Militares estadounidenses juegan a fútbol con niños hondureños en La Mesas.
Guatemala, Honduras, Belice, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá son los siete países que conforman Centroamérica, una de las regiones más violentas del mundo, solo superado por el sur de África, según un estudio de la ONU.
A nivel mundial la tasa de homicidios en 2012 fue de 6,2 víctimas por cada 100.000 habitantes, pero en América Central esta cifra se elevó a las 26 muertes y en el sur del continente africano a 30.
Honduras se lleva la palma y es el país centroamericano con más índices de violencia. Aquí se registraron 90,4 homicidios por cada 100.000 personas, seguido de Belice (44,7), El Salvador (41,2), Guatemala (39,9), Panamá (17,2), Nicaragua (11,3) y Costa Rica (8,5). San Pedro de Sula, al noroeste de Honduras, este 2014, ha sido por tercer año consecutivo la ciudad con más asesinatos del mundo: 187 por 100.000 habitantes.
Y el problema de Centroamérica básicamente es Estados Unidos. Esta región es el inevitable camino hacia el mercado más grande del mundo y uno de los mayores consumidores de cocaína del planeta, por lo que hace que sea una ruta de paso imprescindible para narcotraficantes, redes de trato y tráfico de personas, mafias y cárteles. Así pues, Centroamérica es un cóctel molotov que tarde o temprano tenía que explotar.
Pero aparte de esto, Centroamérica también es una clara demostración del fracaso e inutilidad de las políticas militares de la Casa Blanca en América. En el 2011, por ejemplo, el año que San Pedro de Sula desbancó a Ciudad Juárez como la metrópoli más peligrosa del mundo, Washington apoyó con 4.221.000 dólares la lucha del gobierno hondureño contra el narcotráfico.
Por otro lado, ese mismo año, Estados Unidos tenía una base militar en El Salvador, tres en Honduras y doce en Panamá, según un informe de Movimiento para la Paz, la Soberanía y la Solidaridad (Mopassol). Mopassol también asegura que Estados Unidos tendría bases militares en Costa Rica (un país sin ejército), algo que el gobierno costarricense niega. Lo que sí es seguro es que militares estadounidense cooperan con San José. Estas políticas, encaminadas a extinguir el narcotráfico, no han recogido sus frutos y éste se extiende como un cáncer por la región.
Más del 40% de los centroamericanos viven en el umbral de la pobreza
El otro gran drama de Centroamérica es la pobreza y otra vez Honduras la principal víctima. En 2011, el 62% de los hondureños no tenían ingresos suficientes para satisfacer sus necesidades básicas. Pero esto no es algo aislado de este país, sus vecinos Guatemala, El Salvador o Nicaragua, también muestran altos índices de pobreza del 53%, 47% y el 44% respectivamente, mientras que en Belice es del 41% y en Panamá y Costa Rica del 25%.
La pobreza va inevitablemente ligada a la exclusión social. Por eso, a menudo, muchos jóvenes se unen a pandillas para sentirse que forman parte de un grupo y se sumergen al narcotráfico para conseguir dinero fácil, como relata a la perfección el documental “La vida loca” de Christian Poveda, sobre las maras en El Salvador.
Hasta ahora, la política de Estados Unidos de armar a los gobiernos no ha funcionado y ha sido una demostración que cuanta más militarización, más armas hay en la calle. La violencia genera más violencia, como refleja Down Winslow en su brillante libro “El poder del perro”, sobre el narcotráfico en México, las guerras centroamericanas (ochentas y noventas) y la militarización de América bajo la tutela de Estados Unidos.
Así pues, si Washington, realmente quiere combatir la lacra del narcotráfico en Centroamérica, debería destinar el dinero de las bases militares en ayudar a las personas a salir de la pobreza, darles una educación a los jóvenes y generar oportunidades de empleo para ofrecerles un futuro a estas personas. Ahora bien, ¿le interesan estas políticas a Estados Unidos, el primer vendedor de armas del mundo?
Núria Segura Insa
@Nuriasein