Varsovia cuenta desde el año 2011 con un moderno museo interactivo para practicar experiencias fundamentales del quehacer científico. Cada una de esas actividades nos conduce a una expresión matemática. El libro de la naturaleza está escrito en ese lenguaje que Galileo llamó Geometría. El Centro Copérnico lo muestra de forma patente.
El Centro tiene diseño vanguardista y se ubica en el bonito paseo a orillas del Vístula. El bullicioso deambular de la juventud escolar es característico de estos museos. El andar errante de algunos nos hace pensar que han venido sin un objetivo definido. Como también señaló Galileo: sin conocimiento estamos en un oscuro laberinto. Las visitas a centros interactivos son un trabajo adicional que tiene que prepararse con esmero y no una rutinaria escapada del aula.
Da lo mismo que sea acústica (visualizamos las sinusoides) o hidráulica (hélices de Arquímedes), todo nos remite a las matemáticas y no solo los objetos que se presentan como tales: espejos angulares, cinta de Möbius, movimientos caóticos,…
No pueden faltar el Planetario o el Péndulo de Foucault. Estos museos han ido aprendiendo unos de otros mejorando la experiencia. Hasta el dispositivo de Durero para proyectar sobre plano cuadriculado se ha construido con sólidos geométricos.
Los museos de “matemáticas” están bien pero en los de “ciencia” se pone de manifiesto quizá de forma más palpable su omnipresencia.