Jóvenes de Aragón, Castilla-León, Andalucía y Baleares se unieron el pasado fin de semana en Palma de Mallorca a los nacionalistas históricos para exigir la autodeterminación de sus comunidades y el ingreso por separado en la Unión Europea.
Los jóvenes de Unió Mallorquina, Chunta Aragonesista, Unión del Pueblo Leonés o Partido Andalucista, deberían estudiar, como el lehendakari Ibarretxe, la experiencia del último territorio peninsular emancipado: la República de Cerro Belmonte (RCB).
Esta nación, rodeada por la Dehesa de la Villa, Puerta de Hierro y el Barrio del Pilar, en el norte de Madrid, dispone desde 1990 de declaración de independencia, constitución, himno nacional y bandera.
Los cerrobelmontistas iban a ser expropiados por el ayuntamiento madrileño, pero votaron la autodeterminaron, redactaron su constitución y leyes antiexpropiación, y asustaron tanto al alcalde, que Álvarez del Manzano dejó de molestarlos.
Últimamente, obtuvieron muy buenos beneficios vendiendo libremente sus parcelas a los especuladores.
El caso fue mundialmente famoso tras la solemne declaración de independencia y la petición formal de la RCB de adhesión a la ONU y la UE: fascinado, Fidel Castro le pagó un viaje a Cuba a sus ciudadanos, donde los atiborró de homenajes.
El lehendakari Ibarretxe, iluminado por su consejero clerical-fidelista de IU, Javier Madrazo, estudió, sin duda, la iniciativa de Cerro Belmonte para amenazar con arrebatarle a Madrid las competencias que el Gobierno Central le niega: sin violencia, los independentismos ibéricos contemporáneas solo son como el de la RCB.