Celebrities a Cara Lavada: ¿Moda o Reivindicación?

Todo empezó con la queja de algunas actrices contra el uso excesivo del photoshop por parte de muchas revistas y marcas de Moda y de Belleza en su publicidad. Culpaban al abuso del retoque de convertirlas en mujeres totalmente irreales; en muñecas sin arrugas, de pieles sin mácula y formas ultra-perfectas, casi imposibles; tanto, que incluso les costaba reconocerse en las fotos. Bien, pues ahora parece que estas reacciones anti-photoshop de unas pocas, han calado hondo y se han convertido en una tendencia a seguir.
Hoy, toda celebritie que se precie -ya sea acrtiz, modelo o cantante- casi se ve obligada a aparecer en algún momento posando en los medios sin una pizca de retoque fotográfico; pero también, como en una especie de más arriesgado todavía, sin una gota de maquillaje.
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Parece que esta es la manera en la que las famosas se suben al carro de la tan aplaudida moda de la mujer real. ¿Pero qué pasa con quienes no deseen exponerse así ante medio mundo? ¿No son entonces auténticas mujeres reales que ríen, lloran y tienen sus días buenos y sus días malos, como tú y como yo? Es más, ¿hasta qué punto es real algo que se ha convertido en una moda? ¿Cuánto tiene de superficial y pasajero, de operación de marketing y de manipulación y cuánto de reivindicación real?
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Leí que ante tal avalancha de caras lavadas, un fotógrafo internacional de moda -con montones de portadas y editoriales a sus espaldas- comentaba que tampoco era tanto el riesgo; que quien se deja fotografiar de esa manera sabe que posa sobre seguro ya que lo más importante en una foto es la iluminación. Aunque la famosa en cuestión no lleve maquillaje ni sometan después su imagen a múltiples retoques, si la luz está bien dirigida, evitando que le haga sombras, el milagro de la belleza puede obrarse igualmente.
Yo me considero una mujer real que vive en el mundo real. Tengo mis luces y mis sombras -nunca mejor dicho-; lucho como puedo contra mis propios demonios; peleo cada día por ser serenamente feliz; y también tengo ojeras y alguna que otra chichita que ocultar.
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Por supuesto estoy en contra del abuso de los retoques fotográficos, por razones éticas pero también estéticas: los resultados muchas veces rayan en lo absurdo y pueden llegar a ser contraproducentes. Pero confieso orgullosa desde aquí que me encanta maquillarme. Nunca salgo de casa sin iluminador, algo de colorete y gloss. Desde luego, si por mí fuera, nunca, nadie, me vería con la cara lavada.
Y si me dieran a elegir, preferiría salir maravillosa en una foto a salir con careto de cansancio y marcando michelines. Ojalá -y ahora voy a soñar despierta, como solemos hacer las mujeres reales- llevase siempre conmigo a mi propio fotógrafo profesional para inmortalizar mis mejores momentos. Porque además, cuando estos no fueran tan buenos, sólo tendría que tirar de una buena iluminación para transformarlos en momentos de gloriosa perfección y belleza. Vamos, que nunca tendría una sola foto mala.
Así, cuando llegase a los ochenta años, siempre podría mirar esas imágenes y decirme a mí misma, "¡pero qué pedazo de mujer real eras!" Incluso podría suceder el prodigio de que lo siguiera siendo a tan avanzada edad, porque al final, lo que nos hace sentirnos realmente auténticos es la manera en que dirigimos nuestra vida y la coherencia en las decisiones que tomamos. Y si un poco de máscara de pestañas -que probablemente continuaré utilizando a los ochenta, si las cataratas no lo impiden- nos ayuda a aguantarle la mirada a la vida con más brío, pues mira, bienvenida sea.