaborales…El sector de Medios de Comunicación debería darle una vuelta a qué hacer (por Dios que no se me tache ahora de leninista) con los problemas de quienes son periodistas, más allá de condiciones salariales.Hubo un tiempo en que CCOO era capaz de marcar la agenda. Eso es complicado, pero al menos podemos intentar encontrar espacios en los medios de comunicación más allá de la noticia, algo que en CCOO de Madrid ya se está intentado llevar a cabo desde hace tiempo, desde la Secretaría General, pero no sólo. Yo, como primera medida, prohibiría selfies de los responsables sindicales, que es lo menos serio que existe. Siempre podemos alardear de simpatía con palabras y discursos.Nos hacen falta referentes, no influencers.