Revista Cultura y Ocio
"Es cómodo —pero injusto— culpar de todos mis problemas a las polillas. Laurine decía que mis nervios y mis angustias vacías tenían su origen en «esos bichos asquerosos», que era su modo amable de describir a los lepidópteros, los pirálidos, los geléquidos, los tineidos y los tortrícidos. Laurine despreciaba lo que desconocía y, en muchos casos, también lo que conocía. No creo que un profundo estudio entomológico de la Tineola bisselliella hubiera despertado en ella la admiración que este insecto merece: para Laurine siempre había sido, y siempre fue, «esa maldita larva» que se comía las camisas y los manteles de tela. «Y a ti te están comiendo el cerebro igual que a mí me comen las servilletas de la tía Mildred que...». A Laurine no le gustaban las polillas ni los insectos en general."
Tenía curiosidad por los caminos que tomaría Vales tras Cabaret Biarritz ya que la diferencia de tonos y estilos entre su primera y segunda novela, son más que notables. Hoy traigo a mi estantería virtual, Celeste 65.
Conocemos a Linton Blint, un hombre gris y entomólogo brillante, con un carácter que le hace asemejarse a una polilla. De hecho, toda la vida a escuchado lo insignificante que es. Posee una fábrica de pesticidas, que matan bichos, un está casado con una mujer que le valora tanto como al citado insecto. Con una vida así, y siendo un hombre cargado de inseguridades, lo extraño es que termine convirtiéndose en Nigel, huesped del Hotel Negresco, en Niza. Descubriremos qué le lleva a Niza y también los avatares que allí le suceden y que comienzan el día que se abren unas puertas correderas de su habitación para dejar paso a otra huésped del hotel, Celeste, que irrumpirá en su baño y su vida sin pedirle permiso alguno.
Con Celeste 65 Vales decide seguir en Francia, mantiene el tono desenfadado, y continúa con Los pecados estivales que ya comenzara en Cabaret Biarritz. De hecho, mi primera sonrisa durante la lectura, fue encontrarme esta referencia en la novela que me llevó a recordar aquellas reflexiones sobre pecados cometidos y expiados o no que nos dejara Miet. en esta ocasión, el encargado de contar la historia será Linton Blint, una suerte de genio despistado que me ha recordado en algunos momentos a las reflexiones peregrinas de Woody Allen en alguna de sus películas. Un hombre insignificante que se considera insignificante y que ha decidido ver el mundo desde esa perspectiva. Una perspectiva que se tiñe de pequeñas ironías, críticas veladas bajo un peculiar sentido del humor y un mensaje claro para el lector: nada es lo que parece, por mucho que este hombre se empeñe en vivir así. Y es que, qué mejor lugar que un gran hotel en Niza, el año 1965, los cortejos y funciones representados en esos lugares por la alta sociedad y un estrambótico protagonista, para ofrecer una novela de intriga en la que se mezclan espías, engaños y, por qué no, amor. Y todo ello girando alrededor de Celeste, una mujer de pies vendados, sonrisa radiante y muchas, muchas peculiaridades.
Si tengo que intentar ponerle una etiqueta a la novela, no me queda otra que sacarme de la manga la de novela pop, porque es justo la que encaja en lo que nos ha dejado Vales. La mentalidad, la despreocupación aparente, la importancia de la música, las ajedrecísticas gafas de la protagonista... todo me lleva a ese término en un año marcado por los Beatles. En cuanto al estilo, es ágil y dinámico, cargado de las reflexiones de Nigel que nos explicará desde la parte de una tela de araña que resulta pegajosa hasta esa curiosa habilidad de las mujeres para colocarse una toalla cubriendo su cuerpo y que jamás se caiga, regado con percepciones sobre sí mismo y sus propios sentimientos. De este modo dudaremos de si será capaz de salir del enredo en el que el autor ha decidido meter a este pobre hombre o si, finalmente, será tal y como vaticinaría el propio Linton si se le preguntara: un verdadero desastre. De ahí la descripción de genio despistado que parece no saber por qué motivo suceden las cosas pero continúa en su avance.
Me ha gustado Celeste 65, me he divertido mucho y, pese a que seguramente sea la más extensa de las novelas de José, es la que menos me ha durado. Si la especialidad de su protagonista fuera otra distinta a la entomología, y le preguntásemos por la novela, estoy casi segura de que diría que tiene un regusto a eglefino, un pez que seguramente desconozcáis la mayoría pero que era usado para cocinar una famosa tortilla dedicada a Arnold Bennett y es que, sin llegar a parecerse, me he tropezado un par de veces con su fantasma durante mi lectura. He tomado buena nota, para preguntarle por ello al autor, y también por los pecados o su gusto por nuestro vecino país.
Celeste, con o sin el 65, ya sea el personaje o la novela, es divertida, burbujea y se escurre entre los dedos. Animáos.
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.