
Miguel de Cervantes Saavedra, universalmente conocido, nació en Alcalá de Henares, el 29 de septiembre de 1547, y Muere el 22 de abril de 1616. Estamos, pues, a punto de cumplir el cuarto centenario de su muerte; es una lástima que aquí no tengamos la habilidad especial para subrayar, con el orgullo propio, la importancia universal de nuestro gran autor; el político no sólo ha de atender las tareas de gobierno y del pasteleo diario, sino que ha de cumplir el deber y hasta la exigencia de apoyar y difundir el rico patrimonio nacional que le tocó en suerte y así homenajear la cultura y su memoria;
del mismo modo que debe saber cómo emocionan las peripecias del ingenioso y desdichado hidalgo, sus diálogos con Sancho Panza, la ternura heroica de la ensoñación y el fracaso; y no olvidar nunca que el hombre, que escribió la más moderna y más espléndida novela de todos los tiempos, era español.
Rindiendo homenaje a ese hombre extraordinario, soldado en Lepanto, oscuro funcionario de ventas y caminos, autor inmenso que va a hacer ahora cuatro siglos justos murió pobre, ninguneado, más respetado en el extranjero que por sus ingratos y desconsiderados compatriotas; de todas formas, el mejor monumento a Cervantes y a su Quijote, lo que da sentido exacto a ese libro extraordinario, es precisamente la patria que lo hizo posible: este lugar desmemoriado, poco agradecido, sin el que nunca habría podido escribirse el libro que mejor nos retrata. Una España donde hoy, como hace cuatrocientos años, seguimos siendo consecuentes con nuestra propia forma de ser y vivir.
Ahora bien, tengamos en cuenta que el origen es épico, incluso caballeresco, pues otro género no habría soportado la amplitud de la finalidad perseguida y propuesta, se hubo de inventar una épica nueva fundamentada en la realidad cotidiana y adornada con la imaginación, que le hizo convertirse, sencillamente, en el modelo de la "novela moderna": ... 'pues la escritura desatada de estos libros da lugar a que el autor pueda mostrarse épico, lírico, trágico, cómico, con todas aquellas partes que encierran en sí las dulcísimas y agradables ciencias de la poesía y de la oratoria, que la épica también puede escribirse en prosa como en verso", Quijote, I, 47.
C. Mudarra