Revista Cine
En el testimonio que da el cinecrítico polaco Jerzy Plazewski en los extras de la edición Criterion de Cenizas y Diamantes (Popiót i diament, Polonia, 1958), el veterano crítico afirma que esta cinta, la última de la trilogía bélica de Andrzej Wajda, no sólo es la mejor película de este director sino, incluso, una de las dos o tres mejores en la historia del cine polaco. Es curioso: estas mismas palabras las diría yo, pero con respecto a su anterior filme, Kanal (1957) aunque, ¿quién soy yo para poner en duda la autoridad del señor Plazewski? La verdad es que, aunque conozco buena parte de la obra de Wajda, no puedo presumir de haber revisado todo su cine ni, mucho menos, soy conocedor del cine polaco como lo es, obviamente, el cinecrítico más importante de ese país.Sobre Cenizas y Diamantes se yergue la sombra del cine americano, sea por las composiciones wellesianas del cinefotógrafo Jerzy Wojcik, sea por la electrizante interpretación del actor protagónico Zbigniew Cybulski, tan bien comparado, por sus tics interpretativos, con James Dean. No obstante, con todo y estas influencias y/o guiños a Hollywood, el tercer largometraje de Wajda está enraizado en la historia -o más bien en la tragedia- polaca de la Segunda Guerra Mundial.El filme inicia el 8 de mayo de 1945, el día en el que el ejército nazi se rindió incondicionalmente en Berlín. Paradójicamente, ese día de triunfo y de fiesta en toda Europa representa, al mismo tiempo, el inicio de la otra derrota de Polonia, que pasaría de ser mangoneada por la Alemania de Hitler a ser ocupada por la Unión Soviética de Stalin. Carajo: ¿qué hicieron los polacos para merecer eso?Sobre una novela patriotera a la que Wajda y su guionista Jerzy Andrzejewski traicionaron sustancialmente -para acabar pronto, cambiaron de protagonista-, he aquí el fin de una guerra sangrienta y el inicio de otra, soterrada. Mientras el pueblo celebra, en algún lugar del interior de Polonia, la rendición de Alemania, los restos de la Resistencia prepara un atentado contra un prominente miembro del Partido Comunista, el viejo Szcuka (Waclaw Sastrzezynski), quien acaba de llegar de Moscú para ser nombrado secretario del partido en esa región. El encargado del asesinato de Szcuka es el joven estudiante Maciek (Cybulski), sobreviviente del "levantamiento de Varsovia" retratado en Kanal. Hospedados en el mismo hotel, Maciek tendrá a distancia de tiro a Szcuka pero, esa misma noche, el impulsivo muchacho conocerá a la bellísima Krystyna (Ewa Kryzewska), la joven encargada del bar del hotel, con quien vislumbra otro tipo de vida, alejada de un heroísmo que no empieza a tener mayor sentido.El desencanto de Wajda es enorme. El heroísmo tiene que ver con venadear a un burócrata comunista que, además, tuvo un valiente pasado como voluntario en la Guerra Civil española. El heroísmo tiene que ver con seguir a un pobre viejo con bastón en una noche oscura para matarlo a mansalva. El heroísmo tiene que ver con caer ultimado, en posición fetal, rodeado de basura... Y, mientras tanto, la fiesta continúa y los acomodaticios ya están buscando una mejor posición. Sí, pasó en Polonia, pero igual sucedió aquí. Se llamó Revolución Mexicana.
Cenizas y Diamantes se exhibe hoy en la Cineteca Nacional, a las 12:45 horas.