Mi perro ha entrado por la ventana.
Apaga del agua el sonido
y lame la tinta borrosa de la tarde.
La otra lo acaricia.
Ensayo una máxima
donde escapen las palabras baldías
para no romper este espejismo.
Necia, me digo:
Tú no haces música,
estás inventando la sordera.
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Estoy aquí a medias
y no me sale decirte más que deseo.
No entiendo de fuegos ni malvas posibles,
no sé del desdén a la carne.
Qué más da si hoy soy un monstruo
de fauces furtivas y repto a tu boca
a beber si me dejas.
Qué más da si sólo sé que quiero probarte,
puntualizar en tu piel cada respiro.
Que más da lo que sienta.
Aquí, ahora mismo
vamos a gozarnos, citar a la sangre
en el umbral de su género,
saciar por completo este delirio
Innombrable y proscrito.
Y será mañana cuando veremos
cómo incendiamos la guarida
y nos curamos este olvido.
Cecilia Quílez en Por donde pasa la poesía.