Revista Cine
Hoy se cumple un aniversario que debe reconvertirse ineludiblemente en un gran homenaje. Una leyenda del celuloide como Kirk Douglas cumple cien años y este aniversario es una excusa perfecta para dedicar artículos a la figura de un actor polifacético, visceral como pocos, que fue capaz de construir una carrera que le convirtió en estrella fulgurante del firmamento hollywoodiense.
Kirk y Olivia de Havilland son los últimos representantes vivos de la edad de oro de Hollywood y en ellos podemos encontrar constantes lecciones de vida. Pero centrémonos en hacer de este artículo un atrio de homenaje a este impetuoso intérprete que nació un 9 de diciembre de 1916, en el seno de una familia de inmigrantes judíos originarios de la actual Bielorusia.
Issur Danielovitch Demsky nació en Amsterdam, una pequeña localidad del interior del estado de Nueva York. Desde pequeño vivió la pobreza familiar ya que la familia era muy numerosa (el matrimonio tuvo un hijo y seis hijas) y las dificultades de su padre para encontrar trabajo le acabaron convirtiendo en trapero y chatarrero. Cuando Kirk publicó su autobiografía en 1988 la tituló muy apropiadamente como "The Ragman's Son".
No obstante, el joven Issur se sobrepuso a las penurias del ghetto donde vivían, ayudado también por una mejora de la economía familiar. Gracias a sus grandes dotes como estudiante y deportista, consiguió entrar en la St. Lawrence University donde logró una beca de interpretación que le acabó catapultando a la American Academy of Dramatic Arts. Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial irrumpió en su vida y tuvo que dejar su carrera en Broadway para enrolarse en la US Navy. Fue en ese momento cuando decidió adoptar el nombre de Kirk Douglas. En 1944 fue licenciado por heridas de guerra y volvió a Nueva York donde se reunió con su por entonces esposa, Diana Dill. Regresó a los escenarios y grabó anuncios para la radio. Precisamente en 1944 nació su primer hijo, el también reconocido actor y productor Michael Douglas. Dos años después, hizo caso de la recomendación de Lauren Bacall, compañera de clase en la AADA, y acudió a las pruebas que realizaba uno de los grandes productores cinematográficos de la historia del cine, Hal B. Wallis, quien buscaba un nuevo rostro para un papel secundario en The Strange Love of Martha Ivers (1946). Acompañando a Barbara Stanwyck, Van Heflin, Lizabeth Scott y dirigido por Lewis Milestone, Douglas dio el primer paso hacia una carrera de éxito colosal en la que llegaría a intervenir en casi noventa películas, repartidas a lo largo de seis décadas.
Kirk era impetuoso, muy viril, y hacía gala de una visceralidad en la interpretación que precedió a los intérpretes surgidos del Actor's Studio a inicios de los 50. Douglas podría haber sido un galán como Robert Taylor, Gary Cooper o Cary Grant pero se encontraba más cómodo aportando muchos más matices a sus personajes y dotándolos de una furia interna que cautivaba al público, atraído por un carisma arrollador que se adecuaba a todos los géneros.
Tras su debut cinematográfico llegaron grandes títulos que le definieron como una gran estrella del celuloide: Retorno al Pasado (Out of the Past, 1947), Carta a Tres Esposas (Letter to Three Wives, 1949), El Ídolo de Barro (Champion, 1949), El Trompetista (Yung Man with a Horn, 1950), El Zoo de Cristal (The Glass Menagerie, 1950), El Gran Carnaval (Ace in the Hole, 1951), Brigada 21 (Detective Story, 1951), Río de Sangre (The Big Sky, 1952), Cautivos del Mal (The Bad and the Beautiful, 1952), 20.000 Leguas de Viaje Submarino (20,000 Leagues under the Sea, 1954), La Pradera sin Ley (Man without a Star, 1955), El Loco del Pelo Rojo (Lust for Life, 1956), Duelo de Titanes (Gunfight at OK Corral, 1957), Senderos de Gloria (Paths of Glory, 1957), Los Vikingos (The Vikings, 1958), El Último Tren de Gun Hill (Last Train for Gun Hill, 1959), Un Extraño en mi Vida (Strangers When We Meet, 1960), Espartaco (Spartacus, 1960), Dos Semanas en Otra Ciudad (Two Weeks in Another Town, 1962), Los Valientes Andan Solos (Lonely Are the Brave, 1962), Siete Días de Mayo (Seven Days in May, 1964), Los Héroes de Telemark (Heroes of Telemark, 1965), Primera Victoria (In Harm's Way, 1965), Ataque al Carro Blindado (The War Wagon, 1967) y El Día de los Tramposos (There Was a Crooked Man, 1970). Posteriormente, su popularidad empezó a decaer debido al cambio generacional del público y la entrada de nuevos cineastas rompedores que, desde el interior de Hollywood, se propusieron renovar el lenguaje cinematográfico como respuesta a un nuevo paradigma cultural.
