Escribo este post, escucho videos, veo fotos y no puedo evitar que los ojos se humedezcan y la piel se erice. Yo era muy chica mientras la dictadura militar de la década de 1970 producía una herida en la sociedad argentina muy difícil de curar. No viví esa época, pero a veces la siento muy cercana. ¿Será porque muchos de mi generación son hijos de desaparecidos? Cada 24 de marzo me angustio. No sé muy bien por qué, pero me pasa. Antes, iba a las marchas para conmemorar a todas las personas que ya no están, pero desde que el evento tomó otros carriles dejé de ir. Hace unos años escribí un post sobre Los lugares de la memoria en Buenos Aires que los invito a leer. Me gusta mucho cómo quedó.
Este año quise escribir algo nuevo, quise mostrar otro lugar de la memoria para que el que ande cerca pueda conocerlo. La ignorancia es la madre de la intolerancia.
Cuando en noviembre de 2014 estuvimos en Córdoba, Lisandro nos llevó a pasear por el casco histórico de la capital cordobesa. Yo había leído que existía un centro clandestino de detención que se podía visitar y en cuya fachada habían formado una huella digital con los nombres de las personas que por allí pasaron. No sabía dónde era, pero sabía que estaba en la ciudad. Lo que no me imaginaba era que estaba en el corazón del casco histórico, al lado de la Catedral, en un pasaje peatonal.
“Como el lugar tiene muchos patios, las personas eran tiradas ahí y podían escuchar las campanas de la Catedral y reconocer o imaginar donde estaban”, cuenta Ludmila Catela Da Silva en uno de los videos informativos realizado por la Universidad Nacional de Córdoba.
Después de visitar la Catedral, Lisandro nos llevó directo al Pasaje Santa Catalina 66, donde hoy funciona el Museo de Sitio y el Archivo Provincial de la Memoria. Una casona blanca, las dos huellas digitales formadas por nombres y esas puertas y ventanas que encierran miles de historias.
Pasaje Santa Catalina.
Ingreso al Archivo de la Memoria.
Ingreso al Museo de Sitio.
Detalles de una muestra de arte que había ese día.
Lisandro es periodista y conoce mucho sobre la historia de su ciudad. Recorrer estos sitios con alguien que sabe es más interesante aún.
Cuando ingresamos, lo que más me llamó la atención fueron los testimonios escritos sobre acrílico colgados en las paredes, que daban cuenta de lo que recordaban los sobrevivientes al pasar, años más tarde por allí, y recordar las torturas vividas. Me dio escalofríos.
El de la primera foto dice: “Pasé por acá, por todo este pasillo, ya a esta altura del partido iba totalmente encapuchado hasta que me llevaban para aquella parte y ahí me ubican en un banco de cemento, de material… ahí estaba sentado yo, y ahí por el roce con los compañeros era mucha gente acña. Por los roces y quejidos yo sabía que eran muchos… ahí estoy no sé cuántas horas, no recuerdo el tiempo hasta que deciden llevarme. Me llevan para el fondo, me hacen subir una escalera. Yo recuerdo bien que yo estoy en aquellos bancos cuando vengo acá…”
En el de esta foto dice: “El pasillo es angosto, nos llevaban prácticamente a las trompadas y subía las escaleras un paso, volvía para atrás. Eran cuatro o cinco escalones cuando mucho un descanso y se giraba a la izquierda. Ahí arriba a mi me parece había un tambor con agua que era a partir de orina humana o materia fecal y ahí nos sumergían la cabeza para tratar de ahogarnos y sacarnos información, o sino, nos hacían la tortura después una vez que uno había pasado por esa sesión lo bajaban y lo torturaban ahí (calabozos) había un montón de gente. Cuatro en ese espacio es mucha gente. Una vez recuperados nos volvían a sentar en los bancos esos…”
Esos bancos eran los que estaban en la sala conocida como “tranvía”, donde los prisioneros quedaban demorados durante días. Ahora, cuelgan algunos negativos fotográficos que formaban parte del “Registro de Extremistas”, en el que reunía los datos y fotografías de los hombres y mujeres que la policía consideraba como “delincuentes políticos”. El Archivo conserva 196.242 negativos en más de 60 cajas de cartón.
En el lugar se pueden visitar varias salas. Algunas conservan las paredes originales y otras están recicladas y cumplen nuevas funciones. Por ejemplo, se puede recorrer la Sala Escrache donde hay información sobre los represores que participaron en este lugar, o la Sala donde funcionó la brigada antiguerrilleros del Departamento de Informaciones, que en la actualidad está cubierta por retratos de los prisioneros. También hay una sala que se convirtió en Biblioteca de los Libros Prohibidos, donde se muestran libros que fueron prohibidos en diferentes períodos históicos de la Argenitna, sobre todo en la última dictadura militar. Pero además, se rescatan historias de gente que resistió esas prohibiciones y guardaron su biblioteca o hasta la enterraron para que no sea descubierta. Y una de las que más de gustó fue la Sala de vidas para ser contadas, donde se cuentan las historias de vida de los desaparecidos con objetos que hablan sobre ellos.
Casi al final del recorrido llegamos a las dos celdas que se conservan en su estado original. En una de ellas es impresionante ver los grafitis que los detenidos fueron dejando como huellas de su paso. Como una manera de expresar la impotencia, el desamparo, la tristeza que sentían en ese momento.
En este lugar funcionaba el Departamento de Informaciones de la Policía de Córdoba (D2), por donde pasaron más de 20.000 personas entre 1971 y 1982 y donde se tiene la certeza de que asesinaron a 50. Este era un lugar de detención, tortura y distribución, ya que después de pasar por acá eran derivados a otros centros o prisiones. Un lugar que debe ser conocido. Un lugar que debe ser visitado por grandes y chicos, para que la memoria no quede en meros feriados.
Comisión Provincial por la Memoria. Museo de Sitio y Archivo De la Memoria
Pasaje Santa Catalina 66, Córdoba, Argentina
(0351) 4342449/4347501
www.apm.gov.ar
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