Hemos llegado a un punto en el que cualquier cosa puede convertirse en políticamente incorrecto o susceptible de ser censurado. ¿Es este el nuevo siglo XXI? ¿Una sociedad en la que cualquiera puede sentirse ofendido por cualquier cosa? El último episodio de esta paranoia colectiva es una serie de televisión, que aún no se ha estrenado, y que ya se está pidiendo que se cancele. Estoy hablando de Insaciable, uno de los próximos estrenos de Netflix, y que ha levantado otra absurda polémica.
El argumento de Insaciable es el siguiente: una adolescente obesa, que sufre las burlas de sus compañeros, tiene que dejar de comer durante todo un verano después de sufrir un puñetazo en la boca. Como consecuencia, la protagonista adelgaza unos cuantos kilos y se convierte en una chica mucho más atractiva, despertando el interés de aquellos que antes se burlaban de ella. Pero la chica no es tonta, y planea entonces su venganza contra aquellos hipócritas que ahora la consideran “popular”.
La polémica de la serie, lo que ha despertado la indignación de mucha gente, se basa en el mensaje de superficialidad que supuestamente transmite: una chica obesa que adelgaza y consigue ser aceptada por sus compañeros. La indignación ha propiciado una recogida de firmas en internet para que Netflix no estrene la serie, porque consideran que el mensaje es peligroso. ¿De verdad hemos llegado a estos términos? ¿Censurar la ficción?
Antes de que cualquiera pueda considerar que estoy a favor de esa superficialidad que muestra el argumento de Insaciable, debo aclarar una cosa. No estoy a favor, ni mucho menos. Pero no por ello considero que deba ser censurada. Es absurdo querer eliminar algo de la televisión porque se considere que puede emitir un mensaje erróneo para las mentes de los adolescentes. Y lo considero absurdo por un sencillo motivo: ¿de verdad la gente educa sus valores éticos con lo que ve en la televisión, el cine, la música o los videojuegos? Si uno deja que sus hijos saquen sus valores de lo que ven en la televisión, ¿de quién es la culpa? ¿De la televisión o de los padres?
En la televisión, la literatura, la música, el cine, e incluso los videojuegos, se pueden encontrar elementos dignos de ser repetidos por la sociedad, pero hay que saber lo que está bien o mal de antemano. En el ejemplo de Insaciable, lo que tendríamos que escoger es la parte de enseñanza ética que nos puede transmitir. La de que no debemos juzgar a las personas por su aspecto físico. Pero darle la vuelta al asunto es muy rebuscado. Si alguien considera que, cuando una adolescente vea la serie, intentará adelgazar para ser aceptada en su vida real, sí es que de verdad tiene esa necesidad, lo que habría que preguntarse es por qué esa adolescente tiene una autoestima tan baja. ¿Qué han hecho sus padres, los profesores y sus compañeros por ella?
La polémica ha llegado hasta la creadora de la serie, que ha tenido que emitir un comunicado para justificar su proyecto de ficción:
“Cuando tenía 13 años quería suicidarme. Mis mejores amigas me habían abandonado y quería venganza. Pensé que si parecía guapa por fuera, sentiría que era suficiente. En lugar de esto desarrollé un trastorno alimenticio, y esta clase de rabia te lleva a un lado oscuro. Todavía no me siento cómoda con mi propia piel, pero intento compartir mi dolor y mi vulnerabilidad con el humor. Es mi forma de hacerlo. Esta serie es una historia admonitoria acerca de lo peligroso que es creer que la imagen es lo más importante”.
Creo que el mensaje está claro. Lauren Gussis, la creadora de Insaciable, ha intentado crear una comedia negra. Es ficción, es entretenimiento, y no hay que tomarse al pie de la letra todo lo que en ella se ve, ni siquiera el hecho de que la protagonista intente vengarse de sus acosadores. La realidad es bien distinta, y por desgracia muchos adolescentes sufren acoso en su entorno social. Para solucionar esto habría que educar a los jóvenes, pero la educación no se recibe de la televisión, se recibe de la familia y del ámbito escolar. Y si alguien repite las conductas que ve en la televisión, está claro que el problema no está en la televisión, y por supuesto, la censura no solucionará los problemas de la sociedad.