El error parece ser un elemento de admiración para hordas de individuos que nos llenan las redes sociales con la historia de Edison inventando una bombilla o de Jordan (ya hablaremos de su caso durante este curso/temporada) fallando tiros. La apología del error se entiende poco cuando observamos los momentos de euforia. Nos alegran los aciertos. El gol de Iniesta, la lotería o el espermatozoide que llega al óvulo (aunque esto en ocasiones puede ser un error).
Decimos con extraña conformidad que de los errores, se aprende. En cambio es fácil encontrar gente que aprueba siempre sus exámenes, que es feliz con sus parejas, tiene buenas compañías o lleva una vida saludable. Y lo hace sin haber tenido percances, errores o equivocaciones que le hayan servido de “lección”. En cambio vemos a personas tropezar una y otra y otra vez con la misma piedra o con otras piedras que, a simple vista, son bastante parecidas.
Creo que los errores, a grandes rasgos, se pueden dividir en dos categorías. Elección o ejecución. Los de elección son malos (recuerda que son errores) pero es mejor tener. Significa que podemos elegir. Que tenemos muchas posibilidades, eso incremente la posibilidad de error. Pero quiere decir que tenemos libertad. Que somos capaces de escoger lo que creemos mejor para nuestra vida. Si en las segundas, terceras o decimoquintas oportunidades seguimos teniendo opciones para elegir podemos decir que tenemos suerte y estaría bien ser agradecidos por ello. Perdonarnos (que no alegrarnos) de nuestros fallos en la elección y seguir intentando acertar. El “sigue buscando” de los rasca y gana. Los de ejecución son diferentes. Aquí da igual que hayas escogido bien o mal, lo importante es que luego, al hacerlo, fallas. Esto es una cuestión más personal. El hecho de hacer lo mejor posible aquello que elegimos sí que nos corresponde. De intentarlo al menos. Luego, evidentemente habrá cosas que no. Que no salgan, que no funcionen o que no seamos capaces (oh sorpresa, hay cosas que nunca podrás hacer) pero tenemos que trabajar, esforzarnos en ejecutar bien lo que intentamos.
Digamos por tanto que mi labor como psicólogo es a) ampliar al máximo tus opciones para que luego elijas tú y b) trabajar sobre aquellas cosas con las que no te sientas bien, que consideres errores o que quieras mejorar.
Pero aunque escuches que solamente se puede aprender de los errores recuerda que hay cosas malas que no hace falta probar para demostrar que lo son.
Un error gracioso.