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Cerdos y gallinas, de Carlos Quílez

Publicado el 11 febrero 2013 por Aramys

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Aquí hay mucha mala leche. Rabia. Ira. Furia.

Contenida.

 Durante ¿Semanas? ¿Meses?

Y Quílez la ha soltado toda de golpe en este libro.

Me imagino a Quílez dejando un enorme cartucho de dinamita debajo de una mesa donde se van a sentar unos cuantos que se han dedicado a echarle mierda encima; de la mesa, por el suelo, sale un fino y casi invisible cable que recorre cientos de metros hasta donde un Quílez parapetado, seguro, y sonriente, sostiene un pequeño detonador.

Y cuando todos se han sentado a la mesa…

¡BUUUM!

Bienvenidos a Cerdos y Gallinas.

Esto no es una venganza.

Esto es una obra de ficción.

¨Unos jueces borrachos de poder, una prensa narcotizada por el mismo poder, y las calles, a todo esto, llenas hijos de puta que nos roban, nos violan y nos estafan.¨

¿Qué por qué digo esto? Echad un vistazo AQUÍ o AQUÍ. Luego cuando leas la novela, pese a que Quílez niega ningún parecido con la realidad, lo entenderéis.

Cerdos y Gallinas es un libro arriesgado, escrito con el estómago, con furia, puede que escrito en una estado de shock, de trance, de rabia. Dos cosas me llamaron la atención de el y una de ellas me hizo comprarlo automáticamente.

El título es la primera. Una nota de Quílez que abre el libro es la segunda, y la que me hizo comprarlo al instante.

Os recomiendo leer esa nota que abre el libro, os dará un avance de lo que viene después, de la rabia contenida y que fluye durante la historia, una rabia palpable, física. No podréis devolver la novela a su lugar.

No entré de lleno en Cerdos y Gallinas hasta la página cincuenta más o menos, estoy muy acostumbrado (¿demasiado?) a leer novela negra con las tramas y los personajes parecidos, con las reglas del juego bien claras; con sus detectives, sus asesinatos y todo lo que ya sabéis. Cerdos y Gallinas no es así, ni de lejos. Una vez conseguí llegar a la conclusión de que no todo debe ser igual y me deje llevar, todo fue de maravilla, y pude apreciar la novela en toda su extensión. Para empezar, la protagonista de la novela es una periodista, Patricia Bucana, que trabaja para un diario de tirada nacional en la sección de policiaco, lo que podríamos llamar sucesos. Patricia, como muchos periodistas, tiene contactos, informadores que le filtran noticias, que le dan chivatazos. Los tiene tanto en la calle como en los cuerpos de policía. La novela arranca cuando Patricia recibe un chivatazo sobre un alijo de coca que ha sido robado en el puerto de Barcelona, de un contenedor que la Guardia Civil tenía bajo vigilancia.

Cagada.

Se nota que Quílez sabe de lo que habla, que tiene el culo pelado de correr por los juzgados, por los pasillos de los Mossos, de la Guardia Civil y de la Policía Nacional.

Cerdos y Gallinas pone de manifiesto, denuncia, cuenta, la descoordinación de los cuerpos de seguridad en un país tan pequeño como éste, en el que disponemos de tres diferentes y que, al parecer, la rabia y el odio entre ellos es el pan de cada día. Quílez cuenta en la novela, recordemos que es ficción (….), como el ansia de un cuerpo de policía por quedar bien con el partido gobernante en Madrid y así de paso tapar algún escándalo público, los lleva a pisar y reventar investigaciones y efectuar detenciones que tenían otros cuerpos de seguridad en sus manos y que en breve iban a cerrar. Aunque eso no es exclusivo de unos, si no que desde aquí también se practica para quedar bien o favorecer intereses del gobierno catalán. Una locura, que tristemente pagamos los ciudadanos, totalmente ajenos a la corrupción policial y política que nos envuelve.

 Quílez también pone sobre la mesa la manipulación sobre los medios de comunicación que ejercen los gobiernos, los políticos, la policía, los empresarios y todo aquel que dispone de dinero y/o poder. De la mano de la protagonista vemos cómo en los diarios se practica la corrupción, cómo se financian partidos políticos ilegalmente, cómo se encubren o minimizan las noticias que inculpan al grupo editorial, cómo se esconde y se tapa, se desvía o se olvidan las noticias que no interesan.

Y por otro lado están los jueces, esos todo poderosos Dioses que imparten justicia, una justicia personal, propia, y no siempre justa.

¨Antes era la Policía la que abusaba de su poder. Y de esto no hace demasiados años. Hoy en día, el Estado de Derecho que le ha parado los pies a las fuerzas represivas del Estado no ha podido evitar que algunos jueces y algunos fiscales actúen con arbitrariedad, prepotencia, injusticia e impunidad. Lo hacen bajo el manto más tupido e incontestable: el de la propia ley que ampara sus tropelías con la mayor de las legitimaciones.¨

¡¡¡BUUUUM!!!

Os juro que leyendo la novela me ha entrado una mala leche brutal.

Ya veis que Quílez no dispara bajo, dice las cosas por su nombre, ridiculiza las altas esferas, los procedimientos, pone encima de la mesa las mentiras, los juegos, los laberintos en los que se esconden los poderosos, nos cuenta con pelos y señales los cauces de los que se sirven los corruptos para llevar a cabo sus tropelías, para enriquecerse, para jodernos.

Siempre presuntamente. Por supuesto. Ficción.

He disfrutado de esta novela, se lee a una velocidad increíble, tiene ritmo, está bien escrita, bien documentada, joder, que aspen si no está documentada de cojones, tiene fuerza, vigor, energía, esta engranada a la perfección y es una auténtica Granada de Mano.

Ah, y es de esas que en la última página os dará una hostia con la mano abierta en toda la cara.

Me encanta.

Cerdos y Gallinas. Cerdos y Gallinas. Cerdos y Gallinas.

He llegado a la conclusión de que, en mi vida, no hay ningún cerdo, puede que uno, pero no lo daría por seguro, y si muchas gallinas.

Triste.

Cerdos y Gallinas

Carlos Quílez

Alreves editorial 2012

281 páginas.


Cerdos y gallinas, de Carlos Quílez
Cerdos y gallinas, de Carlos Quílez

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