Revista Religión
No cabe duda que cada cabeza es un mundo pero los japoneses siempre se distinguen por ir un paso más allá de lo ordinario cayendo incluso en algunas ocasiones en actitudes que podríamos considerar extremas. Ese es el caso de este artículo. Al oeste de la capital nipona, un poco cerca de los suburbios, se encuentra un lugar muy particular el cual, junto a un ambiente pacífico y un aroma a incienso, hace que cualquier japones, al menos quien tenga a alguien ahí, logre por unos instantes sentirse cerca de quien supongo fue su mejor amigo o amiga. Criticable la práctica, desde luego, de incinerar y colocar en urnas los restos de animales a lo humano dándole, en cierto sentido, a una mascota una dignidad similar a la que se le da al cuerpo -o cenizas- de quien fuese un ser humano con vida pero al fin y al cabo es una creencia. Así, pues, siendo una costumbre o algún cierto tipo de fe -certeza, creencia- es un rito respetable en la medida que no altere ni afecte a los otros, como, de alguna manera, lo hace ya que aunque algunos podrán alegar acerca de la dignidad creo que eso raya más en la auto percepción y auto valoración de cada uno. Sin más les dejo las fotos del cementerio para mascotas de Tokio.
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