Revista Opinión

Cero cero dieciseis.

Publicado el 27 enero 2020 por Carlosgu82

Cuando decides seguir adelante, no mirar atrás y sigues porque la vida es así, acumulas tanta ansiedad que tienes que parar, coger aire y seguir. Nunca sabrás  si hiciste bien o hiciste mal. Es una decisión que se plantea después a lo largo de tu vida constantemente, pero eso lo sabes después.
Empece a moverme por sitios que nunca había visto, a hablar con gente que jamas hubiese pensado que iba a ir allí a pedir, dirigirme a ellos. Necesito ayuda, en su día decidí seguir así que ahora debía solucionarlo yo, buscar la ayuda yo. Yo!! Que hasta hace bien poco no me quería, no me valoraba, pensaba que nada era para mi. No era merecedora de algo mejor. Hay alguien que pueda llegar a quererme? Hay que seguir…

Entré en aquel edificio con la cara desencajada, estaba harta de dar vueltas sin saber que mas hacer. Subí a la segunda planta y ahí casi sin hablar supieron que me pasaba. Mi pelo estaba pegado a la cara, jadeaba mucho y el corazón me iba a mil. Una chica en recepción me atendió, me dijo que me sentara. Me atenderían lo mas rápido posible.
Mientras esperaba… tenia una conversación interna de como plantear la historia. Sabia que al menor gesto iba a ponerme a llorar. No lo podía remediar. Las lagrimas salían como si no hubiese un mañana, no podía  parar. Y así fue.

Empecé a contar mi historia, las lagrimas caían de mis ojos a las mejillas. Resbalaban en mi cara por el sudor de tanto correr. Me trajeron un poco de agua y me hizo sentir mejor.

Allí había calor humano, olor a familia, sentimiento tranquilizador. Me fije que era gente normal, como otra cualquiera! Me esperaba altos tacones y vestidos de firmas caras con el pelo bien ondulado y un maquillaje de por lo menos Christian Dior. Pero no, para mi sorpresa era una mujer joven. Vestía pantalones vaqueros, camiseta de cuello redondo que asomaba una gargantilla blanca y unas deportivas. Pelo corto y ondulado, con una cara de paz…

Me dijo que me sentara, me tenia que calmar. Que debíamos hablar tranquilas y buscar el camino que mejor me venía. A mi?? El mejor camino que me venia a mi?? No salía de mi asombro y es que no estaba acostumbrada que «algo» cualquier cosa fuera para mi, por mi.

Después de una larga pero amena entrevista, quedamos en vernos mas veces y salía detrás  de mi con su mano en mi hombro diciendo que no estaba sola. No me podía creer pero si no me conocía!!

En unos días me volvió a llamar y como quedo claro que mi decisión no iba a cambiar… quedamos en vernos para buscar otras alternativas, por lo visto eso no quería decir que me iban a abandonar. Me hacia sentir tan bien… era hasta extraño, no tener sentido de culpa, nadie me había juzgado, me había  escuchado atentamente y solo interrumpía para darme un pañuelo.

Empezamos a trabajar en un taller, algo así como… taller de empoderamiento. En mi vida había escuchado oír hablar de eso pero allí que fui a ver que pasaba.

Entre con miedo o vergüenza, no se. Enseguida una chica me hizo sitio a su lado. Eramos todas mujeres, de muy distintas edades, razas y costumbres. Que raro… Entro una chica que según nos miro fue luz. Tenia una sonrisa enorme y una actitud de envidiar. Era la monitora o coach como se dice ahora. Empezó a contarnos unas historias que nos dejaban con la boca abierta, cuando alguna no hacia pregunta hacia la otra. Era curioso, parecían tan normales que nunca hubiese imaginado al verlas por la calle que habían sufrido tanto en sus vidas tan complicadas y tristes.

Al salir hablamos un poquito, eran muy agradables y amables. A pesar de las diferencias de edad o de educación recibida estábamos allí  por lo mismo.

Una señora se asomo a la ventana, hacia calor, y empezó a temblar. Las compañeras corrieron a ella con palabras suaves y mucho cariño. No paraban de preguntarla.. ¿que necesitas? Y ella se iba tranquilizando. Por lo visto al asomarse a la calle vio que su exmarido había aparcado el coche justo enfrente del edificio pero no estaba. Yo no entendía nada. La mujer empezó a contar que se tenia que ir que él sabría que estaba allí y tenia que llegar a casa antes que el, se tenia que dar prisa.

Poco a poco me acerque y yo también pregunte, ¿que necesitas? Ella me miro y me dijo que esto se acabe y rompió a llorar. Dios mío era lo que estaba pensando?? De verdad?? No me podía creer que se iba a ir por eso cuando bajo las escaleras corriendo y desapareció al atravesar la puerta trasera. Todas nos miramos y hubo un silencio. Me entro miedo, otra vez, aunque a mi nunca me habían pegado, parecía que el miedo existía igual. Se me puso mal cuerpo y camine a mi casa pensando en esa mujer, en que se encontraría al llegar a su casa. En eso yo había avanzado, en mi casa me esperaba mi hijo de 14 años y mi gato. Eso me hizo sonreír.

La semana que viene vuelvo al taller de empoderamiento.


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