Los poliedros tienen son muy atractivo, especialmente si tienen simetrías notables como los sólidos platónicos o los arquimedianos, con caras formadas por polígonos regulares. La cerámica no ha sido ajena a esta tendencia estética.
Quizá sea Nevers la ciudad que más pone de manifiesto que además del torno se pueden usar poliedros para conseguir belleza y equilibrio de formas en las vasijas.
El Museo de la Cerámica de Sevres exhibe una jarra del siglo XVII de Nevers que utiliza el sólido de Kelvín, el octaedro truncado como forma constituyente. Durante mucho tiempo este poliedro fue considerado como óptimo en su relación superficie/volumen entre los que rellenan el espacio, un contraejemplo falseó la conjetura.
La tienda del museo nos ofrece a la venta otro poliedro moderno, un sencillo cubo de tonos azules con nombre poético.
Y sin ser poliedro -pero decorando con ellos- vemos un gran recipiente de farmacia florentino del prestigioso taller de Giovanni della Robbia: una gradación de la paradoja óptica de los cubos (o proyección de dodecaedros rómbicos).