No obstante, Douglas se mantuvo en la escena con películas menos apreciables. Incluso aprovechó la ocasión para debutar como director con Pata de Palo (Scalawag, 1973), a la que siguió el western Los Justicieros del Oeste (Posse, 1975). A partir de finales de los 70, vivió una nueva etapa de madurez muy solicitada gracias a su trabajo en La Furia (The Fury, 1978), bajo la dirección de un joven Brian de Palma. Intervino en varias películas bastante lamentables y realizó incursiones en films de ciencia ficción como Saturno 3 (Saturn 3, 1980) y El Final de la Cuenta Atrás (The Final Countdown, 1980). Quizá le faltó, en esta etapa, algún proyecto de mayor calidad dramática, equiparable al Atlantic City (1980) de Burt Lancaster. Precisamente, coincidió por séptima vez con Lancaster en una comedia de ex-convictos veteranos, Otra Ciudad, Otra Ley (Tough Guys, 1986), y fue realizando apariciones en películas de los noventa (Greedy, Diamonds) hasta llegar a sus dos últimas intervenciones en la pantalla grande. La primera fue Cosas de Familia (It Runs in the Family, 2003), donde coincidió con su hijo Michael, su nieto Cameron y su ex-esposa, Diana Dill. Cerró su carrera fílmica con Illusion (2004), un film crepuscular centrado en la industria del cine donde trabajó con un entonces desconocido Bryan Cranston.
Además de esta poderosa carrera, Douglas destacó también como productor al frente de su compañía Bryna (en honor al nombre de su madre). A partir de 1955 utilizó su nueva plataforma para liberarse del control de Warner Brothers y producir películas que le tocaran especialmente. Así fue como vio la luz una apuesta personal: el film anti-bélico Senderos de Gloria (Paths of Glory), donde trabajó por primera vez con Stanley Kubrick. El proyecto de Espartaco también resultó una apuesta personal y fue capaz de convencer a Universal Pictures para que aceptara distribuir un film por el que ningún estudio se atrevía a apostar debido a su controvertido mensaje, además del enorme presupuesto que sería necesario para llevarla adelante.
Douglas pronto ejerció el papel de productor hollywodiense tradicional y despidió a Anthony Mann cuando su aproximación al personaje no le convenció. Llamó entonces a Stanley Kubrick para que se hiciera cargo. A pesar de las acaloradas discusiones que habian tenido en el set de Senderos de Gloria, Douglas estaba seguro que Kubrick podría sacar adelante la superproducción sin poner ningún tipo de límite al potente contenido. El guión fue otro de los campos de batalla en los que Douglas tuvo que pelear. Ninguna adaptación de la novela escrita por Howard Fast le resultaba interesante y decidió recurrir a uno de los mejores guionistas del momento: Dalton Trumbo. El problema residía en que Trumbo había sido investigado por el Comité de Actividades Antiamericanas a raiz de su pertenencia al Partido Comunista. Que su nombre figurara en los títulos de crédito era una afrenta al poder establecido que podía provocar la suspensión de la película. Pero Douglas no se amedrentó y mostró su perfil progresista cuando apostó por Trumbo enfrentándose a todos los poderes fácticos. De alguna manera, se transfiguró en Jonathan Shields (su personaje en Cautivos del Mal) para lograr su objetivo haciendo uso de una gran impulsividad y vehemencia. Su lucha fue determinante y finalmente el nombre de Dalton Trumbo figuró en los créditos del film poniendo fin a un absurdo ostracismo oficial que se vio refrendado también por la defensa que realizó Otto Preminger en Éxodo (Exodus, 1960), donde el talento de Trumbo también fue reconocido. Hace varios años, Douglas afirmó que quizá su mayor logro había sido el de contribuir a poner fin a la lista negra de Hollywood.
