Recuerdo alguna charla de Carlos González en la que ponía el siguiente ejemplo:
Imagina que vives muy feliz con tu pareja y un día te habla de "Juana". Que pronto llegará. Durante meses no sólo habla de ella, sino que le compra regalitos y los guarda amorosamente. Para ti es un poco extraño y sientes pelusilla.... pero como sólo la nombra y no está, pues no pasa nada. Pero un día al abrir la puerta te encuentras con la famosa Juana, frente a frente. Y tu amado te dice muy feliz: Esta es Juana, a partir de hoy vivirá con nosotros. Como tú estás muy mayor, dormirás en tu propia habitación y Juana conmigo. Y como eres muy buena, compartirás tus juguetes y tus vestidos...
¿Cómo se nos quedaría la cara? Algo parecido debe ocurrir en la mente de nuestros hijitos al contarles la maravillosa noticia de un hermano nuevo. Y da igual la edad. Pioja mayor y Piojilla se llevan casi 11 años. Y la mayor estuvo pidiendo un hermano desde los 6. Tenía unas ganas locas de tener a la hermanita, y cuando se lo contamos se emocionó mucho. Pero al nacer... y ver que toda la atención la acaparaba la recién llegada, sintió celos. Y fue duro el proceso de aceptación de ese nuevo miembro de la familia.
Ahora nos pasa una cosa parecida. Piojilla nunca pidió hermanos pequeños. De hecho, si alguna vez lo decíamos, ella tenía claro que ya teníamos hermanos en casa y no necesitábamos más. Cuando le comunicamos que tendríamos un bebé "pronto", lo tomó digamos que "bien". Pero en estos meses he podido percibir que la idea no acaba de gustarle y que entiende lo que significa perfectamente. Un día que le explicaba que cuando naciese el bebé tendría que estar con él mucho tiempo, me dijo sin tapujos: "Entonces que no salga".
El día que me hicieron la eco en Badajoz, Piojilla estaba con nosotros. Parecía ilusionada hasta que vio la pantalla (con estos nuevos ecógrafos, se ve tan claramente al bebé que no quedan dudas de la imagen).Entonces nos escuchó: !qué bonito!, qué ilusión! mírale, se chupa el dedo, bla, bla, bla.. Y rompió a llorar desconsoladamente. Pero a llorar-llorar. No pudimos calmarle en varios minutos. Lloraba casi a gritos sin explicar qué le pasaba o porqué lloraba. Tuvimos que salir de la consulta corriendo muy apenados con la Dra. que nos atendió.
Ya en casa, horas después, se me acercó toda cariñosa y me dijo: - Sabes mamá, ya sé por qué he llorado tanto. - Por qué hijita? - Porque he tenido envidieja del bebé. Porque sólo hablábais de él.
Y me lo dijo así, tan sinceramente, con sus seis años chiquititos... que me emocioné. La abracé fuerte y le dije que no había por qué, porque para mí siempre será mi pequeñina, la más chiquitita de las hijitas (el bebé es niño!) y que le toca un lugar muy especial en la familia, porque tiene la suerte de ser "la mayor" y "la pequeña" al mismo tiempo. Me llenó de orgullo que pudiera ponerle nombre a sus sentimientos y que pueda decírmelo en confianza, buscando refugio en su mamá...
Así que tuve un plan...
Hace poco descubrí una cosa que se llama Wemories, que es un programa para hacer fotos en un formato regalo. Hay que elegir doce fotos bonitas y te da la opción de hacerles una descripción por detrás, o de contar una pequeña historia. Queda muy bonito porque están impresas en cartón duro y son como tarjetas individuales que luego se pueden montar como uno quiera y que vienen guardadas en una cajita mona, con imán de cierre. Pensé que éste sería un buen regalo para Piojilla: hacerle una pequeña caja con "su vida" desde que nació hasta hoy, para que pueda ver que ella también fue una bebé y que la llenamos de amor desde siempre. Que atesoramos sus pequeños recuerdos y que la esperamos con la misma ilusión... Se me ha ocurrido que esta noche le haré un mapa del tesoro para que pueda encontrar la cajita y algún chuche... y entonces contarle la historia de cada foto y de cómo fue que un día decidimos traerla al mundo. :-)