Sus ideales progresistas le diferenciaron de muchos de sus colegas, en especial John Wayne, con quien mantuvo una cordial relación profesional que nunca se transformó en amistad. Tampoco fue especialmente amigo de Burt Lancaster, a pesar de coincidir en siete ocasiones. Entre ellos había mucha rivalidad e incluso tirantez. Se respetaban pero nunca tuvieron una amistad estrecha. Con quien sí cultivó una gran camaradería fue con Tony Curtis (trabajó con él en dos ocasiones). Curtis estuvo presente en la renovación de esponsales de Douglas con su segunda esposa, Anne Buydens, en 2004.
Otro aspecto a destacar fue su labor en la sombra para ayudar a su hijo mayor, Michael, quien, en contra de las recomendaciones de su progenitor, se empeño en convertirse en actor. Kirk convenció a su gran amigo Karl Malden acerca de la idoneidad de Michael como compañero en la serie Las Calles de San Francisco (Streets of San Francisco, 1972-1976). El éxito de la serie le brindó a Michael la oportunidad de ser reconocido más allá del apellido. Otro caso relacionado fue el que ocurrió con Alguien Voló sobre el Nido de Cuco (One Flew Over the Cuckoo's Nest, 1975). Kirk había interpretado el papel protagonista, sobre los escenarios de Broadway, a principios de los sesenta. Durante años trató de llevarla al cine pero esta vez no tuvo éxito. Diez años después, decidió transferir los derechos a Michael quien sí consiguió aunar esfuerzos para hacer realidad el sueño de su padre. La película fue un gran éxito y Michael incluso obtuvo el Oscar a la mejor película en 1976.
Pero no podemos quedarnos solo con los éxitos y los momentos dulces. Kirk Douglas se ha enfrentado a duras batallas tanto dentro como fuera de la gran pantalla. A principios de 1996, sufrió una embolia que le dejó sin la capacidad de hablar. Los médicos eran muy escépticos sobre su recuperación pero su impulso pertinaz por volver a articular palabras le permitió recuperar una buena parte de lo perdido. Cuando solo hacía tres meses que había sufrido el ataque, recibió el Oscar Honorífico de manos de su hijo Michael y fue capaz de asombrar al público con una diatriba sobre su primera estuilla en contraposición a las dos que ya ostentaba su hijo. Otro de sus reveses más importantes lo vivió con la adicción a las drogas de su hijo Eric. A pesar de los numerosos internamientos en centros de rehabilitación, Eric acabó muriendo en 2004 tras una nueva sobredosis.
En la hora del cierre, solo me cabe añadir que tratar sobre una estrella tan magna como Kirk Douglas es un reto inalcanzable. Por suerte, el cine es un arte imperecedero que nos permite disfrutar constantemente de sus grandes interpretaciones. Nos hace sonreir con su socarronería, con esas canciones que interpreta en películas como La Pradera sin Ley o El Último Atardecer. También nos asombramos con sus estallidos interpretativos en películas como El Loco del Pelo Rojo o Espartaco y disfrutar con el ncanto ante el que sucumbe Kim Novak en Un Extraño en mi Vida. El hombre del hoyuelo más característico de la historia del cine nos ha impregando de recuerdos cinéfilos imborrables a lo largo de una extensísima carrera en la que ha colaborado con directores tan destacados como Lewis Milestone, Jacques Tourneur, Raoul Walsh, Joseph L. Mankiewicz, Billy Wilder, Michael Curtiz, Howard Hawks, Edward Dmytryk, William Wyler, Henry Hathaway, Richard Fleischer, Vincente Minnelli, John Sturges, King Vidor, John Huston, John Frankenheimer, Stanley Kubrick, Robert Aldrich, Otto Preminger, Anthony Mann, Elia Kazan y Brian de Palma, entre otros.
Actor, productor, director, escritor, padre... Muchas facetas reunidas entorno a un hombre excepcional. Ante tal legado, recreémonos con un clip que nos devuelve a un tiempo en que el aura de estrella era algo más que un nombre en una carátula.